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Lisa no tardó ni un minuto en llenar la bañera, encontrar las sales de baño, desnudarse, apagar casi todas las luces y meterse en el agua. En cuanto estuvo sumergida notó cómo su cuerpo se relajaba y se mitigaba un poco el dolor de la pierna. Estaba casi dormida cuando llamaron a la puerta.

—He pensado que a lo mejor querías... —al verla Jennie se quedó callada— Lo siento, pensé que...

—¿Que estaría vestida y mojándome solo la pierna?

—Algo así —respondió medio tartamudeando y sin levantar la vista del suelo.

Lisa observó que Jennie se había cambiado de ropa y se había puesto una ropa de deporte de lo menos provocativa y, aun así, estaba para comérsela.

—¿Harmony ya está dormida?

—Sí, ha caído rendida en un santiamén. Y tú... ¿qué tal la pierna?

—Un poco rígida todavía —al igual que otra parte de su cuerpo, pensó.

—Si quieres te doy un masaje —le ofreció Jennie preocupada.

Si la morena seguía así iba a acabar con ella...

—No, gracias, estoy bien.

—No, no estás bien —protestó arrodillándose junto a la bañera.

—Jennie, de verdad, es demasiado peligroso.

—Vamos, piensa que soy una enfermera.

—Eso sólo empeoraría las cosas.

—¿Por qué no te limitas a recostarte y dejarme que te ayude?

Cuando por fin Jennie metió las manos en el agua, lo que preocupaba a Lisa no era que viera lo excitada que estaba, sino que estuviera a punto de ver y tocar la imperfección de su pierna. Sin embargo en cuanto sintió sus manos sobre la piel, se olvidó de su vergüenza y se le escapó un gemido de placer.

—¿Demasiado fuerte?

—No, está bien —al mirarla la vergüenza se fue convirtiendo en deseo— Demasiado bien.

—Pero estoy en una postura un poco incómoda. Si pudiera acercarme un poco más...

El movimiento de Lisa fue tan rápido que Jennie ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Sacó el brazo del agua y, rodeándola por la cintura, la levantó del suelo y la metió en la bañera encima de ella con ropa y todo. El agua salpicó por todos lados encharcando la mitad del cuarto de baño.

—¿Así estás lo bastante cerca?

Al principio Jennie parecía sorprendida pero enseguida se acomodó a la situación.

—Dímelo tú —le susurró al tiempo que le besaba los labios y paseaba su mano por el interior de su muslo.

Lisa volvió a gemir.

—Jennie, no quiero volver a mi casa.

—¿Esta noche?

—Ni esta noche, ni mañana... —tomó su rostro entre las manos y la besó tiernamente— Allí me siento muy sola.

Jennie le recorrió los labios con la lengua.

—Entonces quédate aquí.

A pesar de que aquellas palabras dejaron a Lisa casi sin sentido, se las arregló para decir:

—La gente va a hablar —le advirtió al tiempo que le agarraba las nalgas.

—Empezaron a hacerlo hace tiempo.

AFTER THE STORMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora