13 ; los marginales | FINAL

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San Onofre estaba en instancias considerablemente finales;

Sergio Antín al borde de su destitución.

Las dos bandas más grandes del penal en guerra.

Jueces, procuradores, celadores y abogados dando vueltas por ahí todos los días.

Nada de eso parecía ser suficiente, nada parecía demasiado grave a esa altura, porque ya nada sorprendía en ese lugar. O al menos eso pensaba la única chica del penal.

Aixa Aguirre se encontraba despierta esperando que los oficiales entraran al patio a despertar a todos.

La chica tenía sus ojos abiertos mirando al techo, pensando en los días contados que le quedaban ahí, suspirando casi nostálgica al imaginarse un futuro a fuera, sola, buscando un rumbo y un destino propio. Pensaba también en lo casi finalizado que estaba el túnel que Pastor y ella tenían que cavar para salir, rogó que nadie los descubriera.

Removió entre sus dedos la pequeña y sucia foto que tenía en las manos, conservaba esa foto vieja desde hace años. Eran ella y Adriana sonriendo felizmente en un parque, Aixa tenía apenas cuatro años en ese entonces, ambas eran muy unidas, muy felices. Aixa pensó en cómo todo se había ido al carajo para ambas. Lo entendía, pero aún no podía creerlo del todo.

—¡Arriba soretes, a levantarse!

Aixa rió para ella misma al escuchar los gritos de Capese, estaba segura de que lo iba a extrañar de alguna forma u otra.

—Vamos loco vamos que hoy juega Argentina papá... —Les decía Aixa a los pibes, intentando despertarlos.— Dale despiertense vagos...

A las quejas los chicos se levantaron y salieron de la covacha con Aixa, para encontrarse con la mayoría de los presos de la villa siendo retenidos al salir.

—¿Qué pasa? —Preguntó Cesar extrañado.

—Hagan una fila. —Les ordenó Gutiérrez.— A partir de ahora a comer y a ducharse van a ir de a diez, nada de amontonamiento, y vamos a hacer requisas todos los días.

Aixa no hizo como los demás, que atacaron a preguntas a los policías mientras ellos les daban nuevas reglas. La chica les explicó a la Sub 21 que ahora Antín ponía órdenes y reglas lógicamente correctas porque tenía a todos esos jueces observándolo.

—Aixa. —La llamó Pastor, llegando hacia ella y sacandola de la fila.— Vení, vamos.

Cesar y los pibes miraron confundidos a su amiga y ella los tranquilizó con un guiño.

Pastor y Aixa se colaron en la fila después de apurar a dos presos y lograron ser parte de la tanda de diez que salían primero del patio.

—¿Ya dejaste allá los martillos? —Le preguntó Aixa.

—Sí, igual acordate que adentro habían quedado un par de herramientas de esa vez que Pipita se quiso fugar.

Por fin llegaron a la cárcel vieja y se adentraron a la zona donde estaba el túnel.

Pastor destapó el túnel sacando la chapa que lo cubría y se quedaron parados observándolo.

El día anterior, por la tarde, lo habían visto. Pero ahora que era de día, había más luz y podían ver mejor. El túnel se veía más difícil de cavar.

—La concha de mi madre. —Murmuró Aixa, boquiabierta.

—Tranquila. —La calmó Pastor.— Si hoy cavamos todo el día mañana ya va estar listo. Hay que laburar. ¿Sí? Yo sé que podemos.

AIXA | 𝙀𝙇 𝙈𝘼𝙍𝙂𝙄𝙉𝘼𝙇 (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora