Sedúceme capitulo tres.

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Había llegado la mañana del trece de Febrero.
Candy y Bella emprendían su viaje al puerto de Southampton donde abordarían el barco que las llevaría a New York, América.
En todo el camino la rubia no decía una palabra.
Su hija pudo darse cuenta de la tristeza de su madre.
Albert le había prometido regresar a tiempo para celebrar el día de San Valentín.

_ «Mamá perdóname, perdóname por mentirte» ― Se dijo la muchacha al ver a su madre perdida en sus pensamientos. Sabía que esos pensamientos tenían nombre y apellido, William Albert Ardlay.

― ¿Qué sucede mi tesoro? ¡Por qué te has puesto triste!― preguntó la rubia al ver a su hija bajar la cabeza entrelazando sus dedos y dejándolos caer en su regazo.
_ No es nada mamá.... Es solo que estoy nerviosa. Jamás pensé que tendría el honor de estar invitada a un evento tan importante, en una de las mejores universidades de los Estados Unidos, solo para historiadores.
_ Te lo mereces mi muñeca. Has estudiado mucho para ser la mejor historiadora de Oxford. ― dijo su madre con una leve sonrisa. Su deber de madre le decía que debía poner su tristeza aun lado y debía sonreír por su hija.

Sofía Isabella era la más destacada en su clase de historia en la universidad de Oxford. Estaba obsesionada con saber más de los antepasados de su familia, El Clan Ardlay.

Después de unas horas de viajar en el tren. Tomaron un coche para llegar a su destino, el puerto de Southampton.

A una corta distancia Candy observa a él Queen Mary.
La enorme embarcación estaba completamente renovada.

― ¡Estoy emocionada!... hace tanto tiempo que no viajo en barco. ― musitó la rubia mientras leía el nombre de la embarcación, " Queen Mary"
_ ¡Este mismo barco me trajo a mi destino! ¡Donde conocí a tu padre!... ― concluyó la rubia con un suspiro.

Bajaron del coche sosteniendo sus preciosos vestidos largos. Sus sombreros con adornos y encajes eran hermosos y delicados. Parecían unas duquesas aristócratas.
Así les dijo el cochero. Palabras que causaron sonrisas en las jóvenes.
― ¡Pues somos Escocesas!... ― Respondieron ante tal "cumplido" que más que ser un alago, fue un insulto para ellas.
Abordaron el barco y se dirigieron a su camerino.

Febrero 14, 1945

La segunda noche en la embarcación, se llevaría a cabo una fiesta de antifaces. Con motivo de celebrar el día del amor y la amistad, San Valentine.
Los panfletos eran compartidos a todos los pasajeros a bordo. Suceso que hizo a la rubia recordar uno de los mejores días de su vida.

_ ¡¿Todavía hacen las fiestas con antifaz?! ... _ dijo Candy sonriendo. Recordando la noche que se conoció con Albert. Cuando estuvieron frente a frente por primera vez.
― ¡Awww!.. ¡Así conocí a tu padre! ― Musitó con un suspiro.
― Esa es mi parte favorita de la historia. ― dijo la heredera.
― Recuerdo cuando tenía siete u ocho años, me sentaba en el regazo de papá y le pedía que me contara una y otra vez la noche que se conocieron.
La forma en que describía cuando te vio entrando al salón, era como si lo estaba viviendo. ¡Sus ojos brillaban de emoción!...
¡Mamá!... ¡tengo una idea!... ― Las palabras emocionantes de Isabella sorprendieron a su madre.
Bella aunque físicamente se parecía a Albert, había heredado el carácter y alegría de su madre cuando era joven.
Contrario a Willie. Tenía pecas y el color de los ojos de su madre. Pero su ternura, sencillez y madurez, eran los de su padre.

― Iremos a la fiesta y te pondré hermosa mamá.
¡Quizás te encuentres a otro escocés abordo... ya que papá te tiene muy abandonada!.. ― La muchacha soltó las palabras de golpe seguido de una carcajada que hizo que Candy escupiera el agua que tenía en su boca en ese instante.
_ ¡Bellaaaa!... ¿Cómo se te ocurre pensar eso? ― dijo Candy sonrojada de la vergüenza ante la ocurrencia de su hija.
La joven sonrió y disculpándose comenzó a buscar de entre sus cosas un precioso vestido rojo.

― ¡Ah!... ¡Mira mamá!... De casualidad tengo un antifaz a juego con el vestido. ― pronunciando aquellas palabras Bella se volteó dándole la espalda a su madre, deseando no descubriera su plan. Pero todo parecía demasiada coincidencia.
_ ¡Parece que tenías todo planeado para esta noche! ― musitó la rubia observando el sol descender por el pequeño cristal del camerino. Bella no respondió ante el comentario de su madre.

Era de noche y el sonido de la música, el movimiento de los pasajeros y empleados se escuchaban por los pasillos y cubierta de la embarcación.
Bella y Candy salieron de su camerino tomadas del brazo y se dirigieron al centro del Queen Mary donde sonaba la orquesta.
Algunos pasajeros las observaban, madre e hija lucían espectaculares. Parecían hermanas, nadie se imaginaría que eran madre e hija.
Al entrar, cerca del bar, a la rubia le pareció ver a un joven parecido a Willie.
Candy negó con la cabeza.
_ No... No puede ser... Willie está con Albert en São Paulo.
― Isabella... ― dijo Candy en tono curioso. ― Ese joven que está en el bar. ― Isabella volteo rápidamente.
_ Hija se discreta... ― susurró la rubia.
― ¿Qué pasa con él? ―preguntó la chica y haciéndole señas a su hermano que se alejara un poco. Ella ya lo había reconocido y casi le da un infarto al ver al joven frente a ella observándolas.
― Se parece a Willie... ¿no crees?
_ ¿Willie?
No. Willie está en Brasil con papá. Mamá, sé que es tu hijo favorito pero por favor disimula un poco. _ respondió la chica haciendo que su madre sonriera.

Candy se sostenía de su hija bajando las escaleras de madera tapizadas de la lujosa embarcación. Cuando de pronto, un hombre elegante, rubio con antifaz, se puso frente a ellas.
Candy sintió que le faltaba el aire al tener a su esposo frente a ella con una rosa en su mano.
Albert vestía un smoking negro, camisa de seda blanca y un corbatín de seda rojo a juego con el vestido de Candy.
Sorprendida no podía pronunciar palabra.

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