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Vaya, había mucho de ese día que en realidad, no podía recordar del todo sino cuando los doctores bailaban a su alrededor.

Aaron seguía jugando con el volcán de barro cuando su madre apareció en la puerta, Mery corrió a abrazarla, pero en su lugar, ella la tomo en sus brazos, estaba llorando.

¿Qué pasa, mamaíta? —Preguntaba la pequeña Mery mientras su madre la sentaba en la mesa de la cocina.

Mery, mi cielo, necesito que le hagas un gran favor a tu amigo. —Decía ella.

—Tengo miedo...

Lo sé, lo siento. Necesito que se queden en tu habitación viendo tele, no quiero que bajen por nada del mundo ¿Lo harías por mí?

Y luego, el teléfono sonaba y su madre le gritaba que se fueran arriba, Aaron estaba confundido, pero accedió, y mientras miraban televisión, Mery no hacía más que preguntarse de que vendría la discusión que se llevaba en el piso de abajo entre su madre y una voz desconocida, y porque las tres parecían asustadas.

Ese fue el único día en que Aaron se quedó a dormir, al día siguiente, muy temprano, el hombre se lo llevo en su auto.

¿Quién es usted? —Pregunto Mery mientras aquel extraño estrechaba su pequeña mano.

Soy el mejor amigo de tu padre, y el tío de tu amiguito—Explico el hombre, con el rostro de un adulto asustado, a diferencia de los niños, los rostros de los adultos al sentir miedo eran algo menos evidentes. —Lo siento, pero voy a tener que llevarme a Aaron un tiempo.

¿Un tiempo? ¿Cuánto tiempo?

No lo sé. —Confeso el hombre, se puso de pie, y se fue en el auto.

Aun recordaba el rostro de Aaron, pegado al cristal de la ventanilla, no se había movido cuando se acercó para despedirse, y tampoco lo hacía cuando avanzaron y se perdieron de vista en aquel día especialmente soleado y caluroso.

El hombre había dicho una mentira, jamas volvió a ver a Aaron.

—Meredith.

Abrió los ojos y creyó ver a su padre, en realidad, era el doctor Cody.

—Buenos días, doc.

—Muy buenos días.

Los únicos que recordaba de la entrada al hospital eran al doctor Cody, y a su madre, y este intentaba hacer que dejara de llorar, explicándole que una fisura en la costilla y una contusión leve en el cráneo no tenían por qué ser el fin del mundo.

— ¿Cómo nos sentimos el día de hoy? —Pregunto dándole, igual que todos los días, un vistazo a aquella tablita con su información médica.

—Sin dolores de cabeza, aunque...duele un poco al respirar.

El doctor Cody venía con órdenes de cambiar sus vendajes, resultaba extraño, además de que picaban mucho, fue todo un placer quedarse quieta mientras retiraban las vendas, con un último tirón, experimento una descarga dolorosa de parte de su frente.

—Bonito chichón. —Comento el doctor Cody mientras asentía con la cabeza y volvía a cubrir la herida con un par de vendas más pequeñas.

—Doctor ¿Cómo esta Aaron? —Pregunto una vez se sintió más cómoda para expresar su preocupación, algo que había comenzado a entender sobre el doctor Cody era que no le gustaba hablar de sus pacientes con otros pacientes.

—Ah, si ¿Son amigos?

Le dedico un vistazo a las flores que había dejado su madre, estaban comenzando a marchitarse.

El diario de Meredith KingWhere stories live. Discover now