Dime cualquier lugar bonito en el mundo que estoy segura que estar a su lado lo supera; atrévete y dime, porque dudo que haya lugar más bonito que encontrarse apoyada en su pecho mientras con tu dedo haces figuras abstractas y a su vez, él acaricia lentamente tu espalda, con esas manos que escriben la mejor poesía que nadie te ha escrito y estampa en tu espalda los mejores versos que ésta noche puede escribirte. Y le escuchas como respira, pausadamente, por ti. Y le miras desde su barbilla y ahí la tienes, esa sonrisa. Esa por la que tanto suspiras y, le observas como aún con los ojos cerrados, te sonríe sabiendo que le miras. Y allí, apoyada en su pecho, mirando su pelo revuelto, el lunar en la parte derecha del cuello, esas largas pestañas de las que te colgarías cada noche si pudieras, justo ahí, sabes que aún subiéndote a la torre más alta y mirando el paisaje tan precioso que podría haber, sabes que no hay lugar más bonito que esconderse en su hombro sabiendo que no hay miedo y no existe nadie sobre la faz de la tierra que te haga sentir como en casa que estando con él.

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