Capítulo 4

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—¿Qué hace aquí una guardia del pueblo?- pregunta un poco desorientado Vegetta, pues el ver a la mujer de armadura tan agitada, significaba que había una emergencia.

—Necesito... una... pócima... de... de curación- dice entre jadeos, sosteniendo su pecho para tranqulizarlo y da bocadas de aire cada vez menos profundas.

—Me estas pidiendo demasiado, son muy difíciles de conseguir y sabes que Merlon nos prohibio usar todo lo relacionado con pociones- se cruza de brazos Vegetta, llamando un poco la atención de sus compañeros al escucharle conversar con alguien, aún más al ver a un guardia en lugar de su querido amigo.

—En verdad es una emergencia...- dejó de hablar al escuchar una explosión a sus espaldas, pero en lugar de ser las típicas minas que colocaban los héroes para hacer el gracioso, eran fuegos artificiales rojos.

Sería poco decir que Vegetta se sorprendió al ver como la guardia se le caían los colores del rostro. Los demás salieron apresurados a ver el espectáculo, espectáculo que se quedo corto al ver como la dichosa mujer, daba media vuelta lentamente y se arrodillaba en el piso, reverenciandose en el suelo, con una mano en su pecho.

Después de un minuto de silencio, se levanta y notaron, como aún ella dándoles la espalda, se limpia las lágrimas.

Los héroes murmuraban y confundidos se preguntaban, sin saber que sucedía.

—Tenemos que ir todos al pueblo- dijo en voz alta la mujer, mientras los fuegos artificiales seguían iluminando el cielo estrellado.

—Vamos con ella- dice Lolito, el alcalde de Karmaland, quien estaba igual o más extrañado por la actitud de la guerrera.

Caminaron en silencio, matando algunos zombies y esqueletos por el camino que buscaban hacerles daño, pero incapaces de perturbar a la guardia, la cual seguía llorando sin emitir ruido.

Una vez llegaron al pueblo, no solo el sol comenzaba a iluminar las hermosas tierras de karmaland, sino que extrañamente todos los pueblerinos estaban rodeando algo, curiosos de lo que les había despertado horas antes.

—¡Por favor, dejen pasar a los heroes de Karmaland!- gritó la que desde un comienzo les acompañaba, llamando la atención de los pueblerinos, haciendo que abrieran camino. Ella con sus ojos rojos y aún con lágrimas mojando sus mejillas les miró, apretando con fuerza sus labios.

Merlon se acercó a ellos desde el centro, con un rostro extrañamente más serio de lo normal y al igual que la mayoría, sus ojos ya estaban rojizos.

—Nos hemos reunido aquí...- comenzó Merlon, un discurso para todo habitante del pueblo ahí presente- Para despedir a un héroe de Karmaland- todos se quedaron estáticos, su respiración se detuvo, espera que Merlon no dijese el nombre que tanto temían escuchar en esa oración —El señor Auronplay, falleció hace algunas horas, a causa de un ataque por algún guererro desconocido-.

La reacción fue diferente para cada uno, mientras que Mangel comenzaba a sollozar con fuerza y se ocultaba en el pecho de un inmóvil Lolito, Vegetta cayó al suelo de rodillas sin poder creer lo que escuchaba, Rubius solo se abrazó a si mismo mientras gritaba con dolor, Willy abrazaba a un tembloroso Fargan, a la par que ocultaba su rostro entre sus cabellos y Luzu...

El castaño corrió, empujando a la guardia y a Merlon, mientras se acercaba rápidamente hasta el centro de la conglomeración de gente, incandose al ver el cuerpo dormido de quien era el amor de su vida.

Sus rodillas rasparon el suelo y sus colores palidecieron, mientras que con un delicado movimiento de manos, tomaba el rostro del fallecido hombre en el suelo, acariciando la rasposa mejilla de quien habia estado enamorado durante tanto tiempo.

Pasó su mano por debajo de su cabeza y tomó su brazo, atrayendolo hacía su cuerpo, refugiandolo en su pecho, mientras negaba.

La sangre del pelinegro mancho sus ropas, su piel comenzaba a tomar una temperatura más fría y su cabello era mojado por las lágrimas del de ojos chocolate.

El cuál, lloraba desconsolado, aferrandose al cuerpo sin vida de Auron.

La gente les miraba con tristeza, aún podían recordar la melodiosa voz de Raúl, su ego impuesto sobre la mayoría de sus frases con la intención de hacer reír, la fuerza con la que portaba su arma y se aseguraba de proteger a su pueblo.

La vida de Auron se había esfumado, al igual que la noche.

Rojo // RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora