El Rescate

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Comenzaba Julio y no podía ser de otra forma para el Etile, con hazañas. Esa tarde en aquel pueblo Walt junto a su tripulación cantaron la victoria sobre los desalmados pero no todo era para bien, El Niño aún no ha vuelto.
En todo el grupo que había bajado desde los montes no se veía El Niño secuestrado. Miguel no podía más de miedo y rencor, el solo hecho de que le podían haber hecho algo a su niño le hacía hervir en cólera.
-Walt, si no recuperó a mi hijo esta tarde no se que podría hacer mañana.
-Miguel, quieto. Hoy abrazaras a tu hijo nuevamente.
La seguridad de Walt, se contagió en todo el espíritu de Miguel, sería después de todo una noche feliz.
Cuando finalizo la batalla, los desalmados huyeron despavoridos, sin antes surtir amenazas a los cuatro vientos.
-¡No veras más a ese niño!
El sol se había ocultado hace unos minutos, el capitán bien sabía que podía aprovechar esos momentos. En una pequeña reunión con Marcos acordaron el plan que ejecutarían esa noche, cuando afinaron los detalles de la osada proeza de la comunicaron a Miguel, quien valientemente los acompañó.

Solo los tres y una luz pequeña de vela emprendieron el viaje por los cerros, el camino no fue sencillo tuvieron que sortear lagos, acantilados y caminos tupidos. A lo lejos se divisaba una fogata, -Llegamos a su refugio- pensó Marcos.
Estando cerca de ellos se podía apreciar una pequeña sombra, una sombra que decía lo frágil que es la vida de un niño. Pequeño, tembloroso, era evidente que no había comido por días. Aquella escena impactó en lo profundo de Walt.
-Esperaremos la oscuridad total y actuaremos.
Esperaron por dos horas más, que acabará el festín de los desalmados, cuando se apagó lo ultima fogata se descubrió una oscuridad tal que ni las manos de podían ver. -Es momento- susurró Walt.
En una aventura más, el capitán no hubiera dudado en utilizar la violencia, pero esta era diferente, había un inocente.
Miguel en sutiles pasos avanzó hacia donde estaba su hijo, solo alumbrado por la pequeña vela, mientras Walt y Marcos vigilaban el sueño de los demas. Cuando el muchacho despertó y vio a su padre le saltó el corazón, aquel hombre que le prometió cuidarlo siempre estaba cumpliendo su promesa. Porque así es la vida de un padre, cuidar a sus hijos incluso dar la vida si fuera necesario.
Ya con El Niño en brazos se aprontaban  regreso. En la bajada desde el cerro ya a medio camino del pueblo se escucha una grito rabioso.
-¡Se han llevado al Niño!

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