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Capítulo 1: "Grageas de todos los sabores"

Advertencia: Contenido sexual (no muy explícito, creo).

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Sala de menesteres
Viernes por la noche


—Deberíamos decirles.—Soltó de la nada el moreno sin despegar la vista de cierta caja entre sus manos, estaba completamente concentrado en los pequeños círculos de colores que se encontraban dentro de esta. Minutos atrás, se había dado a la tarea de buscar únicamente aquellas grageas con sabor a cereza porque cierto rubio que se encontraba sentado frente a él, se lo había pedido. —En un año nos graduamos, y si ellos no lo saben, no tendremos excusa para seguir viéndonos a diario.—Quiso sonar tranquilo, aunque no lo logró del todo a juzgar por la mirada que Draco le dedicó.

—Todavía falta mucho para eso, Potter. De cualquier forma, ¿qué quieres que les diga?— Enarcó una ceja con cierta burla que pudo ser ofensiva para el ojiverde de no ser por la cálida sonrisa que le acompañó.—"Madre, padre, he estado saliendo con un hombre por casi dos años".—Exageró la seriedad en su voz mientras optaba por una postura más recta, clavando esos ojos plata que Harry tanto adoraba en algún punto perdido dentro de la habitación.—"Y no cualquier hombre, es un mestizo. Ese mismo que alguna vez derrotó al mago que idolatraban sin siquiera saber limpiarse la baba".

El Gryffindor lo miró un par de segundos con la boca abierta, casi incrédulo de las palabras pronunciadas por el Slytherin. —¡Joder, no! Simplemente podrías decirles lo que somos, una pareja.

—¿Desde cuando lo somos? Que yo recuerde, jamás lo preguntaste.— Aclaró con el mismo gesto de antes. Tenía un punto, pues nunca formalizaron su relación, no lo sintió necesario.

Tras el tercer año en Hogwarts (específicamente tras ese primer beso) su relación comenzó a cambiar. No se hicieron amigos, pero cuando solían encontrarse en los solitarios pasillos, en lugar de gritarse o golpearse, se dedicaban una sonrisa socarrona-por parte del ojiplata- o una mirada apenada, cortesía de "el niño que vivió". En ese tiempo, todavía existía una gran tensión entre ellos, solo que se percibía distinta, menos desagradable. Draco todavía insultaba a su amigos y los amigos de Draco lo insultaban a él; era una rutina del diario. Ambos grupos ignoraban por completo el hecho de que ellos habían dejado de insultarse mutuamente, y en caso de hacerlo, no eran más que simples chistes que no ofendían a nadie.

A mitad del cuarto año, el verde y el plata comenzaron una amistad verdadera, encontrándose en lugares alejados para tener algo de privacidad. Y no fue hasta las vacaciones de navidad que se descubrieron extrañandose el uno al otro, lo que terminó de confirmar sus sentimientos. Sin embargo, el Slytherin fue reacio a reconocerlo abiertamente, así que todo permaneció en secreto y Harry aceptó, satisfecho con el hecho de poder ser algo más que amigos. Fue una especie de pacto que no necesitó de una pregunta.

—¡Desde que decidiste que no podía acercarme a Cho o Ginny!—Recordó aquella noche en que vio al gran príncipe de las serpientes celoso por primera vez.—Además, tú mismo lo dijiste, hemos salido por casi dos años, nadie te soportaría tanto tiempo sin ser tu novio.

Fue turno del platinado para indignarse y lo demostró cuando lanzó todos los dulces que habían sido seleccionados y separados con anterioridad por el moreno.

—¿Por qué me haces buscar si no los ibas a comer? ¡Tardé demasiado para cumplir tu capricho!—Expresó con el ceño fruncido, notando la misma expresión en el contrario, siempre era así, ya estaba acostumbrado. Draco siempre sería Draco; aquel joven mimado incapaz de comprender o asimilar que alguien le llevara la contra o se sintiera superior a él (y eso venía incluido con cualquier comentario que fuese lo contrario a un cumplido).

¿Qué esperar cuando se espera? [Harco/Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora