Aguantando

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3 años después de el incidente en mi instituto, lo que cambió mi vida para siempre.

— Pfff, tío, te lo dejo por diez pavos, más no puedo.—Dije con voz ronca.

—Por favor, solo tengo cuatro pavos, déjamelo, fiado.—Dijo desesperado.

—No, si le diera esa oportunidad a todos nadie me pagaría nunca.

En ese momento el yonqui me lanzó una mirada asesina y sacó lo que me pareció ver una navaja, empezó a amenazarme.

— Heyyy, bro tranquilo te lo dejo por cuatro no te preocupes.

—No, ahora lo quiero gratis y con toda tu pasta cabrón.

Un perro apareció de la nada distrayendo al yonqui y dándome la oportunidad de tirarle al suelo y neutralizarlo.           
Lo puse con la cara en la pared y le reventé a ostias, lo dejé casi muerto. Pillé todo lo que tenía, no era mucho pero era algo.

—Ay dios, por fin en casa.—Dije cuando llegué a mi hogar.
 
¡¡Ring!! Sonó el teléfono fijo del salón.

—¿Sí? ¿dígame?

— ¿Es usted Cristian Fernández?

— ¿Quién lo pregunta? — Dije con miedo.

—Gloria Herrera, del banco Santander.

Colgué lo más rápido posible para que la chica no le diera tiempo a decirme que me iban a echar de mi casa.

—¡Me cago en la puta!—Dije extremadamente furioso y con los ojos llorosos.
                                
—¡Mi vida es un asco joder!

Salí de casa y me fuí al puticlub más cercano, NECESITABA desahogarme.

—Hola guapa, un whisky. —Dije con cara caída.

—Guapo, quieres que pasemos unas horas juntitos.

— No, gracias.— Le respondí.

Al rato se empezó a escuchar una pelea en la pista de baile, no le puse mi atención.

— Hijo de puta, suéltame cabrón. 

                                    
   —No me jodas, no me jodas que está aquí Marco.

Me giré y lo vi echo mierda, no se parecía a como era en el instituto.     Vinieron dos negros seguratas y lo echaron de la discoteca, y justo detrás iba yo

—¿Marco?

— ¿Quién coño eres? ¿Porque me conoces? —Dijo bastante borracho.

— Soy Cristian, del insti.

—Ostia Cristian, no me jodas aún estás vivo, ¿qué pasó con Pablo?—Dijo completamente borracho.

— Lo dejó. 
                             
—Qué pena tronco.   
         
—Supongo.

Se empezó a escuchar la sirena de la policía, llegaron enseguida para hacer una redada al puticlub por posesion de drogas.

—Venga, los señores a un lado y las señoras al otro, no quiero problemas, vamos a revisar vuestras pertenencias.

— Me cago en dios que llevo la droga encima.—Dijo Marco muy preocupado.     

—Joder pues yo también.

Después de la redada enviaron a Cristian y Marco al calabozo. Pasaron la noche allí.









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