Lava

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"La traicion, la venganza, el intelecto..."

Tomó un mechero en su diestra y en su zurda, un poco de tierra y piedra, observando fijamente la danza que hacía la flama, el cielo repentinamente oscurecio, anunciando la presencia de los seres superiores.

"Dame el poder de cambiar a cenizas su aspecto..."

Tiro lo que había en su mano izquiera a la lava frente a sus pies, parte de la decoración del altar a los Dioses oscuros, escuchando el siseo que provocaban los materiales al caer sobre el ardiente líquido y derretirse hasta formar parte del líquido rojo.

"El dolor, la oscuridad, la inconsciencia..."

La lava empezaba a crear una corriente desde las esquinas hasta el centro, salpicando un poco alrededor de sus pies, cayendo un poco sobre las piedras que conformaban el altar y dibujando una calavera en la porosidas del bloque.

"Dame el poder de cambiar a fuego su apariencia"

Una llamarada de fuego nació sobre la baldosa frente a él, cegandole por un momento. El fuego se fue extinguiendo hasta dejar cuatro botellas con un líquido rojo carmesí, que empañaban los laterales de la botella.

—Perfecto, ahora solo tengo que llevar a cabo mi plan- sonrió con malicia. Para finalizar y como agradecimiento, sacrificó otra oveja.

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Reunía los materiales en sus cofres para recostruir los daños que había sufrido en un atentado.

Que temía, hubiera sido realizado  por el castaño de ojos café que le había recibido con tanta amabilidad en ese pueblo.

¿Tanto le había afectado que le hubiese dado su voto a otra persona?

Un suspiró escapaba por milésima vez de lo que llevaba su día, pues le entristecia que su amistad, aún no pudiera resolver dicho clavo suelto.

Una explosión le sacó de su ensoñación y corriendo escaleras arriba, se apresuró, para poder descubir al perpetuador, que rezaba a los Dioses, no fuera Luzu, su niño.

Abrió la puerta, sorprendiendose de la oscuridad que le avecinaba. ¿No había amanecido hace pocas horas?

Dejando de lado el extrañó movimiento de los astros, corrió a la salida de su casa, a un lado del corral de cristal de Abduzcan, solo para encontrarse a quien mas temía.

Luzu.

—¡Luzu! No, eso esta mal- le rogaba que se detuviera, pues podía ver en su mano, las flechas encantadas con afinidad al fuego.

—Auron, te he traído un regalo- fruncio el ceño con inquietud, ¿Un regalo después de escuchar semejante explosivo?

—Si es algo explosivo, no lo quiero- la sonrisa seguida de su respuesta, le desconcerto.

—No, es algo mucho mejor- una botella fue lanzada directamente a su cara, provocando un pequeño desequilibrio al recibir el impacto, dos más seguidas a sus pies, le provocaron que tropezara y cayese.

Entonces comenzó.

El infierno empezó a propagarse en su piel, sentía la temperatura de su cuerpo subir y sus terminales nerviosas suplicar por piedad.

¿Slime, miel, lava o una puta naranja?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora