CUATRO

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Me separé de él, era lo que menos quería hacer, pero tuve qué. Con apuro busqué dentro de mi cartera el paraguas que había traído conmigo, lo abrí y solté un suspiro de alivio. Era cierto que amaba la lluvia pero no quería pescar un resfriado. Por un momento se me olvidó que Jayden estaba detrás de mí, mojándose, giré rápidamente y lo miré preocupada, estaba súper empapado. Para cuando me quise dar cuenta me encontré tratando de poner el paraguas sobre él para que no se siguiera mojando. Pero era demasiado alto, no alcanzaba nisiquiera llegar a su cabeza. Lo miré y me arrepentí de haberme preocupado; Jayden me miraba con expresión divertida, al parecer le hacía gracia mi preocupación.

-Pues que te resfríes -le dije irritada, al momento en el que me iba a voltear para irme, me arrebató el paraguas.

Iba a protestar, y a considerar matarlo, pero algo hiso que me callara, su brazo estaba sujetándo mi cintura. Miré hacía arriba, tenía el paraguas en una mano, haciendo que a ninguno de los dos nos tocara la lluvia, y luego miré hacia abajo, viendo su otra mano cerca de mi ombligo. Sentía que me iba a dar algo, era la primera vez que me tocaban la cintura. Nadie me tocaba, nunca. No lo permitía. ¿Por qué sí se lo permitía a él? No obtuve respuesta a esa pregunta. Pero tampoco me volví a quejar. Él dio un paso indicándo que empezáramos a caminar, no sabía a dónde íbamos, así que sólo me dejé guiar. De lo único que estaba consciente era que sentía un cosquilleo en mi cintura a causa de su tacto. Era en lo único que pensaba en este momento.

Después de unos minutos llegamos a un auto aparcado cerca del mirador, era un lindo auto, de color negro y lujoso... ¡Me mintió! ¡Nunca vino a caminar! Alzé mi cabeza mirándolo con el ceño fruncido y el supo de inmediato a qué se refería mi expresión, pero no dijo nada, a cambio, sólo mostró una sonrisa de complicidad.

Le quitó la alarma al auto y abrió la puerta del copiloto. La verdadera Melody nunca hubiese aceptado entrar en aquel coche, pero lo hice de todas formas, algo me decía que podía darle al menos una gota de confianza a Jayden.

Corrió hasta el lado del piloto y cerró el paraguas, me lo tendió y lo agarré. Cerró su puerta, encendió el auto y el motor rugió. El tablero y la palanca se iluminaron con luces color turquesa, una pantalla se encendió, indicando justamente el lugar en donde nos encontrábamos, traté de parecer lo menos sorprendida posible. «Claro, como si todos los días me sentara en un auto cómo éste» pensé sarcásticamente.

-¿Quieres que te lleve a tu casa? -pregunta, como si no fuera obvia la respuesta.

-Pero claro que sí -digo tajante. -¿A dónde más podría ir?

-A mi casa, por ejemplo -sonríe y me mira mientras alza sus cejas.

Abro los ojos de par en par, y él se ríe. Se está aprovechando de la poca confianza que le di, soy capaz que quitársela y de volver a cero.

-Fue una broma, no haré nada que tú no quieras -soltó, y no sé por qué sentí que había más en esa frase de lo que parecía.

Decidí pasar por alto su extraña aclaración y ver por mi ventana, en cada semáforo rojo podía sentir su mirada en mí, y no fue hasta ahora que recordé que nisiquiera le había dicho la dirección de mi departamento.

-No te he dicho en dónde vivo -comencé a decir, pero fui interrumpida.

-¿No te quieres secar primero? -preguntó, esta vez si lo estaba mirando.

-Puedo secarme en mi casa - dije cortante, no han pasado ni diez minutos y ya estamos peliando de nuevo.

-Y puedes secarte en la mía.

Amnesia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora