Capítulo 6

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-¡Patrick! Hermano mayor, díme si recuerdas algo de cuando vivíamos con nuestro padre.

Arthur y Alice habían ido a buscar a Patrick a la cabaña de los generales, donde también se encontraba Gilbert, Eli, Pedro y Alfred.

Patrick se había quedado tieso ante la pregunta. Si bien no recordaba nada, la pregunta le vino amenazante, como un balde de agua fría.

-¡No digas tonterías, Alice! Claro que aún recuerdo a papá, y aún si no lo hiciera, todo está bien. La isla es tan asombrosa que no necesitamos de nada más.

Clap

Arthur había abofeteado a Patrick.

-¿Cómo puedes decir eso? ¡Se trata de tú familia!

Alfred y el resto de generales se habían propuesto no interrumpir la riña familiar, pero llegado a ese punto, el mayor decidió interferir tocando con delicadeza una sección de la cabeza de Arthur, en la nuca.

-Arthur, cálmate, prometí llevarlos a casa y eso voy a hacer. Una pequeña amnesia es normal los primeros días de estadía.

Alfred hizo una seña y Eli trajo algunos cojines, Alfred hizo sentar a Arthur, que se había de repente puesto muy sumiso.

Patrick sobó su mejilla, claramente molesto con su hermano mayor.
Alice se asustó, y se fue a esconder detrás de un recién llegado Kiku, que sudaba horrores por haber tratado de seguir el paso de los hermanos Kirkland.

-¿Es así? - Pregunto con sus ojos verdes casi perdidos.

-Si, muy normal. No tiene nada malo olvidar, hasta es relajante - le susurró al oído - tan relajante que quieres olvidar más, tan relajante que quieres dormir, ¿no es así?

- Si...yo quiero dormir.

- Bien, pues querido Arthur, vas a olvidar este incidente y te irás a dormir. Cuando despiertes, estarás muy felíz  de verme e irémos juntos a la fiesta.

Dicho esto, el mayor Kirkland se durmió, Alice también, aunque ella estaba en manos de Kiku, el chico de prominentes rasgos asiáticos.

-¡Qué problemáticos que son tus hermanos ! - Exclamó Alfred, cargando a Arthur como una princesa.

- Lo siento, señor.  No quería arruinar la reunión.

- Para nada, general Patrick. Ustedes sigan hablando y yo iré a dejar a Arthur en su cabaña.

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Arthur despertó con un muy buen sentimiento de felicidad invadiendolo.

La luz de la luna se asomaba perfecta por la ventana, el clima se sentía perfecto y pocas veces realmente habría podido decir que tuvo un sueño tan pleno como el de ese día.

Sus ropas ya estaban colgadas en la pared, listas para usar. Y cómo estaba tan feliz, no pudo evitar imaginarse tan guapo y gallardo como era.

Se peinó con impropia coquetería sus hebras doradas, apreciando a su vez su respingada nariz y sus profundos orbes esmeralda. Con las ropas se veía elegante, atractivo, y no podía si no desear con más desesperación que la hora de la fiesta llegara.

"Cuando me miren" Pensaba, y luego fue "Cuando el me mire", pero...¿de quién hablaba? "Cuándo Alfred me vaya a mirar..." Pensar en Alfred le generaba dentro de todo, mucha alegría.

Claro, no podía haber nadie más. Quizá nunca lo hubo, y si si, ¿qué más daba?

Pronto llegó un Yao, otro de los niños con rasgos asiáticos a su puerta.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2020 ⏰

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