Untitled Part 2

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-¡Buenos dias Pipo!, ¿adónde vas?

Ni siquiera volvió la cabeza.

Salió a la calle, recibió el calor y la luz del sol en su rostro, miró calle arriba y abajo buscando a sus amigos. No vio a ninguno. Se paró a juguetear con un hormiguero, le extasiaba observar el ir y venir de las hormigas cargadas con la comida para abastecerse en invierno. A veces los amigos cogían a dos especímenes, las más grandes que veían, las quitaban las antenas y, juntando una con otra, comenzaba una feroz y descomunal batalla a ciegas por la supervivencia, sin saber ni contra quién ni contra qué luchaba.

Otras veces, secuestraban un ejemplar al azar, buscaban entre los viejos ladrillos de los muros de las casas, una tela de araña, y lo arrojaban entre la pegajosa y atrapante sustancia de la que, la hormiga, por más que luchara, jamás llegaría a liberarse. Seis, siete, ocho cabecitas curiosas, hipnotizadas,  ¡expectantes! Por esperar, podían esperar el tiempo que fuera necesario, -tiempo, era una palabra que no entraba en su vocabulario- para ver salir a la fría, malévola, amenazante y asesina araña, a la dueña y señora de ese recóndito e interminable remolino de tela, la cuál, como si patinara sobre su enmarañada obra de ingeniería, rápida... muy rápida, en décimas de segundo, el insecto quedaba despojado de su envoltorio, y se perdían de vista hacia el interior de la obscura cueva.

Eterno sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora