El trabajo sin terminar

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Era muy extraño. Su madre siempre le había contado cuentos e historias, le había hablado sobre cómo un día conocería a alguien especial (chico o chica, ¿que importaba?). Le contaba que en ese momento, cuando le viera se le cortaría la respiración, que se pondría nervioso y que le costaría hablar. Que todo en lo que podría pensar sería en tocarle, en besarle y en abrazarle. Tan fuerte que no pudiera soltarse nunca.

Siempre le habían avisado de que eso ocurriría, y Eijiro llevaba preparándose toda su vida. Siempre pensó que el amor era maravilloso, que sacaba la mejor parte de las personas. Que las hacía felices y que él, cuando conociera el amor, jamás lo dejaría ir.

Al fin y al cabo nuestro pelirrojo era una persona persistente, y no dejaría que su felicidad se le escapase entre los dedos.

Así que, ¿que se suponía que tenía que hacer cuando se sentía así por dos personas?

Se dio cuenta de cómo se sentía primero con su rubio mejor amigo. Y no, no habla del bobo de Kaminari (al cual quería con toda su alma, pero del que no estaba enamorado) sino del precioso cenizo gritón al cual se pegaba como lapa durante horas.

El segundo era el tiernísimo peliverde que siempre tartamudeaba cuando se acercaba más de la cuenta a él. Fue más difícil notarlo. Básicamente porque cuando empezaron a nacerle esos sentimientos ya estaba enamorado de Katsuki, y para él (aún teniendo una mentalidad muy abierta) era difícil pensar que eras capaz de estar enamorado de dos personas.

Aún así, en cuanto se dio cuenta de que estaba loco por los dos decidió que iba a hacer lo imposible por enamorar a ambos.

Y el pelirrojo es terco y cabezota.

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Por otra parte en la casa de Katsuki no se hablaba así del amor. Es decir, en esa casa siempre había habido amor. Mitsuki y Masaru estaban completamente enamorados pero, con el temperamento de la rubia, ¿cómo se podría hablar de manera dulce sobre el amor?

Todo lo que había escuchado el rubio sobre el amor eran gritos soltados al aire (normalmente regaños).

"¡Algún día te enamorarás y no serás tan gruñón!"

"¡Eres un enojón, Katsuki, así nadie saldrá contigo!"

"¡Cuando te enamores te arrepentirás de no haber aprendido a comportarte!"

"¡Espero que cuando te enamores te cambie el carácter!"

Su madre hizo que odiara el amor. Que lo viera como algo molesto y sin sentido. Hizo que pensara que lo único que conseguiría con el amor es que alguien le obligara a cambiar, y él no quería cambiar. Le gustaba cómo era, y no pensaba dejar que alguien le sometiera y le obligara a convertirse en una mosquita muerta.

Fue su padre (como siempre) quien consiguió calmarle. Cuando el ojirrubí cumplía trece Masaru se sentó con él una tarde de lluvia, con un café en la mano y le explicó de lo que verdaderamente se trataba el amor. Le contó que el amor era lo mejor del mundo. Que era lo que le impulsaba a querer ser mejor y mejorar día a día, a hacerse más fuerte. Le explicó que cuando tenías amor en tu vida este te daba las fuerzas suficientes como para cambiar tu vida a lo que realmente querías que fuera. Que el amor estaría siempre ahí, como un soporte. Recordándole quién era y quien quería llegar a ser. Y recordándole que era fuerte y que ya había llegado hasta donde había llegado. Que él se podía apoyar en el amor cuando lo necesitara (y que en algún momento lo necesitaría) pero que su deber también era convertirse en ese soporte.

Bakugou aun se acuerda de lo que le respondió.

"¿Entonces el amor es lo que siento yo cuando digo que voy a ser un héroe?"

La literatura a lo largo de tu cuerpo [KiriBakuDeku one-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora