2. Un paquete

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¿Estarás bien, Iris?

Por supuesto papá, que ya tengo casi 19 años-. Creo que era la doceava vez que me lo preguntaba y me estaba empezando a poner un poco nerviosa.

Entiende que nos preocupemos papá y yo, nunca te habías quedado sola en casa tanto tiempo.


Tenían razón. Me había quedado sola ya algún fin de semana que mis padres y mi hermana se fueron de viaje. Esta vez se iban a ir una semana juntos los tres a visitar a mi tía que vivía en una ciudad a apenas 100km, y aunque no estaba demasiado lejos estaban como si se fueran a ir a China y apenas pudieran comunicarse conmigo. Mi tía acababa de tener a su segundo hijo y querían hacerle una visita sorpresa, aunque era período lectivo y tanto mi hermana como yo teníamos clase, decidieron que era mejor que yo me quedase para no perder clases en la universidad. Me alegra que me dejaran quedarme, pues además tenía una fiesta el fin de semana y aunque ya se lo había mencionado podría tener un poco más de libertad. Eso significaba que confiaban en mí y en que fuera responsable, de todas formas yo no soy una chica que le guste meterse en problemas pero poder hacer lo que quiera de vez en cuando sentaba muy bien.



Llegó el día tan esperado, y mis padres me dejaron apuntado el número de mi tío que vivía en nuestra misma ciudad por si necesitaba algo o tenía algún problema durante su ausencia. Me dejaron también dinero suficiente aunque yo ya tenía mi propia tarjeta pero ya se sabe cómo son ellos, por si acaso. Además no estaba del todo sola, mi gato Sombra me haría compañía. Sombra llevaba conmigo desde que tenía 13 años y durante los años antes de tenerlo les había suplicado a mis padres un gato hasta que accedieron cuando me vieron con edad suficiente para cuidar de él. Desde entonces había estado siempre conmigo: dormía a los pies de mi cama y me hacía compañía en mi habitación, cada vez que me sentaba en el sofá se ponía sobre mis rodillas, si estudiaba se tumbaba encima de la mesa meneando la cola de forma que me terminaba desesperando por no ver los apuntes. Sí, quería mucho a mi gato negro Sombra.

Se fueron el lunes por la mañana, así que tenía el día entero para mí y hacer lo que quisiera. En parte gracias al horario de la universidad, ya que sólo tenía clases tres días a la semana: de martes a jueves. El horario de una estudiante de segundo de psicología, no me podía quejar aunque tuviera clases algunos días mañana y tarde.

Puse música y canté a pleno pulmón sin que nadie me mandara callar. También bailé intentando imitar las coreografías de los vídeos que veía. En éstas estaba cuando de repente sonó el timbre y Sombra que estaba tumbado en el suelo fue a esconderse debajo del sofá. Gato miedoso, pensé mientras me dirigía a contestar al telefonillo.

¿Sí?

Traigo un paquete.

Vale, abro-. Pensé que sería uno de los miles de paquetes que le llegan a mi madre porque ella compra bastante por Internet aunque normalmente me avisaba si tenía pendiente que le llegase alguno, qué raro.

Abrí la puerta y me encontré con un hombre de unos treinta, castaño con los ojos claros. No era exactamente mi tipo pero incluso con la ropa de trabajo y la gorra se le veía atractivo. Se le veía un aura de misterio y me mencionó un nombre el cual no recuerdo pero supe que ese paquete no iba para mi madre.

Perdone, aquí no es. Habrá debido equivocarse de puerta, además con la cantidad de vecinos que somos en el edificio...

No pasa nada. Muchas gracias.

Y tal cual se fue bajando las escaleras, aunque pensé que viviendo en la azotea que es un quinto podría haber utilizado el ascensor. En fin.

Lo que sé de LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora