Santa mierda. Santa puta mierda. O este tipo era demasiado imbécil o ignoraba el hecho de que todos nos sentíamos sumamente incómodos con su sola presencia. Rize por su lado, sólo se limitaba a jugar con el mantel de la mesa. Pobre, si tan sólo tuviera el poder de la palabra, esto habría terminado hace tiempo.
¿Cómo narrarles mi agridulce y fallido romance con Furuta? ¡Bingo! Desde donde todo se fue en picada. Desde el jodido inicio.
Y cómo cualquier relación de principiantes, nosotros fuimos la primera vez (para casi todo) del otro. Tenía veintidós años cuando empezamos a salir, y lo conocí cuando apenas comenzaba mi carrera artística. Furuta provenía de un exquisito linaje de profesionales, cualquiera que naciera en la familia Nimura se podría decir que tenía el éxito asegurado. Por supuesto, Furuta también, y este hombre había resultado todo una maravilla al graduarse de la Facultad de Economía y Finanzas.
Yo sé que se preguntan, ¿cómo demonios se conocieron si sus vocaciones no tienen ni un carajo de relación? De por sí, ambos juntos éramos tan disfuncionales.
El padre de Furuta fue (y es) un importante crítico en la industria artística y pintoresca. Creo que con decir que cualquier cosa que salga de su boca tiene mayor validez que un ensayo completo, te puedes hacer una idea. Pues bien, gracias a su padre la gente comenzó a tenerme más en cuenta, incluyendo a su hijo; sonará arrogante, pero no me sorprendió para nada. Si bien, me gané el respeto del gran crítico Nimura con mis primeras obra, pero haberlo tenido como suegro durante algún par de años me hizo poner los pies sobre la tierra.
A Furuta al parecer siempre le llamó la atención el arte, quizá por eso le rogó a su padre que le concediera el capricho de acompañarlo a la misma exposición de arte en la que yo asistiría. Y ahí nos conocimos. Por supuesto les doy un tip, si planean coquetear con alguien, procuren que sea en un lugar desértico. No sabes las sorpresas que te puedes llevar por parte de su entrepierna. ¿Y por qué no? Puede que incluso tengan que recurrir a la confrontación carnal en el cuarto del conserje porque el lugar más íntimo y despejado está al otro lado de la catedral. Es una anécdota, sí.
Después de ese memorable día, seguimos contactándonos, muchísimas veces diría yo, tantas veces que se convirtieron en años. Hasta que Furuta tuvo la necesidad de ponerle etiqueta a nuestra aventura. Me pidió seriamente ser su pareja y acepté. No porque lo amara, sino porque una parte de mí necesitaba apoyo moral y un hombro en el cual recargarse. En ese tiempo apenas había abandonado mi hogar y hablar con mi madre sería una total pérdida de tiempo, principalmente porque no aceptaba que fuese una artista. Furuta era lo único racional y honesto en mi vida, el único capaz de hacerme ver la cruda realidad con amor y comprensión. Pese a ser algo adulta, aún necesitaba afecto.
Todo estaba yendo bien al inicio, pero el trabajo de ambos pronto comenzó a consumirnos y aunque vivíamos en el mismo apartamento, cada quién estaba por su lado. Habían veces en las que Furuta no regresaba a casa, y jamás lo cuestioné. Existía en mi el temor de preguntar y creer que algo me ocultaba aunque no fuese el caso. Pasamos dos años enteros así, hasta que al cumplir los veintiséis él llevó a mi fiesta de cumpleaños a una amiga de su oficina, Rize. Era agradable y muy risueña. Incluso sentí que se había llevado el protagonismo de mi fiesta, y Furuta era demasiado atento con ella, mucho más de lo que me hubiera gustado.
No sé si fue cosa mía, pero Furuta logró fascinarme con ella. Me lavaba el cerebro hablando cosas increíbles de ella que incluso yo comencé a creer que realmente era genial. Incluso algunas de nuestras charlas se trataban de ella pese a que no estuviera su presciencia. Poco tiempo después entendí que sólo quería prepararme para su verdadera intención.
—¡Vamos, Touka! Será divertido, es una experiencia nueva—intentó por quinta vez. Estaba intentando hacerme cambiar de opinión—Y Rize no se entrometerá más en nuestra relación.
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Musas | Touken, AU
FanfictionUna de las más cotizadas pintoras del mundo (Touka Kirishima, la cual desapareció un año entero del ojo público) ha encarecido con el cuerpo de un joven muchacho, según ella "ni muy escuálido ni muy opaco": su vecinito de la 26, Ken Kaneki, un chico...