Capítulo segundo

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—¡Auch! —exclamó en susurros una rubia platinada después de haberse rasguñado un poco por varias ramas de árboles carentes de hojas por las que estaba pasando.

Justo en este momento se encontraba explorando un nuevo lugar para ella, o más bien, estaba rastreando a alguien. La verdad era que se sentía en extremo triste por haber dejado solo a su querido príncipe, pero es que era enteramente necesario hacer lo que estaba haciendo. Porque si era lo que se imaginaba, no sólo el príncipe Jack, sino toda la familia real estaría en peligro. Por ello se encontraba aquí, unos setecientos kilómetros lejos del chiquillo, en un lugar bastante emblemático, lleno de árboles pelones y negros; con varias cabañas consumidas por el fuego y, por consiguiente, carbonizadas; el suelo de la misma forma se había vuelto negro con formas siniestras y que daban mucho a la imaginación.

Pasó por cada cabaña inspeccionándolas con cuidado, y solo conseguía salir casi corriendo por lo perturbada que acababa. No le encantaba ver esas paredes negras por el fuego pero limpias en partes específicas con figuras humanas. Ella realmente no conocía la historia de dicho lugar, pero había oído rumores que quizás le daban una idea: se decía que en aquel lugar había vivido una joven la cual poseía el poder de controlar el fuego a voluntad. A pesar de lo difícil que fue que la sociedad la aceptara como una más de ellos, fue integrándose poco a poco. Muy probablemente gran parte se deba a que era una persona muy gentil, de buenos modos, y que no dudaba en ayudar cuando se debiera. La felicidad de la aldea no duró demasiado cuando repentinamente la joven se volvió loca, y comenzó a incendiar todo el lugar. No dejó que quedara nadie, pero antes de que terminara con las últimas personas —que casualmente se trataba de su familia—, le preguntaron qué le había sucedido, por qué tenía aquella mirada tan diferente a la que ellos conocían, por qué había enloquecido y había acabado con todos. A lo que ella, cambiando exageradamente su mirar de nueva cuenta, pidió ayuda, y dijo que ella no deseaba lo que estaba sucediendo, sino que estaban jugando con ella, la estaban volviendo... malvada. Y habló de quien la estaba convirtiendo de esa manera: hombre alto, blanco, de cabello rojizo y ojos esmeralda. Justo después eliminó lo que tenía que eliminar y se dice que se lanzó al lago más cercano para hundirse y no volver a emerger jamás.

Elsa sintió un escalofrío al recordar aquel relato. Y sí, las características que había dado la joven sobre el sujeto que la volvió loca es prácticamente un retrato exacto de Hans, un espíritu que se dedicaba por completo a jugar con los sentimientos de las personas. Aparecía ante ellas como un amigo, confiable y bueno, pero poco a poco jugaba con la mente de tal manera que los hacía contradecirse, confundirse, hacer exactamente lo contrario a lo que quieren hacer. Era un espíritu de temer. Y nunca en su vida hubiera querido meterse con él, si no fuera porque la Madre Naturaleza —una divertida e infantil pelirroja llamada Anna— le informó que lo vio acercarse a Burgess en un momento dado, y que en otra ocasión lo escuchó hablando sobre el príncipe del reino. Y la platinada había prometido ante el Hombre de la Luna cuidar del pequeño Jack, y tenía toda intención de cumplir con dicha promesa. Por ello se había embarcado en la persecución del pelirrojo, pero continuaba sin encontrarlo por ninguna parte de dicha aldea, que casualmente también era conocida por ser el hojar del pelirrojo.

Continuó caminando y explorando, y a su visión apareció una capilla digna de temer. Era grisácea, y vieja. También era muy grande que incluso le fue difícil divisar la parte más alta de ella. Se acercó pensando que seguramente ahí se encontraría quien buscaba. Al entrar se sintió ciega por tanta oscuridad inundándola, pero al segundo pudo esperanzarse lo suficiente pues una luz parecía llamarle desde lejos, era demasiado tenue y anaranjada. Siguió sus indicaciones y al alcanzarla notó que era un fuego que salía de la pared. Era como una antorcha colgada para dar luz, pero sin la antorcha y con el fuego el doble de intenso. Miró más allá y pudo notar unos grabados en la pared. También se decía de Hans que solía poner los nombres de sus víctimas como trofeos. Ahora podía ver que era más que cierto, pues encontró algunos cientos de nombres escritos. Buscó con velocidad sorprendente el de su pequeño amigo, pero después de haber pasado prácticamente horas en esa empresa, no consiguió nada, para alegría suya. Significaba que todo estaba bien, y que las sospechas habían resultado erróneas.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2020 ⏰

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