El número de conocidos que tuve en la academia no pasaron de 5 de un total de 60 alumnos, sin contar a los estudiantes de los salones aledaños. Y si es que me entablé contacto con alguno de ellos, porque me buscaron por mis conocimientos en Filosofía, Psicología, Historia o Literatura; muchas veces me entendían mejor que a mi que a los profesores; no es por vanagloriarme, pero fue Bukowski quien explica mejor aspecto mío, (claro que sin conocerme) al escribir: "Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple." y es que para esos temas yo era todo un artista.
El sábado, el último día de la primera semana de clases, llegó ella. Yo estaba sentado en "mi" asiento, en la última fila, con nadie a mi derecha o izquierda. Ella entró, no sé si fue casualidad, pero yo andaba mirando la puerta en ese instante, ella entró y todo se detuvo, todo quedó en silencio; siempre aborrecí esas películas de Hollywood donde aparece la protagonista, la música se detiene convenientemente y todo pasa en cámara lenta, ¡maldito control mental! , pero eso fue lo que pasó. Ella entró, sin mirar a nadie, traía un polo negro de mangas largas con letras rojas en su pecho, donde se leía mago de OZ, un pantalón jean del mismo color y unas botas que se comían su pantalón. Entró con los brazos cruzados, con el cabello lacio, negro y largo en el rostro,entro sin importarle nada, entró si preguntar, entró sin mochila, sin cuaderno, ella entró... caminó hasta llegar al final del salón se sentó en la última fila, en mi solitaria fila, dos espacios a mi derecha. No saludó, no volteó, y mucho menos preguntó por algo. Solo se puso sus audífonos, los cubrió con su cabello y miró hacia la pizarra con los brazos cruzados. Ella entró a la academia, ella entró a salón, ella entró a mi vida, ella entró en mi.. sabiendo claro, que todo lo que nace tiene que fenecer.
Ese mismo sábado, antes de darse cuenta que estaba en el salón equivocado, conversamos por primera vez. Luego de casi dos horas de clase, justo después de que tocara el timbre de receso y todo el salón escapara a los pasadizos del local, sucedió el milagro.
-¿Qué lees? - preguntó, girando su rostro ligeramente hacia mi.
-Es un poemario. Es una antología de los "Los poetas malditos". - le dije nervioso mientras le mostraba la carátula del libro.
-Malditos..., susurró, y su rostro regresó a su postura inicial.
El tono de su voz al pronunciar ese siniestro adjetivo, su timbre, la profunda melodía de sus palabras, su pregunta, su atrevimiento.. todo ello me intoxicó, me sentía delirante, no podía dejar de mirarla. En un segundo me volví adicto a ella, quería más, quería todo, sus risas y sus lágrimas, sus lunares y el sabor de su labial, sus pesadillas y sus sueños, verla discutiendo y riendo, quería vivir y morir a su lado.
-Son franceses, siglo XIX, Rimbaud, Baudelaire, etc; eran poetas bohemios, errantes, negligentes, simbólicos, pasionales.. escribían inspirados en la vida y la muerte; no en la muerte física, si no en la muerte del humano pasivo. - dije, sin saber que decir, mientras mi lengua hacía nudos, mi mente era un tornado. Luego continué - No escribían para ser populares o comerciales, trataban de que su vida y su obra fueran una sola, rompían las reglas morales de la sociedad, rechazaron el "dinero" como dios supremo, mientras experimentaban nuevas sensaciones y percepciones del mundo... - nunca me había sentido tan ridículo hablando sobre un tema. Para finalizar mi bodrio agregué: - Por lo general no habían de ellos en el colegio. Ojalá aquí lo hayan... ¿has leído o escuchado sobre ellos?-
No me dijo nada más, sentí vergüenza por describir tanto sabiendo que lo más seguro era que no le importaba. La miré de reojo, ella inmutable, seguía mirando el pizarrón con su cabello en el rostro. Pensé que era la oportunidad de decirle algo interesante, algo más interesante que la vida de unos poetas muertos y olvidados por este mundo tan abyecto, era el momento exacto para descifrar el enigma que me seducía; pero, los fonemas que ideé nunca pudieron salir de mi mente, solo me quedó suspirar lánguidamente mirando nuevamente mi libro. Pasaron horas en esos 10 segundos y si esperármelo, ella vino a mi rescate; me acercó un papel, un retazo de hoja doblada con algo escrito; dejó frente a mi , en el pupitre, yo lo tomé, lo abrí torpemente y leí: "¡Yo soy la herida y el cuchillo!". Al leerlo, al reconocer esa cita, caí en un agujero negro, salté desde un barranco... esa cita hizo que mi cuerpo arda, que mi respiración aumente, pude sentir como mi sangre hervía. No tenía más protección, mi armadura se hizo mil pedazos, no tuve más coraza, no tenía ni una condenada máscara; ella podía darme un beso y darme vida. ella podía solo soplar y desintegrarme, ella solo tenía que ser ella para subyugarme. Lo peor de todo , es que ella supo en ese momento que me tenía a sus pies, fui tan aparente , se notaba en mis ojos brillantes, se percibía en mis manos temblorosas y en mi simulado silencio. Ella sabía el poder que tenía sobre mi. Y esa bendita mujer, sabiendo todo eso, clavó sus ojos negros en mi y curvó coquetamente sus labios, sus labios letales. Fue en ese momento, lo reafirmo, fue en ese momento donde decidí entregarle mi vida y subyugarme a ella.