5 ¿PASIVO, AGRESIVO O ASERTIVO?

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Los pasajeros comenzaron a bajar del autobús.
El señor Meneses se acercó a sus hijos y dijo:
—Tengo que confesarles algo. La otra noche, en la empresa...
— echó un furtivo vistazo alrededor—, abrí la oficina del
gerente y saqué el dinero de la caja chica...
Extrajo de su bolsa un pequeño fajo de billetes; no eran
muchos, pero suficientes para fugarse del país. Owin y Beky
escuchaban aterrados.
—Esos policías... —continuó Waldo Meneses—, tal vez me
busquen a mí. Tendremos que separamos —quitó la liga de los
billetes y le dio a los niños la mitad—. Yo puedo escapar si
estoy solo. Juntos nos atraparían. Bajen y caminen disimuladamente. Vayan a la plaza central del pueblo, frente a la catedral. Ahí los veré.
— No... no papá—dijo Owin.
—Tengo miedo —comentó Beky.
AI mencionar la palabra miedo, ambos recordaron los
apuntes y se dieron cuenta que era una emoción de frenado.
¡Había que detener a su padre en esa loca idea y corregir el
rumbo!, pero ¿cuál era el correcto?
—Las cosas empeorarán —lo intentó Beky—, es mejor
entregar todo y pedir perdón.
— ¡No digas tonterías! Si hago eso me meterán a la cárcel.
— ¡Pero papá, de todas formas...!
— ¡Cállate!
El señor Meneses comenzó a temblar, y chorros de sudor le
corrieron repentinamente por la cara. Emitió algunos pequeños
gemidos...
—Déjenme. Váyanse ya. ¡Pronto!
Los muchachos se repartieron el dinero y lo escondieron en
el interior de sus zapatos. Tomaron, como único equipaje, la libreta de su madre. Se pusieron de pie y caminaron hacia la salida del autobús. Frente a ellos, una señora obesa intentaba pasar por la puerta con cuatro bolsas de plantas y comida.
Varios hombres trataban de ayudarla desde abajo.
— Si nos da los paquetes, podrá salir mejor.
—No hace falta. ¡Yo puedo hacerlo!
Verla en su terca obstinación de cruzar con semejante cargamento por un espacio en el que a duras penas cabía ella
sola, era digno de asombro e hilaridad. Cuando al fin pudo dar el último paso, una de sus bolsas de plástico reventó, ella
tropezó y un florilegio de verduras se regó por el suelo.
Mientras policías y mirones ayudaban a la voluminosa mujer a levantarse, los niños aprovecharon para bajar con cautela del autobús y caminar hacia la estación. Se ocultaron detrás de un enorme pilar y observaron a lo lejos. La señora gorda se había incorporado y trataba de atar sus verduras con el plástico de la
bolsa rota. Los pasajeros estaban recogiendo sus respectivas
maletas.
Owin y Beky guardaron el aliento y se quedaron quietos.
Frente a ellos, en el pilar, había un póster publicitario en el que
se invitaba a todos los transeúntes a participar en una
convención internacional de comunicación eficaz.
Beky lo observó y dijo a Owin:
—Esas clases son como las que tomaba mamá. Si salimos
bien, sería bueno asistir con papá a ellas ¿no crees?
Owin miró el póster sin mucho interés. Estaba demasiado
nervioso como para planear argucias educativas, sin embargo, la publicidad impresa le pareció interesante. Decía:
¿Cuando tiene problemas con la gente, usted se comporta:
PASIVAMANTE? — callado, inhibido, manipulado por otros, enojado en secreto y lleno de rencor.
AGRESIVAMENTE? — autoritario, violento, decidido
a todo, malhablado, dispuesto a pelear.
ASERTIVAMENTE? — en el punto medio entre la pasividad y la agresividad. Hablando con franqueza sin ofender, siendo sincero sin irritar, defendiendo su dignidad, sin manipular.
La asertividad es una destreza que se desarrolla con la práctica. Nadie nace asertivo. Serlo es una muestra de madurez y equilibrio.
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comunicación eficaz y aprenda
las técnicas esenciales..!
Owin dejó de leer porque Beky quiso despegar el cartel
publicitario, pero estaba adherido con un fuerte pegamento.
— ¡De... deja eso... Mi... mira para allá!
Los pasajeros recién llegados en el autobús se habían retirado
llevándose sus maletas. En el enorme compartimiento sólo
quedaban dos mochilas viejas y un costal mugriento.
El policía que parecía al mando se asomó al interior del
autobús sorprendido porque no bajaba nadie más. Ordenó a sus subalternos primero que revisaran la etiqueta de las maletas olvidadas, y después que las abrieran. De inmediato hallaron los aparatos robados. Entonces comenzaron a actuar con rapidez.
Dos de los agentes subieron al autobús. Los chicos temían lo
inevitable. Con toda seguridad, hallarían a su padre escondido
entre los asientos. Owin lo imaginó apareciendo con las manos en alto, tratando de huir y siendo acribillado a balazos por los policías.
— ¡No, Dios mío! —murmuró— . Haz que mi padre actúe
tranquilamente...
Uno de los oficiales bajó del autobús y gritó con tuerza:
— Aquí adentro no hay nadie. O el señor Meneses no venía
en el camión o escapó sin que lo viéramos.
— ¡Búsquenlo por los alrededores!
Owin murmuró aterrado:
—Di... dijeron "señor Meneses". Quie... quieren capturar a...
papá!
— ¡Vámonos de aquí! — sugirió Beky.
Echaron a correr tan repentinamente que el movimiento fue notorio para los policías que miraban alrededor.
—¿Vieron esos niños? —preguntó el comandante, y acto
seguido ordenó— : ¡Vayan tras ellos!
La estación de autobuses estaba colmada de transeúntes.
Como en un videojuego, Owin esquivó, obstáculos, pilares,
sillas y gente que iba y venía. Beky no tuvo la misma habilidad.
Cometió el error que cometen los corredores novatos: mirar
hacia atrás. Al hacerlo se topó con un viajero y rebotó cayendo al suelo. Se levantó, pero volvió a girar la cabeza y se tropezó
de nuevo. Los policías la alcanzaron.
—¿A dónde vas con tanta prisa, niña? — la detuvieron de los
brazos para llevarla de vuelta con el comandante.
Owin llegó a la calle jadeando y se agazapó de espaldas a la
pared del edificio esperando a Beky. ¿Dónde estaba? Quizá en
el intento de esconderse había tomado un camino distinto.
Regresó sobre sus pasos con mucho sigilo. Recorrio lentamente la enorme y concurrida sala general de la estación. Miró de un lado a otro. Fue inútil. Salió de nuevo y cruzó al otro lado de la calle. De frente al edificio, echó un amplio vistazo a la acera. Su hermana no estaba. De pronto, sintió una mano como de hierro
que le apretaba el cuello.
—¿Buscas a alguien? — le preguntó un policía.
—N... no... —contestó— , e... estoy esperando que., que
llegue mi... mi tío... en un autobús.
—¿De veras? ¿Entonces no te importa que castiguemos a una
niña que acabamos de capturar?
— ¿Be... Be... Beky?
—Sí, Beky.
El agente atravesó la calle llevando al chico de regreso sin aflojar la presión que ejercía sobre su cuello.

Sangre de campeón SIN CADENASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora