Epílogo

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No sé si exista el infierno, pero de haberlo, merezco quedarme ahí, aunque creo que, bajo todas las circunstancias, ya estoy en él. No pensé que podrías hacerte y hacernos esto: abandonar todo. Si, ella, Ángela, fue la única mujer que nunca me aceptó, la mancha en mi expediente, la única que me rechazó y nunca pude conquistar. ¿Cómo podía seguir llamándolo Palabras si mis versos fueron inservibles para ella? Cuando me confesaste tu relación, nunca me imaginé que estábamos hablando de ella, eso te lo juro por mis padres, por lo más sagrado, por lo que más quieras. Sospeché por el nombre y por como la describías, pero imaginé que Dios no iba a permitir algo tan cruel; para mi y para ti; para todos. No dejo de llorar y de arrepentirme a cada segundo, a cada hora; no logro dormir, tu imagen no se borra de mi mente. No tenía la intención de lastimarte; los malditos celos. No puedo creer que acabarías con tu vida. Ahora, te veo en cada joven con un libro, con un polo negro, con lentes; los veo mirándome y tengo miedo, pánico y vergüenza. Hace días que no puedo pasar un bocado, todo me da asco. Sé que esto no se arregla con nada; por miles de disculpas que te pida, tú, jamás regresarás. No pretendo que me perdones, sé que estoy condenado al sufrimiento y tendré que cargar con tu muerte para siempre. Tal vez te alcance dentro de poco, aunque no soy tan valiente como tú. Siempre citabas a Nietzsche y decías: "todo lo que se hace por amor, está mas allá del bien y el mal." Lo interpreté mal, solo quería que te alejes de ella, yo te amaba, hermano. Sufriré lo que tenga que sufrir, pagaré lo que tenga que pagar, aquí o donde sea. Sé que soy peor y abominable que Caín y Judas juntos, que mi existencia es deshonrosa para todos y lo peor, es que nadie sabe que yo causé tu suicido, yo y mi maldito orgullo.

Sin saber que más decirte y con la promesa que en algún momento me haré cargo de lo que hice, te dejo aquí y prometo visitarte hasta que tenga el valor de revelarte al mundo lo despreciable que soy.

Descansa en paz camarada. Esperaré alguna respuesta tuya, alguna señal indicándome como redimir todo esto y si no la obtengo, te juro que haré lo mismo que tú para pedirte perdón donde estés. Te lo prometo, tengo que pagar esto y acabar con los demonios que ahora habitan en mi.

Palabras.

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*Epístola escrita por Palabras y depositada, junto con otras cartas y rosas, en el ataúd del joven.*

Amores insanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora