«Hasta en las flores existe la diferencia de suerte. Unas embellecen la vida, y otras adornan la muerte.»
-Hector Gongora.
Advertencias:
➤Los personajes le pertenecen a Koyoharu Gotoge.
➤Normal Au; época actual.
➤Pareja GiyūShino.
➤Spoilers del mang...
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«Hasta en las flores existe la diferencia de suerte. Unas embellecen la vida, y otras adornan la muerte.»
—Hector Gongora.
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Giyū Tomioka considera afortunadas a las flores.
No por su belleza, ni por el distinto significado que cambia con su uso. Las admira, les parecen muy hermosas; pero a su vez desea ser como una de ellas. Anhela con frenesí poder ser como ese precioso y melancólico tipo de flor que descansa armoniosamente en unas manos frías que antes vestían de calor, ese triste tipo de flor que adorna un traje oscuro y lúgubre con su escaso brillo blanco. Ese distintivo tipo de flor que recuerda sueño tras sueño, atormentándolo desde sus pesadillas hasta en pensamientos más profundos, persiguiéndolo amenanzadoramente por querer verle sufrir sin descanso.
Ese hermoso y vomitivo tipo de flor que lleva consigo la mujer que más amó.
Camina afligido por entre la multitud, reflejando en sus ojos profundos y caídos un recuerdo cruelmente aciago. Pasa a un lado de la menor de las tres hermanas a las cual dos la muerte se ha llevado; sus pupilas moradas levemente dilatadas y grandes ojeras que manchan su piel de porcelana clara son lo primero que logra distinguir por entre tantos detalles. La pequeña observa el suelo con aire cansado, harta de tanto sufrimiento en su corta y miserable vida. A su lado, un chico con una cicatriz de quemadura en la frente la abraza por los hombros, intentado calmar los alaridos feroces que resuenan en el interior de la demacrada joven.
Siente pena, y odia sentirla.
Apenas y recuerda haberla conocido antes, pues poco le importaba esa chiquilla en el pasado, ya que su dulce y preciosa hermana mayor opacaba toda su simple y tímida atención con solo presentarse frente a él, soltando con veneno esas frases que tanto le molestaban, para luego reír con elegancia por sus reacciones. Como la vez en la que daban un corto paseo por una pradera alejada de la ciudad, y él corrigió una equivocación que la muchacha cometió con respecto al paisaje a su alrededor, y ella escupió con una sonrisa que ocultaba una furia rabiosa que todos lo odiaban.
