Amaterasu tuvo un nieto con el nombre de Ninigi-no-Mikoto, quien se convertiría en rey del mundo terrenal como su padre, Ama-no-Oshiho-mimi, pero que se negaba a asumir ese papel cuando le fue ofrecido por su madre. Amaterasu dio a su nieto tres objetos mágicos para ayudarle en su tarea. Estos regalos fueron Yasakani, una joya o perlas, Yata, un espejo y Kusanagi, una espada; estos elementos acabarían siendo conocidos como patrimonio imperial de los emperadores de Japón.
Fue el bisnieto de Ninigi, Jimmu, quien se convertiría en el primer emperador de Japón en el año 660 a. C. En otras palabras, los emperadores de Japón harían remontar su ascendencia hasta la mismísima diosa Amaterasu. A lo largo de la historia de Japón, los emperadores han sido considerados divinos. Sin embargo, esto no significaba que el emperador fuera un ser sobrenatural. En cambio, significaba que él era responsable de llevar a cabo ciertos ritos para garantizar que los dioses protegería a Japón y conservaría su prosperidad. Por otra parte, el emperador ha tenido poco poder político durante la mayor parte de la historia japonesa, hasta la Restauración Meiji.
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Mitología Japonesa
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