Snaiky se detuvo a la entrada cuando Balthazar lo hizo. Desde allí vio carretas llenas de baúles y pertenencias de pobladores, los cuales tenían intenciones de marchar a sus hogares. Por otro lado también observó carruajes más lujosos, en los cuales parecía que transportaría a los nobles que visitarían el lugar donde se firmaría la paz.
El gran hombre tiró del brazo de la mujer hasta llegar a su pequeña tienda de campaña. Allí se encontraron con la presencia del rey. Balthazar se inclinó a modo de reverencia y Snaiky copió por mero interés de no llamar la atención. El monarca y el guerrero comenzaron a dialogar, dejando a la mujer a un lado, ignorada por completo, impidiendo su participación en la conversación.
- Entiendo que muchos de los nuestros, de...sus rehenes habrán sido asesinados o torturados. Esos merodeadores del desierto son muy estrategas y no querrán arriesgarse a otra batalla con los supervivientes liberados. – Explicaba el rey mientras el contrario asentía sutilmente con la cabeza. – Pero no estoy aquí para hablar de eso. – El mayor de los hombres colocó la mano sobre el hombro derecho del más joven. – He venido para deciros que tu hermana y tú debéis venir a la firma de la paz. – Por unos segundos los ojos de Balthazar brillaron de la emoción, por el contrario; tras la noticia, los de Snaiky desprendían cierto temor al pensar que podría ser descubierta por tal acto.
- Como su majestad desee, así lo haremos. – Balthazar mostraba orgullo, haciendo una nueva reverencia.
- Vendrán a vestiros y bañaros, a prepararos, pues vuestra apariencia debe ser lustrosa y radiante. – Una vez sus palabras brotaron de sus labios, el rey marchó de la tienda, dejando a los supuestos hermanos solos.
Snaiky se sentía asustada por sus palabras. Obviamente no había tenido oportunidad de mediar palabra entre los hombres, pero sí escuchó todo lo dicho. NO quería, ni iba a dejar que la tocasen para bañarla o ser vestida. Quienes lo hicieran observarían la marca en su espalda. Aquella que definía quien realmente era. Tal tensión en los pensamientos de la mujer, fueron notados por Balthazar, el cual no dejaba de mirarla con una expresión de confusión.
- ¿No vas a tu cabaña, hermana? Supongo que ya te habrán dejado todo lo que necesitas allí. Con lo poco que te gusta que te cuiden, tendrás que hacerlo sola. – Aportó el guerrero, casi seguro de que el motivo de la tensión de su hermana era ese. Desde que los dos eran críos, la muchacha nunca quiso depender de nadie y siempre le molestaba que alguien quisiese o mandase hacerse cargo de ella.
- Lo siento, hermano. Pensaba en cómo sería el evento. – Un amplio suspiro escapó de sus labios. Todo el peso anterior se disolvió, empujándola a salir de la casa improvisada, a pesar de no saber muy bien dónde ir.
Por su lado Balthazar se quedó esperando a ser arreglado y ataviado. Jóvenes muchachos llegaron para comenzar a limpiar su cuerpo. Con paños formados por telas marrones, mojados en los cubos de agua, limpiaron cada centímetro de su piel, dejándola impoluta. Aunque tal acto no sirvió de mucho, tan morena era la piel de Balthazar que era algo complicado hacer que pareciese limpio.
Acabada la primera tarea, llevaron su armadura para vestirlo. Balthazar nunca se acostumbraba a llevarla, se le hacía pesado pelear con ella. Necesitaba la mínima agilidad que poseía y la vestimenta le entorpecía. Así que desde tiempo atrás, decidió que solo la luciría en grandes ocasiones como esa.
El atuendo estaba formado por una cota de malla, de anchos y plateados eslabones, la cual cubría todo su cuerpo a excepción de su cuello y de la mitad de sus muslos para abajo. Bajo la cota de malla vestía unos pantalones de cuero ceñido al cuerpo y en sus pies llevaba las pesadas botas que nunca se quitaba. Así mismo, su pecho junto a su espalda, estaban cubiertos por dos placas del mismo materias que el de sus botas. En la frontal había grabado cuatro figura animales: Un quebrantahuesos con las alas extendidas en la zona de su clavícula y pecho. Un león y caballo, ambos sobre sus dos patas y uno enfrentando al otro; situados en sus costados. El cuarto era un oso pardo con las fauces abiertas en el centro de su vientre.
Sus hombros y espalda estaban decorados por motivos florales, mayoritariamente la espiga del trigo o la vid de la uva.
Finalmente como accesorios se encontraban un amplio cinturón con tachuelas, siendo la central la más ancha, De este colgaban unas pieles del oso representado en su armadura. Ese mismo pelaje recubría el interior de los guantes en sus manos. Siendo el exterior de cueros y planchas de hierro en el reverso de las manos y en cada falange de sus dedos,
Quedaba así todo su cuerpo recubierto, menos su rostro y cabeza. Lo único especial es ésta era su cabello recogido en trenzas, adornado con abalorios dorados, rojizos y cobrizos.
Una vez acabado su proceso de embellecimiento, salió de la cabaña para encontrarse con la muchacha en la plaza central del asentamiento.
Snaiky ya estaba en el ligar con sus nuevas ropas, subida a una caballo de tez carbón. La tela que cubría su cuerpo consistía en un vestido sin tirantes, estrecho desde su pecho hasta su cadera. El vestido se anchaba a mitad de su cuerpo, dejando libertas a su cadera y piernas. Destacaba el color rojo en todo su cuerpo además de los motivos dorados. Al igual que Balthazar también vestía las pieles del oso pardo desde sus hombros, a modo de capa.
Al lado de la mujer se encontraba otra montura. Un caballo de piel rojiza, del mismo tono que la arcilla. Se trataba de la montura privada y exclusiva de Balthazar, a la cual subió sin problema alguno a pesar de sus vestiduras.
Tuvieron que esperar varios minutos hasta que aquellos que componían la caravana llegaron.
La formación estaba encabezada por el rey junto a la familia real y sus guardias. A continuación se encontraba una res de animales que guardaban un arca de oro que entregarían como símbolo de la paz. Tras ello, cabalgaban tanto Balthazar como Snaiky, entablando una charla. Finalmente un grano suequito de personas de alto rango que querían presenciar tal hecho. Todos ellos vigilados por el gran ejército de guerreros y guerreras que habían participado en la batalla.
Así vagaron durante horas, brindando una escena curiosa al bosque por el que cruzaban hasta llegar al lugar indicado.
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Balthazar
RandomLa guerra viene, el amor solo es cosa de enredos y sábanas de la cama, nada es suficiente para el egoísmo del príncipe del sol hasta que lo encontró a él y jamás osará liberarlo.