UNO

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        –¡Déjenme en paz! –grité con desespero mientras me alejaba a toda velocidad de aquel cuarto y trataba de detener toda la sangre que salía de mis piernas y brazos.

        –¡Atrápenla! –ordenó el tipo con bata blanca y con guantes, pude ver  que en su mano derecha tenía el bisturí con que me había cortado por todas partes.

Rápidamente empezé a escuchar varios pasos detrás de mí, aceleré el paso. Pero me dolían  las heridas más y más cada ves que movía mi débil y cansado cuerpo por el angosto pasillo. No tenía ni la más mínima idea de dónde estaba, y prefería no saberlo. Tampoco sabía por qué me estaba desangrando. Lo único que quería era salír de ese espeluznante lugar, pero mientras mas corría para intentar salir, más me adentraba. Estaba totalmente perdida y sin rumbo. Sentía que en cualquier momento moriría desangrada o me desmayaría, a lo lejos podía escuchar pasos acercándose. Miré hacia todas partes y solo habían puertas. Puertas que tenía miedo de abrir. Corrí un poco más y alcanzé a ver una puerta abierta, me volví a tapar mis heridas que ahora me ardían y salí disparada hacia aquel cuarto. Al llegar allí un escalofrío recorrió mi espalda. Tenía la extraña sensación de que ya había estado aquí antes. Cosa que me desconsertaba. Sabía que encerrándome en esta habitación ya no tendría escapatoria, pero algo me impulsó a seguir en ella. Giré sobre mis talones y pude ver a tres tipos corriéndo hacia mí. Mi madívula empezó a temblar al igual que mis débiles piernas, respiré lo más hondo que pude y cerré mis ojos. No quería saber que me harían esos tipos cuando me alcansaran. Simplemente no quería saberlo.

La sensación de todo aquello se estaba poniendo insoportablemente real. Ya no quería seguir allí, así que, sin saber como, agarré las fuerzas necesarias para finalmente despertar de aquella horrible pesadilla. Me senté en la cama sobresaltada, tenía el corazón acelerado y la respiración entrecortada, sentía que me iba a dar un infarto. lentamente me lleve una mano al pecho mientras intentaba calmarme. Me sentía aliviada de que sólo haya sido una más de mis pesadillas y no algo real. Deje escapar un suspiro y, por instinto, hice un rápido exámen a mi cuerpo. Todo en orden, mis piernas y brazos no tenian rastro alguno de cortaduras. Ahora más calmada, miré el reloj colgado en la pared de mi cuarto; eran apenas las siete de la mañana. Sabía perfectamente que hoy era miércoles y que estábamos en Noviembre. Pero de todas formas volteé a ver el calendario tan sólo con la mínima esperanza de que hoy tuviera algo importante que hacer además de ir a ver al Dr. Hemsworth. Cómo era de esperarse, no había nada.

Aún con pereza decidí levantarme de la cama e ír a la cocina por un poco de café. Vivo en un pequeño departamento en Seattle, en una residencia llamada Golthum, sé que el nombre es un poco extraño, pero no fui yo la que lo llamó así. Mi departamento es de solo un piso, pero aún así es espacioso y perfecto para alguién que vivie solo. Como yo. Tiene dos habitaciones, un baño, la cocina, el recibidor y la sala, además de un pequeño estudio junto a mi habitación. Sí, la mayoría del tiempo la paso sola, pero con el tiempo me acostumbré a estar así. Al terminar mi taza la puse en el lavaplatos y caminé directo al baño para tomarme una rápida ducha, antes de salír del baño miré mi reflejo en el espejo por varios minutos. A decir verdad no tengo nada de especial, soy tan pálida como la nieve y muy delgada, tengo finas cejas que no expresan lo sufiente, mi cabello negro siempre en ondas alborotadas y por los hombros, siempre lo he tenido hasta ahí, es más cómodo y práctico. Eso de pasar horas peinando una melena super larga no va conmigo, mucho menos pasar horas en un salón de belleza sólo para tener el cabello lacio por un corto periodo.

Mis labios son finos y mi nariz chica, y en cuanto a mis ojos, son los más comúnes que pueden haber, son de color café y nada expresivos. En conclusión, una más del montón. Y sí, soy tan frágil como se imaginan. Pero no me importa. Nunca me ha importado el tema de la belleza y no pienso darle importancia ahora. Finalmente salí del baño y fui a ponerme algo de ropa. En menos de una hora estaría en el consultorio de el Dr. Hemsworth, ir a verlo era mi rutina de día a día, debo admitir que mi vida no era precisamente la mejor, hasta podría decir que es lo opuesto a una vida feliz. Mi vida se resumen en: Ir a ver al Dr. Hemsworth, tratar de recordar  mi pasado, leer miles de libros y siempre mantener la casa limpia y ordenada para cuando mis padres llegaran de su viaje.

Amnesia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora