Prólogo

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— Señores pasajeros, nos encontramos próximos al aterrizaje. Por favor, abrochen sus cinturones y asegúrense de que sus asientos no se encuentren reclinados —se oye una voz femenina por el altoparlante.

Hago lo que nos indica y luego despierto a papá para que haga lo mismo.

— ¿Estás nerviosa? —pregunta, tomando mi mano, mientras me dedica una cálida sonrisa.

— Un poco —confieso— Ya pasó un año desde que nos fuimos. Es obvio que las cosas han cambiado. Yo cambié —explico, con un encogimiento de hombros— ¿Qué pasa si a Alex, Nick o Brook les desagrada en lo que me convertí?

— En el fondo sigues siendo tú, pequeña, y ellos lo notarán —da un reconfortante apretón en mi mano— ¿Cuándo irás a verlos? —pregunta, acomodandose en su asiento.

— Hoy. Dejaré mis cosas en casa y luego me iré al departamento de los chicos —contesto, dándole una sonrisa que él me devuelve al instante.

— Esa es una de las tantas cosas que admiro de ti. Enfrentas todo lo antes posible, sin importar lo asustada que te encuentres —comenta, volviendo su vista al frente— Eso lo sacaste de tu madre.

Siento como cada músculo de mi cuerpo se tensa ante la mención de ésta última y alejo mi mano de la suya.

— Sé que no te gusta que te compare con ella pero...

— Ya, papá, no quiero escucharlo —digo, sonando más fría de lo que esperaba— Lo siento, sólo cambiemos de tema ¿si? Por favor —pido, intentando relajarme.

Noto que comenzamos a descender y, al cabo de un par de minutos, ya estamos en tierra firme otra vez.

— Estimados pasajeros, bienvenidos a Portland —dice la amable voz del altoparlante—. Gracias por volar con nosotros y que tengan un buen día.

[...]

Al salir del aeropuerto, tomamos un taxi que nos lleva directo a casa.

Bajo del auto y observo la que fue mi casa durante dieciséis años y lo volverá a ser ahora.

Solía tener un hermoso jardín delantero muy bien cuidado y su color blanco era impecable pero, después de un año estando abandonada, el jardín está completamente seco y el color blanco es más bien gris.

— Tenemos mucho trabajo que hacer —comenta papá a mi lado.

— Eso creo — asiento, mientras comienzo a caminar hacia la entrada.

Papá me sigue y, cuando llega a mi lado, no tarda en sacar la llave y abrir la puerta.

Apenas doy un paso adentro, miles de recuerdos invaden mi mente abrumándome por completo.

— ¿Por qué no llevas tus cosas a tu habitación? Recuerda que tienes planes —sugiere, con voz dulce, notando mi estado.

— Claro. Si. Planes —digo cada una de las palabras de forma aislada, intentando reaccionar.

Una vez en mi habitación, deshago mis maletas rápidamente y decido darme una ducha para espabilar.

Después de unos quince minutos, apago el agua y envuelvo mi cuerpo con una toalla dirigiéndome a mi armario recién ordenado para luego elegir mi ropa y vestirme rápidamente.

Guardo algunas cosas esenciales dentro de una mochila pequeña y, luego de tomar mi chaqueta de cuero, salgo de la habitación.

Cuando llego abajo, papá está sentado en el sofá con la mirada fija en la televisión pero, al notar mi presencia, la dirige hacia mi.

Trusting YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora