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—Abogado Choi, ya he firmado los documentos. Contacte a Park Jimin para que sea reintegrado a esta familia.

—S-Señor Park ¿Está seguro que esto es una buena idea? —Preguntó el otro hombre mientras era coaccionado con un arma por sujeto intimidante que musitaba algunas amenazas con tal sutileza que no eran escuchadas al otro lado, el teléfono estaba en altavoz y la llamada retransmitida.

—Más seguro que nunca, abogado Choi...más seguro que nunca—Repitió mayor soltando un respiro como si la vida se le fuera en ello. Lo menos que podía hacer era eso. —Estaré colgando...cuídese.

Park Sok Chul sentía sus años terminar y con el fin de ellos, aumentaba la culpabilidad por todos los estragos que sus errores causaron en la vida de Jimin. No quería dejar el espacio terrenal sin antes expiar parte de sus pecados. Quería disculparse con su hijo, levantarlo moral y económicamente como el Park que también era.

Así lo soñaba cada noche, un abrazo, una sonrisa, palabras que no pudieron decirse tiempo atrás, todo aquel cuadro lucía hermoso en la pared de su mente. Pero la realidad era otra, primero tendría que convencer a su esposa o a última instancia separarse de ella, a pesar de que aún la amaba, sabía que no estaría de acuerdo con la decisión. Salió de la habitación en silencio, topándose con ella de espaldas entretenida colocando un ramo de rosas.

—¡Oh querido! —Exclamó como si de verdad se hubiera asustado al encontrarse con su esposo en medio del corredor.

Había tirado en uno de los búcaros los trozos del teléfono que partió a la mitad luego de haber escuchado la llamada que arruinó su mañana. Incrédula, viendo como dos de sus pilares trataban de sostener a su enemigo, primero el menor de sus hijos y ahora su esposo. La ira serpenteaba en su cuerpo. Ni siquiera se había dado cuenta de los pequeños cristales de que se le habían encajado en la mano haciéndola sangrar.

—¿Qué te su sucedió? —Sok Chul le levantó las manos preocupado, ella le dio una mirada nerviosa y cargada de una rabia que maquilló apretando los labios

—¡Oh solo me he cortado arreglando esas rosas que he puesto! ¿No son hermosas?

Más de veinte años juntos, él siempre estuvo dispuesto a cumplir con sus deseos, obedeciendo. Aprovechándose de la culpabilidad que él sentía ¿Por qué de repente quería integrar a ese engendro en su familia? ¿Acaso no era lo demasiado insolente por haberle sido infiel durante todo aquel tiempo en el que ella solo se dedicaba a cuidar de su primer hijo? Park Seo Uhn era un ánfora de repleta de odio, venganza y egoísmo.

—No tanto como tú. Vayamos a tratar esa heridita.

Caminó de la mano junto a su esposa por el vacío y alfombrado corredor, se sentía mustio y utilizado. Se conocían demasiado, él intuía que ella escondía algo, ella sabía todo. Era una batalla de silencios, miradas y un matrimonio que acaparaba la vida de ambos.

—Deberíamos cambiar al incompetente del abogado Choi—comentó repentinamente cuando llegaron a la habitación.

—¿Por qué? Ha hecho su trabajo leal y excelentemente todo este tiempo. —Untaba pomada desinfectante y soplaba sobre la herida. —No entiendo por qué motivos quieres deshacerte de él como lo has hecho con los otros, sin razón.

—Veo que no te has enterado—Su esposo alzó la mirada—No ganó el caso de la demanda que presentaron contra Imperio Rojo. Además de que antes de ser abogado fue un violador.

—No hables estupideces Park Seo Uhn—su humor pasó de día soleado a truenos y relámpagos—El abogado Choi sería incapaz de...

—Compruébalo por ti mismo, ni siquiera te tomaste el trabajo en indagar sobre su vida.

EnvidiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora