"Recuerdo de una noche de bar".

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     Ella lucía hermosa en su vestido negro de escote pronunciado y falda bastante corta, luciendo la cálida y tersa piel de sus torneadas piernas que se mostraban capaces de todo al combatir el poco equilibrio que le permitían sus tacones. Su rostro brillaba siendo enmarcado por su cabello oscuro alisado, hipnotizando con el maquillaje que delineaba sus preciosos ojos cafés y esos apetecibles labios que tanto tiempo llevaba ansiando probar. Apenas se notaban en ella los veintinueve años que acababa de cumplir, siendo esa la razón de estar ahí acompañada por su hermana, sus amigos, por mí. En el lugar de luces tenues sonaba música de su agrado, sensual y con un ritmo que incitaba a moverse hasta a la persona con menos gusto por el baile. Sobre la mesa una botella de tequila y tragos con los que en repetidas ocasiones brindamos sin dejar de mirarnos a los ojos - a pesar de quienes estaban ahí, podía sentir que solo éramos ella y yo -. Un pequeño cóctel flameado, un pequeño pastel con una vengala iluminando su rostro, su hermosa sonrisa y las felicitaciones y abrazos de todos a media noche, dieron pie a que dejáramos a un lado las sillas para continuar charlando, bebiendo, bailando de pie. Recuerdo risas, recuerdo esa sensación de la piel ardiendo y sudando bajo la ropa por el cúmulo de gente al rededor de nosotros, por el alcohol, pero en especial por esas insinuaciones prohibidas que me hacía ella con su sugestiva mirada cada que veía la oportunidad de hacerlo sin que sus invitados se percataran de ello. Dentro de ese disimulo, yo bailé con su hermana, ella con sus amigos para después ser interrumpida e invitada por un chico de otra mesa. Cesé mis pasos para servirme otro trago mientras la admiraba con la sangre hirviéndome en las venas, mordía el vaso de cristal mientras daba un sorbo a mi bebida, buscaba la pauta para acercarme a bailar con ella sin importar lo que pensaran y, después de unos minutos, pasó. 

      Seguía atento a ella y de un momento a otro me percaté de que las manos de aquel tipo quisieron posarse en sitios en los que ella no deseaba ser acariciada por un desconocido, a pesar de la resistencia que ella ponía, la insistencia continuó hasta querer robarle un beso. Se acercó lo suficiente para que el semblante de ella se mostrara perturbado e intentara apartarse sin conseguir liberarse de los brazos que le sostenían con fuerza. Me levanté rápido de mi asiento y en la sorpresa de aquel imbécil al ver mi reacción instintiva, se descuidó lo suficiente para que ella consiguiera safarse de su abrazo y alejarse de él, buscó ir tras ella y me le puse enfrente para evitarle seguir bastando una mirada para que optara por quedarse quieto en ese lugar mientras yo daba vuelta para buscarla entre la gente que bailaba en el pasillo entre las mesas. Un par de metros adelante la alcancé e intenté tomarla de la mano, pero asustada la apartó de inmediato queriendo huir también de mí pensando que se trataba del patán aquel. Caminé más rápido hasta conseguir girarla hacia mí, me miró y se aferró con sus brazos alrededor de mi cuello mientras yo rodeaba su cintura manteniéndola lo más cerca de mí que se podía.

-Perdón por ser tan tonta -Susurró a mi oído-. Gracias por estar aquí conmigo.

     Tenerla así, en ese estado tan vulnerable, fue un instante bastante íntimo que poco a poco se transformó. La música hizo su trabajo para que en medio de ese abrazo ella decidiera empezar a bailar bastante cerca de mí, su calor se volvió el mío, era excitante sentir sus caderas meneándose y rozando al mismo tiempo su pecho con mi pecho. Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir en mi boca el sabor salado de su sudor, podía respirar de su aliento mientras se acrecentaban esas ganas de probar aquellos labios que clamaban mi atención pero que se resistían a caer en la tentación por ese miedo a que fuéramos vistos. Se movía tan sugestivamente que podía imaginar mil cosas en ese momento, se desinhibía poco a poco llevándome con ella a sentir como sentia, tomando mis manos para guiarlas por su cintura hasta sus nalgas obligándome a apretarlas, acercarla a sentir el fuego que había comenzado a sentirse entre mis piernas en ese vaivén tan delirante en el que hicimos desaparecer a la gente que estaba a nuestro alrededor. Fue erotismo puro en mis manos, al menos hasta que entre las personas apareció su hermana quien se había preocupado por la ausencia repentina. 

-¿Está todo bien? - Le preguntó a ella mientras dirigía su mirada hacia mí.  

-Claro que sí, hermana. Todo muy bien… -Respondió tomando mi mano para dirigirnos de vuelta a la mesa. 

     Al regresar nos percatamos de que el tipo y sus amigos se habían ido, nosotros nos terminamos la botella y cerca de las tres de la mañana pedimos la cuenta para retirarnos del lugar. Todos pusimos una parte y se la entregamos a la hermana para que fuera ella quien se administrara y liquidara todo con el mesero.

-¿Puedes pagar? Quiero ir al baño antes de irnos -Le dijo cuando todos habíamos aportado lo que nos tocaba - ¿Me puedes acompañar para no caerme, los tacones empiezan a cansarme? -Dijo después dirigiéndose a mí. 

     Me tomó del brazo y caminamos hasta llegar al escenario en donde tocaba el grupo del lugar, entonces se detuvo y permaneció inerte unos segundos mirándolos y moviéndose un poco con la musica. 

-¿Todo bien? -Le pregunté -. El baño está por allá…

     Volvió a mirarme con esos ojos centelleantes, me sonrió dulcemente y sin aviso ni permiso dio un paso para olvidarse de todo lo que la detenía a hacer aquello que ella tanto deseaba, aquello que yo tanto deseaba… besarnos. ¿Cómo describir la culminación de esa ansia? ¿Cómo encontrar las palabras justas para describir el cúmulo de emociones y sensaciones que invaden la piel y la mente entera cuando algo así pasa? Hubo silencio entonces, mis manos se asían a su espalda mientras las suyas se perdían en mi cabello, tomé sus labios, bebí de su lengua, viví del largo suspiro que encontró lugar unísono entre nosotros. Deseé más, no quería apartarme de ella, sentía la necesidad de descubrir cada secreto oculto en su piel, embriagarme aún más con el aroma de su cabello, de su cuello y besar la piel sobre sus hombros hasta volverme turista en sus valles, sus montes, manantiales. 

     Cuando tuvimos que cesar el encuentro breve entendimos que algo más debía pasar, quizá no esa noche, no entonces, pero se sentía en la piel esa atracción magnética que tarde o temprano nos haría encontrarnos a solas, desconociendo al mundo y reconociéndonos íntimamente, cálidamente; no fue esa noche, pero en el fondo sabía que podía pasar, yo en verdad lo quería. Y aunque no, puedo decir que con eso, en ese preciso momento, fuí suyo, fue mía… 

-Jürgen Rodríguez. 

Relatos de Pasión OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora