Just believe, and you can't go wrong

425 53 116
                                    

(Sólo cree y no puedes equivocarte)

Robert nunca había sido un fiel creyente de las fuerzas del destino, aunque tampoco era un escéptico. Sin embargo, ahora sentía una llamada suya, que lo guiaba hacia su destino y que le sonreía. Ya no le era indiferente, ahora era parte de algo más grande que lo conduciría a la felicidad. Se sentía afortunado y se negaba a desperdiciar la oportunidad.


No paraba de mirar a Jimmy durante la clase; se preguntó si Page siempre había tenido un rostro tan inocente y hermoso, como el de un príncipe casto de la edad media. Se sentía aún más afortunado cuando pensaba en lo hermoso que era Jimmy.

De pronto Page notó que el rubio lo había estado mirando con ensueño. Trató de ignorarlo, pero Robert no parecía percatarse de que ya lo había atrapado.

Jimmy pasó su mano por la esquina de su libreta, haciendo trazos descuidados; estaba molesto, se preguntaba porqué ese rubio sueco no era capaz de entender el lado negativo de encontrar a su alma gemela.

Mientras más lo pensaba más confundido se sentía, su cabeza comenzaba a dolerle y planteaba más escenarios negativos, para cubrir los positivos que su mente le regalaba. Todo era confuso, no sabía qué hacer ni a quién acudir. Nadie podía ayudarlo y deseaba que Robert lo entendiera.

Casi soltó un gruñido de frustración y detuvo su mano que garabateaba, para descubrir que había estado escribiendo el nombre de Robert una y otra vez. Se le fue el aire por un segundo y rayoneó la hoja, para luego arrancarla por completo. Se sintió frustrado.

George le dedicó una mirada discreta, pero Jimmy lo ignoró por completo. No podía decirle a Harrison, no lo conocía muy bien y temía que pudiera hablar, arruinándolo todo. Estaba sólo en eso, bueno, con Robert.

El rubio miró a Jimmy y luego a su amigo, quien también lo mirada, sabiendo que Plant actuaba extraño con Jimmy. Robert simplemente le sonrió.


A la hora de la salida Plant se acercó hasta su amigo Eric, quien siempre llevaba una guitarra bien afinada consigo.

—¿Quieres que toquemos en la emisora?— inquirió Clapton, extrañado con la petición de Robert.

—Afuera de la emisora. El punto es que él escuche la canción. Tú y Hendrix sólo tocan y yo canto— sonrió.

—¿No nos pueden acusar de perturbar el orden o algo?— inquirió Eric.

—Les voy a pagar 100 coronas— dijo, como último recurso.

—¿A cada uno?— elevó una ceja. Robert lo dudo, 200 coronas suecas no eran mucho para lo costosa que es la vida en Estocolmo.

—De acuerdo— aceptó—. Quiero que sea esta tarde, después de su programa de radio. Te llamo para vernos— dijo Robert.

—Pero llámame a casa, perdí mi celular— aseguró. Luego anotó en la mano del rubio su número de teléfono fijo.

Una serenata era, según Robert, la mejor idea que se le había podido ocurrir; después de todo a Jimmy le gustaba la música.


Esa noche Robert sintonizó el programa de radio; escuchó la dulce voz de Jimmy ofrecer lo mejor del blues y del rock and roll. Revisó su reloj, quedaba medio programa, así que bajó el volumen de la radio; tomó su celular y abrió la palma de su mano; hizo una mueca cuando notó que parte del número se había borrado parcialmente. Tuvo que adivinar los dígitos.

—Buenas noches, te habla Jimmy— sonó una voz conocida al otro lado. Revisó su pantalla y volvió a poner el teléfono contra su oreja. Escuchó el eco de la conversación en la radio.

Jimbert - In the light - En la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora