s i e t e

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Jaemin.


Mi madre era humana, la mujer más hermosa que yo pude conocer en mi eterna vida como demonio, cuando tenia ocho años entendí que yo era un ser de la oscuridad, qué matar insectos y empujar a niños por la calle no era nada comparado con el daño que podía llegar a hacerle a alguien, y lo placentero que llegaba a ser eso. Mi padre mató a mi madre cuando tenia quince años, y luego se fue, me dejó por mi cuenta.

“... Nacimos para formar caos en el mundo, no para formar familias felices"

Entonces abusar de los humanos se volvió adictivo, fui desarrollando habilidades que solo los inmortales como yo podían tener, me volví adicto a la sangre y acepté mi naturaleza. Década tras otra asesinando y llevando a personas a la locura, luego conocí a Kun, un demonio de sangre pura con una sonrisa que encantaba a las personas. Me pidió que me quedara con él y le dije; Los demonios no nacimos para crear familias.

Y él, de una manera muy serena me dijo; Pero ya eres parte de la mía.

Convivir con sangre pura fue lo más divertido que me pasó, los veía constantemente sufrir por aquel mortífero sentimiento de aniquilar con sus propias manos a alguien, me gustaba eso.

Y perdí la cuenta de la cantidad de personas que maté, la cantidad de personas que lastimé con mis propias manos, de lo miserable que volví a los humanos.

Lo malo era mi parte humana, esa parte que me causaba sentir emociones, eran las emociones de mi madre, cariño, afecto, paciencia y amor... Odiaba el amor, pero aun así sentía amor por la pequeña familia que tenia.

Renjun y yo éramos los mas cercanos y unos estafadores, amábamos llenarnos los bolsillos de plata mientras los mortales quedaban en banca rota. Renjun era él más entusiasta a la hora de adquirir algo, y cuando se le presentó una oportunidad de oro no dudo ni un minuto en meterse con otro clan, quitándole al menor de ellos casi todo su dinero. JaeHyun intento resolver todo, hablar con el líder del otro bando parecía tarea fácil, pero no, no aceptaron nuestras disculpas ni el dinero que intentamos devolver.

Y Kun lo dijo, teníamos nuevos enemigos.

Por eso tenia a aquel ángel entre mis manos mientras corríamos por las oscuras calles del centro. Nuestros pies pisando charcos mientras sentía la presencia y capturaba el olor de los demonios que nos pisaban los talones.

Ellos querían sacarnos el corazón y comérselo, pero la realidad era que de verdad no sabia que querían de nosotros, tal vez hacernos daño, tal vez clavarles un cuchillo en la cabeza a cada miembro de mi familia.

—¡Por aquí! — Empuje al podre chico al callejón y lo obligue a entrar. Sus manos temblaban tanto que me fastidiaba, tuve que tomarlo entre mis brazos y llevarlo hacia la puerta trasera de aquel edificio. — Entra — Le ordené, y entro cuando abrí la puerta para él. Estábamos en el edificio donde vivía y donde podríamos estar seguros allí.

Entré lentamente al verlos llegar al callejón, vestimenta negra cubriendo sus cuerpos , aura oscura que me irritaba al observarlos. Intentaban ser tan intimidantes, como si fueran los demonios más fuertes de la zona.

—¡Yukhei! ¡Dejanos en paz! — Grite con fuerza, y vi como el nombrado me mostraba una sonrisa sínica, de esas que me causaban querer molerle la cara a golpes.

Cerré la puerta con molestia y di unas cuantas patadas causando un estruendo clásico, no era la primera vez que la puerta era mi saco de boxeo al llegar molesto, pero era un dolor en el culo tener que escapar y pelear cada vez que salia de casa.

Mierda, mierda, mierda.

Mi respiración se fue regulando mientas pasaron los segundos, aun así podía sentir la de el ángel ser agresiva a cada momento. Lo voltee a observar; ojos dilatados con marcos afilados, labios rosados que había palidecido y piel blanca como la nieve.

Paraíso. ⇁ nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora