Sorpresas que no acaban

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En el primer año de vida de los trillizos, Shen QingQiu les obsequió a los tres un colgante de jade de la diosa GuanYing que sorprendió mucho a Luo Binghe y le recordó lo bondadoso que era su shizun. Los niños, en su mayoría solo los mordisquearon y uno casi se atraganta por lo que los dos padres decidieron guardárselos por un tiempo.
Como los demonios no festejan los años, fue una mala idea pasar el invierno en el palacio subterráneo del señor de los demonios, pero a Shen QingQiu le gustaba la privacidad y se dedicó solamente a disfrutar el día con los pequeños. Ya tendrían tiempo de festejar en grande cuando volvieran a la cumbre Qing Jing donde sus discípulos le prometieron un gran banquete a su regreso.
Revisó la correspondencia de Shang QingHua y se alteró un poco al ver lo que le ponía.
“...fue una suerte que vinieras a regañarme, hemos tenido a otra princesa. ¿No es increíble? Siento que serán como la reina Elsa y la princesa Anna. Bueno, la verdad es que espero que no, porque entonces tendría que morir en un barco y no quiero. Por otra parte, ella también nació con la marca de demonio y estuve preocupado porque en realidad no pasé tanto frío como la primera vez, creo que XueShuang se convirtió en mi termostato y me salvó de eso. Al menos ahora todo está bien, cuando puedan soportar temperaturas más cálidas las llevaré a la secta para que conozcan a mis sobrinos marciales. Con suerte, alguno se enamore de ellas, pues son preciosas, y el destino de mi descendencia se una al halo del protagonista…”
Shen QingQiu entrecerró los ojos y lanzó una carta al fuego otra vez. No quería volver a leer algo como eso, ese autor ya estaba imaginando romances. ¿No podía quedarse quieto y ser normal?
Luo Binghe volvió con los tres niños con sus presentes puestos y Shen QingQiu ocultó su risa tras el abanico pues la sorpresa fue bastante graciosa.
Tres pequeñitos que apenas se equilibraban llevaban puestos mini uniformes de QingJing y Luo Binghe los sostenía desde el suelo para que se quedaran paraditos y le juntó las manitos para que pudieran saludar al maestro.
–¿Qué es esto?
–Sus nuevos alumnos, shizun –respondió el otro aún más divertido.
–Oh, este maestro deberá esforzarse para no favorecerlos. Ya me acusan de tener un discípulo mimado y ahora con esas tres hermosuras más… ¡Uff! Será un escándalo en las cumbres, ¿dónde quedará esta cara?
–Shizun es el mejor, así que no pasará nada.
–Eso espero, Binghe.
De pronto, vio que uno de ellos se tironeaba el pequeño fajín con insistencia y Luo Binghe se lo desajustó un poco preocupado. Era el único al que parecía no gustarle, pues ya lo había revisado tres veces y no parecía tener nada malo.
–Creo que A-Bao no quiere quedarse bajo la tutela de Qing Jing.
–No es cierto, solo estará mal colocado. Los hijos de shizun estarán todos en su cumbre.
Shen QingQiu se llevó el abanico cerrado sobre sus labios y pensó por unos instantes esa respuesta y entendió que quizás parecía muy inofensiva, pero sería bueno explicarle a su esposo un par de cosas. Especialmente cuando comenzó a mencionar que había preparado trajes iguales para todos, así se verían idénticos.
–Binghe, ven aquí… –pidió y el discípulo gateó hasta él y se sentó con las piernas dobladas– Se ven muy lindos así y estoy seguro que serán mucho más adorables con los trajes en conjunto que les quieres poner, pero… No olvides que no son juguetes. Deja que, a medida que crezcan, te digan qué se quieren poner. No queremos que piensen que deben ser iguales en todo, cada uno debe aprender a diferenciarse de entre sus hermanos. ¿Entiendes lo que digo?
Luo Binghe inclinó un poco la cabeza y los miró a los tres que estaban sentados tratando de imitar su misma pose y creyó entender por lo que volvió a mirar a su maestro con ojos brillantes, asintiendo.
–Shizun, si no me lo advertía hubiera seguido haciéndolo de esta manera.
Shen QingQiu ocultó su expresión de maestro orgulloso tras su abanico y con un movimiento de cabeza le indicó que se levantara. Los niños repitieron la acción y los dos miraron a los niños con cierto aire de sorpresa.
Shen QingQiu les abrió los brazos y los tres corrieron entre empujones para llegar a él y los cargó a todos juntos mientras Luo Binghe tenía las manos de un lado a otro para evitar cualquier caída.
–Este padre está de buen humor así que les cocinará algo llamado pastel. ¿Será posible? No lo sé, pero tenemos al gran Luo Binghe para que nos ayude.
Los niños comenzaron a gritar emocionado nada más por seguirles la corriente, pero unas horas más tarde, la cocina estaba llena de harina por todas partes, incluso el cabello de todos estaba blanco. El señor demonio tenía marcas de manitos sobre su ropa negra y Shen QingQiu admiraba su monstruosa creación.
Él no era buen cocinero, no recordaba bien la receta que su mamá preparaba en sus primeros cumpleaños pero sabía que no debía salir tan aplastada. Consideró que era la falta de bicarbonato y se echó a reír a carcajadas mientras probaba la crema batida.
Al menos esa sí sabía muy bien.

Inesperadas sorpresas de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora