Tenencia Responsable

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Antes de empezar:

 Esta historia está en curso y puede contener (contiene) errores gramaticales y/o ortográficos (espero no exagerados para no tener que cavar mi tumba) que iré corrigiendo a medida los note. Si encuentras alguno, te estarías ganando una mención honrosa en mis oraciones de cada noche, al hacérmelo saber. Espero disfrutes de los desvaríos que acontecen en mis cabidas cerebrales.

Lisange

Había decidido por cuenta propia irme. Nada de lo que había en esta ciudad seguía atándome (o al menos me había esforzado por ello). El apretón que sentí en el estómago cuando el avión partió, quise atribuirlo a que era mi primera vez en las alturas y no a la vertiginosa velocidad con la que me alejaba de mi pasado. 

Antes de armar todas mis maletas, me encargué de hablar con la única persona que aún significaba algo para mí, le entregué mi nuevo número y la dirección de mi tío... Mi dirección, mi dirección. 
Ian me miró con ojos ensombrecidos mientras me acercaba a estrecharle en un abrazo.
- Ven a visitarme- susurré en su oído
- Lo haré- prometió- No te olvides de mi.
Mientras me alejaba para evaluar su expresión, una sonrisa igual a la suya se replicó en mi rostro.
- Desafortunadamente, eres un trauma imborrable. 
- Muy amable
Mi amigo se ofreció a llevarme al hogar en su nuevo auto para que no me atrasara en tomar mi vuelo. Recuerdo la radio, cantamos con las ventanas abiertas.
Sí. Decididamente lo único que echaré en falta es a ese ser humano con ojos color miel, a él y a su voz suave cuando el llanto venía, a sus brazos cálidos cuando había tormentas, y a su infaltable sentido del humor.
Le había pedido que no me acompañara al aeropuerto puesto que todo sería más difícil, y esto era lo correcto. Él lo entendía, es por eso que a pesar de lo tedioso del asunto se había quedado en mi cuarto bajo la insistente mirada de la Señora Dylan mientras ordenaba mis pertenencias en 2 maletas color ébano.
Logramos engañarla como lo hacíamos hace ya un año para que Ian trepara a mi cuarto luego de fingir marcharse a casa. Estaban prohibidas las visitas con "quedada" en el hogar.
Dormí en sus brazos, y a la mañana siguiente desperté para encontrar una pequeña nota que ponía: "No seas una extraña".
No extrañaría ese hogar, ni a la insufrible señora Dylan, tampoco a la psicóloga de rostro ácido ni a los doctores con expresiones sombrías que insistían en medicarme contra mi voluntad. No extrañaría la madera crujir, ni los desayunos consistentes en naranjadas y tostadas insípidas. No extrañaría la falta de calidez, ni los ojos con juicios preconcebidos sobre mi vida.
Ojos extraños de personas que jamás entendieron ni un poquito de lo que es probar el infierno en tierra firme.
Deseaba llegar a puerto seguro siendo una chica de diecisiete años cualquiera, con una vida por delante y una adolescencia turbulenta por culpa de los desmanes que provocan las hormonas, ansiaba tener lo que se conoce como "vida normal", lo anhelaba y casi podía probar el sabor de lo que era la estabilidad emocional... pero sabía que era una mentira burda. ¿Qué chica de mi edad sueña constantemente con ojos color carmín siguiéndola en un bosque de hojas del mismo color? ¿Quién tiene pesadillas en las que le arrebatan literalmente el alma del cuerpo? Tengo visiones en mi diario vivir, puedo atisbar trozos de futuro incierto, pasados tristes, verdades horrorosas en sueños.  Yo puedo ver y oír el tiempo y a las personas.
Abrazo el diario de mi madre con fuerza y me prometo a mi misma que todo estará bien. A donde me dirijo no hay monstruos de ojos bizarros, no hay píldoras cada mañana ni inyecciones forzadas para dormirme, no estará la Señora Dylan para recordarme lo loca que estoy, ni la psicóloga que repite en cada sesión: Estrés post traumático.
Esto es lo correcto, me repetí antes de tragarme una pastilla para dormir y no recuperar mi conciencia hasta arribar en tierras desconocidas.

El reino del SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora