Adriel

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Sus ojos eran verdes, penetrantes y curiosamente familiares, le analicé a la rápida mientras le devolvía la mirada. Solo podía describirlo como guapo. Tenía unos labios carnosos, curvados en una mueca extraña y se notaba que su cuerpo era delgado pero probablemente tonificado.

Su cabello desordenado de color miel oscura caía sobre su frente y  alzó la ceja poniendo una expresión que no supe descifrar si representaba aburrimiento o frustración. Mi ceño advirtió estar severamente fruncido cuando una leve molestia punzó. Por algún motivo, claramente ajeno a mi conocimiento, me sentí tentada a alzar la ceja en respuesta a su insistente mirada.

Me devolvió la misma expresión desafiante al tiempo que cerraba su libro sin soltar mis ojos. Ahora parecía intrigado o más bien confundido. Estuve a punto de balbucear una maldición cuando con un grácil movimiento se paró de su mesa y emprendió paso ligero en mi dirección. 
Me maldije internamente y dejé de respirar cuando habló con voz de terciopelo:
-Hemingway es un poco profundo para gente de por aquí, así no lograrás mezclarte- Sonreía de forma descarada y burlona, mientras apuntaba mi libro, el cual cerré violentamente.

- No planeo mezclarme - solté al tiempo que sentía la sangre acudir a mis mejillas a borbotones, creo que mi tono fue más hostil de lo que esperaba.

Su risa era tranquila y musical, casi logró que dejara de fruncir el ceño, pero se mantuvo intacto mientras él corría la silla del frente mío para dejarse caer con gracia.
- ¿El señor Feraud no te dijo que fueses amable?
Me tomó media neurona intentar conectar las ideas, pero menos que eso tardé en replicar:
-¿Quién eres?
Su rostro se crispó en... ¿Decepción?
- Si nos vamos de aquí, te cuento- dijo en un susurro- estamos dando un espectáculo, las bibliotecas tienen por definición el "ser silenciosas"
- Yo estaba en silencio...-apunté con voz muy baja
- Aunque susurres, estamos dando de qué hablar- se encogió de hombros con gesto de inocencia
Alcé la vista por sobre su cabeza para toparme con el bibliotecario lanzándome una mirada furiosa y muchos pares de ojos descaradamente mirando al chico de ojos verdes. Asentí en silencio mientras guardaba mis cosas y le imitaba el paso. ¿Por qué estoy siguiendo a un extraño? 
-Lo sentimos mucho Señor J- murmuró al pasar junto al hombre tras el escritorio- no volverá a pasar.
El bibliotecario negó un par de veces y luego se me quedó mirando de forma curiosa.
- Más te vale, Darder.
Una vez fuera, me detuve en seco en el pasillo y esperé a que el desconocido, al cual acababa de identificar como Darder detuviese el paso, sin suerte.
Carraspeé de forma notoria.
-¿Por qué conoces a mi tío?
- Vamos a la cafetería Lisange, tus mejillas están pálidas, casi del color de tus labios y tus nudillos están morados, te vendrá bien un café y algo de comer ya que aparentemente usaste esta hora no para almorzar como todos los humanos- le miré desconfiada pero recordé que me había acabado mi brebaje caliente- Yo invito.

- Me siento ligeramente observada- solté entre dientes- Mira, honestamente, no estoy interesada, solo quiero saber por qué conocer a mi tío y a mí..
- Sí sí- Me interrumpió- Deja de hacer esto difícil. Feraud me encargó que no murieras tu primer día, creo que jamás se le pasó por la mente que harías huelga de hambre..
- ¿Cómo estoy yo haciendo esto difícil?- rodé mis ojos- No quieres decirme quien eres, sé que tengo cara de idiota, pero Eloan me enseñó que no debo hablar con extraños..
- Uff, eso dolió. Sígueme y te prometo, que una vez que salgamos de este clima de grado bajo cero, te cuento todo...
- ¿Lo prometes?- Alcé una ceja...Todo el parecía familiar y a la vez atractivo.
Solo me guiñó un ojo y aceleró el paso mientras su cuerpo tiritaba con violencia.

Llegamos a la cafetería e inmediatamente el aire cálido logró que mi postura se relajara. Mierda de clima, mierda de uniforme, mierda de biblioteca de gente rica sin calefacción. 

Nos acercamos a la vitrina para pedir y mis ojos se quedaron fijos en la máquina de café y los rollos de canela a su lado.

- Hola Patricia, un expresso y un latte de calabaza, por favor- le observé mirándome de re ojo cuando involuntariamente me puse tensa ante sus palabras- ¿Ese te gusta o no?

El reino del SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora