02 | nuevo reinado

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Con la intensidad de los ruidos y murmullos, Aixa abrió los ojos y los aturdió de luz, se sentó en la cama para ver a los policías golpeando las rejas y frotó su cara suspirando.

—¡Arriba, ya! ¡Levantense hijos de puta!

Se levantó sin apuro y se cambió junto a sus compañeros para ir caminando juntos a las duchas, Labia y Bromas pasaron antes que ella.

—Hola pa —respondió Aixa pasando una toalla por su hombro—, buenos días.

—Aixa —le dijo Juan, su padre. Habían estado hablando en las últimas horas por teléfono, uno que él le había enviado—, ¿cómo estás hija? ¿Pudiste pedir el permiso?

—Sí. Pero no me sirve de nada que me mandes cosas, lo único que vas a hacer es acercarte más a la gorra papá, te van a descubrir...

—Yo me encargo de todo, ya te dije que estás ahí por mi culpa. Voy a hacer lo posible para que estés afuera cuanto antes —le aseguraba el hombre.

Aixa rodeó los ojos, sabiendo que eso era imposible —Dale pa, espero las cosas entonces, no te preocupes por mí, gracias.

—Cuidate mucho, no pierdas comunicación conmigo Aixa, juralo —le pidió Juan.

—Te lo juro —aseguró y cortó.

Cuando volvió a los pasillos del baño terminó de secarse el pelo y se adelantó a caminar porque los policías la apuraban.

—¿No es peligroso que hablen por teléfono? —preguntó Pastor cuando caminaban juntos.

—Según él está todo bajo control, ¿vos decís que nos pueden rastrear?

Pastor la miró de reojo —Sabiendo que sos la hija, la gente que lo busca por prófugo puede llegar a joderte a vos, porque saben que ahora estás encerrada. Tené cuidado con esas llamadas.

—Sí pero casi nadie sabe que soy la hija, a lo sumo Antín.

—Pero ¿qué sabés vos lo quemada que tienen la cabeza esos tipos? Date cuenta Aixa...

—No tengo miedo Pastor —le respondió Aixa, estaba siendo sincera.

Llegaron al salón y Aixa se tensó un poco al ver a Mario Borges, estaba con el ceño fruncido mientras comía tostadas y tomaba un té, leía el diario mientras sus compañeros, al lado, se dieron cuenta de la presencia de la chica, Colombia sonrió.

—Yerba mala nunca muere, ¿sí o qué? —se burló Colombia riendo junto a ellos, Mario observó a Aixa sorprendido.

Llevaban tres años sin verse, no se habían cruzado desde que Aixa regresó, al parecer Borges no salía mucho de su pabellón.

Sintió una dispersión de emociones que la hizo entender que ya no los odiaba tanto, o quizás solo había madurado un poco. O quizás... No se esperaba caer por tercera vez en el infierno, pero una vez más había fallado, y ver a Mario de alguna forma le recordó sus golpes bajos.

—¿Y? ¿Cómo estás? —le preguntó Cesar cuando se sentaron todos.

—Adaptandome —Aixa acomodó su pelo para un costado—, pero me sigo sorprendiendo.

—Y, pasaron sus años —dijo Bromas—. Ya te vieron —observó a los Borges—, ahora agarrate gorda.

—Ahá —sonrió Aixa—. ¿Así que ahora se las dan de poronga?

—Cuando Coco murió ellos se quedaron con todo —le informaba Cesar mientras tomaba té—, se quieren pasar de vivos, piensan que les tienen miedo.

—Sí, y en realidad nadie les pasa cabida —acotó Estalone.

AIXA | 𝙀𝙇 𝙈𝘼𝙍𝙂𝙄𝙉𝘼𝙇 (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora