Capitulo 23: Juan

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¿Salvarlos? La salvación es para unos pocos, Jack.

La lámpara de la sala de planificaciones alumbraba la muchedumbre. Observaba el asiento en el que una vez estuvo Jack. 

Silencio. Vacío. Soledad. 

Tenía los planos que utilizamos para ir de misión extendidos unos encima de otros, desde que fallamos no he parado de analizarlos, de buscar una respuesta y tal vez... una excusa. Me retumbaba en la cabeza el tiroteo y los segundos que tomamos para distanciarnos unos de los otros, esparciéndonos como cucarachas, buscando un lugar en el que sobrevivir y entonces, la sangre de Jack corría por mis manos, pálido, sin vida. 

Cerré los ojos al instante. 

Entonces recordé aquella carta que había caído del bolsillo de Jack. La abrí bajo la mesa y la puse en mi pierna mirando los números y las coordenadas y luego por instinto dirigí la mirada a la esquina donde una cámara me estaba observando. Volví a mirar la hoja y entonces cogí el ordenador y puse aquellos números.

Error. 

Luego lo intenté con las coordenadas. 

Error. 

Por último con los números y las coordenadas a la vez. 

Error. 

Suspiré algo desesperado y entonces cerré la hoja en un puño y la metí en el bolsillo del pantalón. 

Por alguna razón tenía la esperanza de que esos números y coordenadas me llevarían a una respuesta más claras a lo sucedido. No entendía los mensajes que entre Ryan y Jack se estuvieron mandando aparentemente durante meses. Mi mente solo llegaba a la conclusión de que Jack se había enterado de los planes futuros que tenía Ryan así que intentó impedirlo como sea aunque eso no resultara efectivo. 

Entonces en un intento de cerrar el caso la vibración de mi móvil hizo que desviara la atención. 

Jay: ¿dónde estás? Hoy no has ido a entrenar. 

Suspiré, llevo varias semanas sin ir a entrenar. 

Juan: Estaba ocupado. 

Jay: ¿Por qué no vienes un rato con Alexis y conmigo?  

Juan: Tengo que acabar unas cosas. 

Jay: A veces no está bien que estés tanto tiempo solo. Recuerda que estamos aquí. 

Dejé el móvil sobre la mesa nuevamente. 

Es cierto, desde que volvimos de la misión he estado mucho tiempo solo, la pérdida de Jack... fue como si me arrebataran una parte de mí, una parte de mí confiada, segura, incluso feliz. Ahora ya no sabía nada sobre mí mismo, deambulaba sin respuesta, la rabia y la duda recorrían cada parte de mi mente, de mis huesos. Por las noches tenía constantes pesadillas, el sudor empapaba mi cama y las pastillas tranquilizantes por mucho que me tomaba más de las que podía soportar mi cuerpo nunca hacían efecto. La cara de Ryan, de aquel desgraciado aparecía en mis sueños, repitiéndome una y otra vez que era mi culpa. 

El reloj de la pared apuntaba las cuatro y media de la mañana cuando me desperté. El sudor bajaba lentamente sobre mí frente mientras le ponía fin a la angustia que sentía al ver cómo la sangre de Jack y la sonrisa infernal de Ryan se apoderaban de mis pesadillas. Solté un suspiro al despertarme de aquella realidad y volver a la que me rodeaba en esos instantes. Me llevé las manos a los ojos para frotármelos y comenzar a controlar mi respiración. Cogí debajo de mi almohada un bote de tranquilizantes y fui al baño, encendí la luz que tenía el espejo y me tomé varias pastillas al pasarme las manos con agua por la cara.

Me volví a tumbar encendiendo la lámpara que tenía colgando de la cama, entonces vi a Elisabeth girada hacia mí. Me tumbé en dirección hacia ella para seguir mirándola y vi una lágrima descender por su nariz hasta perderse en la almohada, fruncí el ceño. Levanté la cabeza para comprobar si realmente había visto una lágrima caer de su rostro hasta que su mirada y la mía se encontraron inesperadamente.

—¿Estás bien? —Pregunté en voz baja.

—¿Qué son esas pastillas? —Preguntó analizándome. Mi mirada fue directa bajo mi almohada sin saber qué responderle.

—Son... tranquilizantes. —Dije después de unos segundos.

—¿Tienes una para mí? —Me quedé callado por un momento al escucharla.

—Sí, toma. —Dije inseguro mientras volvía a llevar mi mano debajo de mi almohada para sacar las pastillas.

Me bajé de la cama dirigiéndome hacia ella viendo cómo se incorporaba dejando su melena caer por sus hombros. Me puse de cuclillas para estar a la misma altura que ella y entonces abrí el bote dejando caer varias pastillas que luego volví a dejar caer en el bote para quedarme solo con una.

—Son fuertes, así que solo te daré la mitad ¿está bien? —Le pregunté mientras observaba sus ojos brillosos por haber llorado.

—¿Cuántas te has tomado? —Su pregunta me pilló desprevenido.

—Cinco. —Respondí sin vacilar.

—¿No decías que eran fuertes?

—Hace tiempo que dejaron de hacerme efecto. —Respondí intentando zanjar el tema.

Miré la pastilla de color azul y procedí a romperla por la mitad. Al conseguir partirla extendió su mano en dirección hacia la mía y dejé la pastilla caer en la palma de su mano.

—¿Seguro que la mitad es suficiente? —Dijo cerrando la mano en un puño.

—Seguro. —Susurré.

—¿Qué harás con la otra mitad? —Preguntó observando cómo caía nuevamente en el bote.

—La guardaré por si algún día te hace falta. —La observé preocupado.

—Gracias. —Dijo volviendo a enterrar sus pies en las sábanas. —Buenas noches. —Dijo en un susurro.

—Buenas noches. —Curvé mis labios hacia arriba antes de darme la vuelta y volver hacia mi cama.

Me tumbé en la cama en dirección hacia ella volviendo a mirarnos hasta que su cuerpo se giró al otro lado dándome la espalda. Llevé mi mano a la lámpara y apagué la luz, colocando ambas manos sobre mi pecho dejando que las pastillas hicieran efecto.

—"Hace tiempo que dejaron de hacerme efecto."

Repetí para mí mismo volviendo en ese mismo instante a la realidad. 

Comencé a apartar los planos de mi vista, uno tras otro, apuntes, hojas desperdiciadas y después una cara familiar asomó. La foto de Jack apareció entre todos esos planos. Reconocía muy bien esa foto, era una foto que le habían tomado con su nueva placa de identificación. En su tiempo solíamos reírnos, se parecía más a un preso que a un criminal, aquella sonrisa oculta en la seriedad me hacía anhelarla. No pude evitarlo, sentí una presión en el pecho al verle, el nudo en mi garganta se forjó cuando llevé la foto a mis manos y entonces no pude evitar apartar la foto a un lado al sentir que aquellas emociones reprimidas no iban a tardar en salir. Aún le seguía extrañando. 

Se solicita la asistencia inmediata de los Agentes 3-1-2-4 , 2-8-4-6 y 3-6-1-9 , en el despacho del Superior Eric. Se solicita la asistencia inmediata de los Agentes 3-1-2-4 , 2-8-4-6 y 3-6-1-9 en el despacho del Superior Eric. 

Fruncí el ceño de inmediato algo confundido por el comunicado. 

Uno de esos números me pertenecían, junto a los de Leo y Elisabeth. 

JUEGO DE TRAIDORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora