6.Agradecido con mamá

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Regrese tan rápido como se me permitió a casa, mamá ya estaba lista para servir la cena. Me sonrió y ofreció sentarme, le regrese la sonrisa y me senté a la mesa.

Estaba sonriendo como estúpido mirando como mi mamá paseaba con los platos de aquí para haya, sirviendo la comida. Aunque no lo demostrará estaba casi que gritando, es que dios... ¡Mamá estaba en casa, cocinó y me está sirviendo la comida! Me sentía como si estuviera viendo una película de terror, estaba emocionado y asustado, es que era tan irreal.

— ¿Que harás ahora, mamá? — le pregunté cuando puso un plato lleno de comida frente a mi. Ella pareció pensarlo detenido sus pasos.
— No te preocupes... Yo puedo — se sentó a mi lado y agradeció por la comida, y susurró algo que no pude entender, algo que le hizo querer llorar, ya que pude ver cómo de sus ojos salía una diminuta y casi invisible lágrima.

Mamá, no llores, estoy aquí, quise decirle. Más no salió nada de mi boca, solo miré mi plato y comencé a comer.

El ambiente comenzaba a estar entre lo incómodo y cómodo, quería hablarle, quería contarle mi vida, quería saber de su vida. Pero ¿Cómo empezar? Ya no conocía a mamá para nada, no sabía si mi mamá había cambiado sus gustos... ¿Escuchaste mamá? ¡Tu hijo no te conoce! Y ¡Tú no lo conoces! ¿Cómo es esto mamá? ¿Cuándo es que pasó tanto tiempo y sin darme cuenta, mamá...?

— ¿Ha cambiado algo, mamá? — dije sin mirarla. Pero aún así pude verla, ver cómo dejó un pedazo de comida volando en sus palillos. — ¿Has cambiado, mamá? — fingí desinterés, pero realmente quería saber, tenía tanta curiosidad, estaba ansioso, quería conocerla, quería saber quién era mi madre.

— No lo sé, no he tenido tiempo ni de saber que es lo que me gusta o no me gusta... Quizás tome este tiempo para descubrirlo también — me sonrió llevando aquel pedazo de comida a su boca.

Sentí lo incómoda que seguramente se sintió mi madre, sin embargo, quería saberlo todo, así como una fanática de un Idol se sabe hasta la hora de su baño, ahora que lo penso... Eso se escuchaba un poco enfermo, o quizás más que un poco. Eso da miedo.

—¿Me odias? — cuestionó revolviendo la camida de su plato.

Yo no estaba enojado con mamá por su ausencia en casi todo mi vida, tampoco iba a quejarme por tener que aprender todo por mi cuenta, a cuidarme solo. De cualquier manera, ella trabajaba para mantenerme y darme de comer al menos un pedazo de pan. Así que por que debería odiarle, no es su culpa que en ese momento no hayamos tenido el suficiente dinero como para que se diera el lujo de estar todo el día en casa conmigo para cuidarme, se que se esfuerza demasiado para mantener el dinero para poder darme de comer todos los días y mandarme a la escuela. Recuerdo cuando yo era apenas un niño y ella a pesar de todo su trabajo intentaba venir siempre a recogerme al salir, o cuando regresaba del trabajo y me encontraba despierto siempre me sonreía y me llevaba a la cama para contarme un cuento hasta quedarme dormido, apesar de que tan cansada estuviera. Incluso recuerdo que al despertar por la mañana ella seguía sentada en el costado de mi cama y con su cuerpo recargado en el respaldo, a veces solía llegar tarde por culpa mia, recuerdo que me castigaba obligándome a ver un maratón de su novela favorita los domingos cuando aún los tenía libres.

Algunos secretos no quieren ser revelados, y eso lo sé. ¿Fingirías que soy un niño de nuevo? ¿Fingirías que aún no sé cómo abrocharme las abujetas  de los zapatos?  Siempre se quedaban ahogadas las palabras encerradas en un candado de corazón con las llaves perdidas.

— No te odio — mi voz salía queriendo controlar el no quebrarse. Mamá se sentiría mal.

Si sientes el aire fresco, te daré mi abrigo aunque yo muera de frío. Si tienes hambre, te daré mi plato aunque no tenga nada que comer.

No me importa...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora