Capítulo 41: Claudia

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PRIMER DÍA DE MISIÓN DE LOS CHICOS. BASE ODÓN.

Los pitidos de la máquina de frecuencia cardíaca eran una pesadilla. Estaba drogada, aturdida en una camilla, y aquellos putos pitidos estaban haciendo de taladro en mi cabeza una y otra vez, una y otra vez. Los latidos de mi corazón se escuchaban con fuerza y mis ojos seguían cerrados. ¿Cuánto tiempo llevaba sedada? no lo sé, pero me siento como si hubieran pasado diez años, no tenía la fuerza suficiente como para levantar un dedo mientras todo seguía dando vueltas en mi cabeza. Oí la puerta de mi habitación abrirse y el sonido de los zapatos de la enfermera hizo presencia, habían voces masculinas y femeninas, intenté abrir los ojos pero no veía nada, estaba todo borroso. Era todo eco pero sabía que estaban en frente de mí, observándome y hablando de algo que me esforzaba en escuchar.

La sedaremos.

Aumentaréis su dosis hasta que su corazón estalle.

¿Qué pasará con el cadáver?

¿Te preocupas por el cadáver? 

La esparciremos al campo, no tendremos problemas con los jefes.

Sí, señor Eric.

Si Elisabeth pudo con ella significa que no nos sirve.

La deberíamos matar.

Sí superior.

Iremos a por el aumento de dosis en una hora.

Los zapatos se volvieron a escuchar dirigirse hacia la salida con varios superiores. Cerré los ojos con fuerza. Vamos Claudia.—Me animé —. Levántate de esa cama o te matarán. Dijo mi consciente. Estaba mareada, todo daba vueltas, era como montarse en una atracción que daba vueltas infinitamente. Me sujeté del borde de la camilla e intenté incorporarme, abrí los ojos, mi vista seguía nublada, mi brazo derecho estaba recibiendo sedantes por vena, mi cuerpo pesaba y un dolor profundo en mi pecho hizo que soltara una lágrima. Después de todo lo que he hecho por ellos deciden matarme. Lo pagarán. Dejé mi cabeza caer sobre la almohada y respiré hondo. Si quería recuperarme debía empezar por quitarme el sedante que recibía por vena así que llevé mi mano al brazo que tenía la aguja y al tocarme sentí un dolor punzante. ¡Qué cojones! ¡Ah! joder.—Claudia respira hondo—. Llevé mi mano con la aguja hasta la barandilla de mi cama y apreté. Debía sacarme esa mierda de mi cuerpo. A la de una, a la de dos y a la de ¡tres! mi mano se dirigió con rapidez a la aguja y tiré de ella para sacármela. Cerré los ojos al sentir el dolor que provocó en mi brazo ¡jo-der! cerré los ojos mientras recuperaba mi brazo, me lo agarré con fuerza para frenar el dolor y dejé escapar el aire que contuve dentro de mí. Miré el reloj que tenía en frente, no sabía qué hora era, estaba tan aturdida que no podía saberlo. Pero era de día, lo sabía por la ventana que tenía a un lateral. Me intenté sentar pero no lo logré hasta pasados quince minutos. Después de intentarlo varias veces logré sentarme sobre la cama, aún me daba todo vueltas y escuchaba un pitido agudo que circulaba por ambos oídos y por mi cabeza. Mi vista se nubló con rapidez y la máquina de frecuencia cardíaca empezó a pitar más rápido. Tenía una bata azul puesta y tenía debajo la ropa interior, alguien me había desvestido. Llevé mis manos debajo de la bata y arranqué de un golpe los cables que estaban alrededor de mi pecho. Oí un pitido prolongado de la máquina al no tener mi frecuencia cardíaca, desesperada porque parase de sonar busqué con la mirada donde podía estar enchufada y entonces lo vi, cogí impulso para levantarme con fuerza pero caí al suelo nada más pisarlo ¿en qué pensaba? en nada. No tenía equilibrio en mis piernas ni tampoco podía ver bien, estaba demasiado drogada, para mi suerte había una silla justo al lado de mí. Me intenté poner en pie y al estarlo sentía que caminar en esos instantes era el reto más difícil que me habían puesto en la vida. Me estuve apoyando en la pared y arrastrándome por ella hasta llegar al otro lado de mi camilla. Vi el enchufe y el pitido estaba cada vez más alto y molesto. Al despegarme de la pared fui paso a paso hasta la máquina y al conseguirlo me tiré al suelo y tiré con fuerza del cable que estaba enchufado y entonces... silencio. Dejé mi cuerpo caer con el cable en mi mano, sintiendo el frío suelo contra mi espalda y la luz del pleno día dándome en la cara. Llevé mis manos a mi cabeza y la apreté con fuerza. Que este dolor se acabe, voy a estallar. Mi mente tenía mil cosas pasando por mi cabeza de manera rápida pero lenta, no estaba pensando en nada pero a la vez en todo.

JUEGO DE TRAIDORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora