𝐎.𝐒‖ ❝Historia corta y rapida de leer, como su mismo nombre lo dice de un golpe.❞
Pequeñas historias de nuestros ships favoritos de la serie "Disney Bia", historias de amor y desamor, de la desesperación y el dolor, de todas las emociones que uno...
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"Cuéntales, que no puedo vivir sin ti."
Manuel tachó la hoja, nada se le venía a la cabeza, sabía que Víctor no lo podría ayudar, se estaban por cumplir 10 años de que perdió a Helena y a Lucas, estaba mal y lo que menos quería ahora era escribir una canción de amor.
Se puso a pensar, no podía ser que no se le viniera una sola idea a la cabeza, hasta que vio unas partituras con los dibujo de la persona que lo tenía loco, estamos hablando de Bia Urquiza, nada más ni nada menos que la hermana de Helena Urquiza, un gran problema para estos pobres enamorados.
En su mente vinieron recuerdos con ella, cuando escribieron Primer Amor, el día que se besaron por primera vez, el día en que la conoció, cuando la escuchó cantar, pensando en todo eso se dio cuenta que no quería volver a España, se dio cuenta que se enamoró por primera vez y que iba a luchar por ella, cueste lo que cueste, tomó su libreta rápidamente y escribió.
"Cuéntales, que te enamoraste por primera vez."
Sonrió al darse cuenta que ¿Manuia?¿bima? No recordaba como había dicho Chiara, ¡BINUEL!, se dio cuenta que Binuel era más Real que nunca, que jamás iba a dejar de sentir amor por ella, porque estaban conectados, destinados. Pensando en eso recordó la leyenda, la que le había contado Bia.
Las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia.
No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirara hasta el infinito pero nunca se romperá. Su dueño es el destino.
El hilo rojo los conectaba, él lo sabía, estaban destinados a estar juntos, la conexión entre ellos, la manera que sus cuerpos y sus labios encajan a la perfección, esa facilidad de entender al otro, de sentir su dolor y felicidad.
Ese amor no era pasajero, ese amor era obra del destino.
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