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Capítulo 02.

Nunca habría imaginado encontrar a su compañero. Las probabilidades no eran altas y eso aún lo tenía un poco confundido.
No sabía realmente que hacer con esa información. Sabía que los magos tenían un alma gemela, pareja destinada... Todo eso con lo que solía fantasear todo el mundo.
Harry a menudo creía que solo eran cuentos de viejas y sueños de personas demasiado ansiosas con la idea del amor... Pero una parte de él deseaba que aquello fuera verdad porque veía a diario el amor y la complicidad que existía entre Esme y Carlisle, Rosalie y Emmett, y Alice y Jasper.
Él sentía algo de envidia.
Había tenido algunas relaciones, pero nada duradero. Solo lo querían porque era famoso y eso crispaba sus nervios y lo había convertido en un cínico. Un Scrooge del amor. Como le llamaba su amiga Ginny.
¿Pero quién podía culparlo? Sus relaciones habían estado llenas de falsas promesas. De manera amarga, pensaba en que efectivamente el sobrenombre "Little Prongs," como le llamaba su padrino en ocasiones, le hacía justicia dado que había tenido una enorme cornamenta a lo largo de sus años.
Tal parecía que no sabía elegir a sus parejas puesto las que había tenido, si no le habían sido infieles, habían ido a la prensa a relatar momentos privados o decidían ganar dinero a su costa anunciando su relación.

Lo que más le había dolido fue cuando uno de sus amantes, un Ravenclaw, fingió un embarazo... Harry había estado muy asustado pero después se tranquilizó e incluso comenzó a hacerse a la idea y se estaba entusiasmando.
Cuando la verdad salió a la luz, agradeció tener la familia que tenía puesto que estuvieron allí en todo momento. Y era por eso por lo que ahora se encontraban de vacaciones todos juntos.
Y ahora esto. Un compañero destinado.
Se reiría de la situación si aún no estuviera tan desconcertado.

Ni siquiera había creído en la existencia de compañeros cuando uno de sus mejores amigos se encontró con Edward y las chispas volaron.
Bueno. Creía en las almas gemelas. Lo admitía. En lo que no creía era en encontrar la suya. Su Coeur. Como sus parientes vampiros lo llamaban.

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Sirius se sentó al lado de su ahijado en la sala de estar. A estas alturas él ya sabía el encontronazo que Harry había tenido con su pareja destinada y eso le alegraba.
-Pero padrino. ¿Qué posibilidad había de que yo encontrara a mi Coeur? ¿Eh? Es muy poco probable que los magos encuentren sus almas gemelas. -Dijo antes de que a Black se le permitiera abrir la boca.
-De hecho, Cachorro, yo creo que los magos están tan ocultos en la sociedad que no encuentran a sus parejas porque no salen a buscarlas. Si los magos se juntan con magos debido a prejuicios, normal que el tema de las almas gemelas ya sea cosa de mitos.
-Pero mi pareja es...
-¿Poderoso? ¿Regio? Lo sé. Lo vi, Little Prongs. Pero no permitas que eso te disuada.
Harry se echó a reír.
-Para nada, padrino. Estoy asimilándolo aún, y creo que cuando lo haga, yo... Yo no sé que haré.
-Bueno, Harry. Sea lo que sea que hagas, todos aquí te apoyaremos.
-¿Podrías no decir nada aún sobre quién es mi Coeur, Canuto? Quiero tener un tiempo para mí y mamá Rose... Bueno... Ella es muy sobreprotectora...
A Sirius le había costado un tiempo hacerse a la idea de que su ahijado llamase mamá a otras personas. A Esme y a Rosalie. Aunque a esta última solo en privado. Sin embargo, había estado de acuerdo en que Harry tenía derecho a tomar sus decisiones y tras conocer como había vivido anteriormente a ser adoptado, comprendía muchas cosas.
-Está bien, Cachorro. Pero ya sabes que al igual que en Hogwarts, las cosas aquí no permanecen en secreto mucho tiempo.
-Puedo intentarlo. Y no es tanto un secreto como el hecho de que quiero asimilarlo yo primero. Aún no me lo creo del todo. Es como si lo estuviese viendo desde fuera. ¿Entiendes?
Sirius lo hacía. Comprendía demasiado bien esa sensación.
-Lo hago, Little Prongs. Es como cuando me declararon inocente. Yo sabía que lo era, claro, pero cuando me di cuenta de que era libre, que no tenía por qué continuar escondiéndome... Me costó un tiempo aclimatarme al hecho.
Harry lo abrazó y el mayor se dejó hacer. Aún se despertaba con pesadillas algunas noches. Y es que había sido más de una década de encierro con dementores y eso le pasaba factura a cualquiera.

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Marco se sentía al límite. ¿Cómo era posible que no hubiera ni rastro de su Coeur? Había mandado a los mejores. Había hecho que la guardia dejara sus misiones para buscarlo pero parecía que se hubiese desvanecido en la nada.
Era agradable sentir algo tras tanto tiempo, pero ¿tenía que ser así? ¿Tan complicado? Su pareja tenía que acudir a él y entonces se amarían y listo. De toda la vida había sido así.
-Veo que no ha habido suerte. -Aro parecía apenado por él.
-No. Cosa que me pone de mal humor.
-Lo encontraremos. Tengo contactos que quizá puedan ayudar.
-Eso espero, Aro. Deseo que mi pareja esté conmigo ahora.
Cayo resopló. Era muy desdeñoso hacia el tema del amor. Su esposa Atenodora se había marchado hace tiempo con su Coeur. Una preciosa francesa de nombre Ibette y desde entonces, el general de los Vulturis había estado del peor de los humores.
Marco podía entenderlo. Habían sido más de mil años de relación. Pero era a ese tipo de cosas a las que se enfrentaban los vampiros cuando se unían a alguien que no era su Coeur.
Marco solo esperaba poder encontrar al suyo. Estaba siendo muy escurridizo.
-Ya encontrarás tu Coeur, hermano. -Aro sonrió alegremente.
-Lo dices como si a mí me interesaran esas cosas estúpidas. -Fue la respuesta que el general escupió.
-Deberían interesarte. El Coeur es el deseo de todo vampiro.
-No el mío. -Cayo declaró.
-No sabe lo que dice. -Aro suspiró.
Marco tuvo que estar de acuerdo con él.
Se alegraba de que a él le hubieran dado una segunda oportunidad.

En busca del rey consorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora