—¡Jack! —un grito en susurro alumbró la habitación oscura por la noche, pero visible por la luminosidad de la luna— ¡Jack...!
—Emma... ¿Podrías —por poco se queda a media oración por la profundidad del sueño en que se encontraba hace unos segundos— irte a dormir, por favor?
—¡No, Jack! ¡Empezaron a caer los copos de nieve, y mis ganas de dormir también! Ahora debemos salir... —dramatizó con la frente soportando su mano, en símbolo de actuación. El cuerpo de niña de cinco años de edad reposaba sobre el del niño de ocho años.
—¿Es eso? —abrió un solo ojo marrón— En ese caso ve a jugar tú sola —rió, empujándola con cuidado, fuera de su cálidas sábanas sobre la cama.
La niña cayó, pero no le dolió tocar el suelo, frunció sus adorables ojos, hasta que una increíble idea la hizo saltar de nuevo sobre el chiquillo dormilón. Abrió su ojo derecho en contra de su voluntad.
—¿Y si hacemos algo divertido...? —terminó la proposición con una sonrisa alargada de un lado.
Como si la emoción hubiera sostenido sus mejillas, Jack sonrió sin sentirse capaz de poder evitarlo. Un segundo después bajaron de la cama y se abrieron paso fuera de la enorme habitación que compartían, sus piernitas bailaban sobre las escaleras al bajarlas, y con un fuerte movimiento abrieron una puerta trasera del castillo del que eran propietarios. Sintieron cosquillas cuando la nieve abrazó sus piernas, a pesar de llevar unos zapatos gruesos para no poder congelarse. Una vez llegaron al lago congelado más cercano, Emma habló:
—¡Patina, patina! —se notaba la emoción que la había levantado a esas horas de la madrugada.
Jack se sintió feliz por volver a pasar otro rato de diversión con su hermanita, y claro que cumpliría con su petición. Cambió sus zapatos por los de patinaje, entrelazó las agujetas —aunque no tanto— y saltó a la pista natural de hielo. Primero calentó dando vueltas con velocidad a través del contorno del lago y se giró a mirar a la menor.
—¿Lista?
—¡Sí!
El pequeño aceleró sus pies y después de flexionar un poco, saltó para dar una vuelta al aire y volver a caer en una sola pierna. Emma brincó y sus manos reprodujeron aplausos cortos.
—¡Ouu! —pronto también dejó sobre la nieve sus zapatitos y se puso a patinar junto a su amado hermano, su mejor amigo.
Los búhos y zorros dentro del bosque oyeron risas de eterna diversión y exitacion. Incluso los árboles sintieron bienestar con el cálido momento que presenciaban. Después de varios minutos de jugar a perseguirse y de hacer bailar un muñeco de nieve junto a ellos patinando, el pequeño Jack supo que era hora de volver al castillo, sino su madre se preocuparía porque el príncipe y la princesa no se encontraban donde deberían estar.
—Emma, es momento de volver —se acercó a los zapatos azules sobre el blanco de la nieve.
—¡No, Jack! ¡Hay que seguir jugando! —la menor se desplazaba con velocidad por todo el lago— ¡Atrápame!
—Nuestra madre se preocupará, hermana —recordó Jack una vez guardó en la bolsa que traía los patines. Miró a su hermana, el café de su cabello barría el viento. Y entonces se dio cuenta— ¡Emma, no te acerques mucho al centro del lago!
—¿Qué? ¿Que me acerque? —quiso molestar a su hermano, y se acercó. Demasiado tarde notó su error, oyendo el crujido del hielo bajo ella— ¿Jack?
—Emma... —aún no se colocaba los zapatitos, pero no tuvo espacio en sus pensamientos para ello, pisó descalzo el hielo, acercándose a la menor con cautela medida— No mires abajo, ¿está bien? Mírame a mí.
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Al contrario ~ JELSA
FanfictionDe pequeño, el pobre príncipe de Burgess tuvo un incidente junto a su hermana, un incidente que le dio asombrosos poderes helados. Pareciera un milagro, no obstante esto provocó que su madre, la reina, lo confinara a su habitación sellada por el res...