Memorias de un chaval antisocial

37 6 0
                                    

 Mucha gente no sabe por dónde empezar a contar su historia, que si diciendo su situación actual, que si van a morir, que si mi vida cambió de ser una normal a, en un segundo, ser la persona que defiende cualquier cosa cuya función desconozco..., eso son solamente trucos para preocupar al lector, o más bien tonterías que acaban mágicamente bien en su historia; este caso,  es una excepción.

 Empezaré por presentarme, soy Feliciano, probablemente el chaval más antisocial de 15 años que podáis imaginar. Que sí, que sí, que al igual hay gente como yo en otros universos o quizás, y solo quizás, en la misma galaxia. Mi vida es bastante lineal como podréis suponer, no hay cambios, cada día más aburrido que el anterior y con más ganas de destruir todo mi alrededor, pero no todo el mundo tiene presupuesto para un rayo mortal, ¿sabéis? En fin, actualmente voy a  un instituto que está localizado en una zona bastante peculiar (la zona es famosa por el número de muertes anuales en él , ¡es un récord universal!), en fin que me desvío. 

 Últimamente en mi instituto están sucediendo cosas extrañas, aparte de que hay niños esclavizados y otros que reciben latigazos por no realizar trabajos, se están investigando casos de desaparición de chavales que poseían alguna enfermedad mental que les dificulta el aprendizaje o simplemente aquellos burros que sacaban malas notas. Ahora mismo temo por mi futuro, debido a que me encuentro al lado del despacho del temido director, el cual estará gritando a un chaval por vandalismo en los baños públicos (os aconsejo que no entréis ahí) y a punto de dictar su sentencia fi...

-¡Feliciano! ¡Haga el favor de entrar! ¿O tendré que amenazarle con una expulsión inminente como la última vez?

-No señor, ahora mismo entro (en mi barrio se dice que los calvos son los más perversos, y como el director es calvo, secundo esa opción).

Entré en el despacho y sólo vi cuadros y fotos suyas a un lado de su adolescencia (lo sé porque tenía pelo y muchos granos, pero sobre todo por el pelo), al otro los trofeos del instituto en campeonatos de sabe dios qué; y detrás suyo, su diploma y apuntes importantes.

-¿Sabrás por qué te he convocado, no Feliciano?

- No tengo ni la más remota idea señor.

-Me preocupan mucho tus notas Feliciano, aparte de bajar la media académica arruinas tu propio fututo, ¡tu vida! ¿Qué te hace pensar eso?

-Pues me viene dando igual, no tenía pensado ser científico o abogado, sino artista, cantante o lo que simplemente Dios quiera.

-Ya veo... Así que no piensas cambiar... Coja ese libro de la estantería señor Feliciano.

Cogí el libro, por un momento pensé que se trataba de un truco mental para absorber mi energía o matarme simplemente, pero no, aunque en cambio, la estantería se apartó, y el director me invitó a pasar. En un principio me negué obviamente, pero luego pensé que era algo que me deparaba el destino y así era.

-¿Qué le sugiere el nombre del título?

-No sé, está borroso, no puedo leerlo.

-Con que otro que es incapaz de leer un título..., como supuse Feliciano, usted no vale ni el oxígeno que respira cada segundo con inseguridad. Dígame, ¿por qué está tan nervioso?

-Porque me da miedo estar a solas con un perturbado mental, sobre todo si es calvo.

-(...)

-Pero sobre todo, porque he oído que están desapareciendo niños como dice usted que soy yo, que no tienen futuro.

-Aaaah... Déjeme decir que no desaparecen.

-¿Y dónde están?

-Son cenizas, murieron por causas naturales en su mayoría. No podemos permitir que se vean cadáveres por el instituto. Ahora déjame preguntarte algo...

-No prometo responder.

-Oh, es una pregunta sencilla. Cuando juega a piedra, papel o tijeras, ¿ qué material suele sacar?

-Pues sí que es fácil, menos mal. Suelo sacar piedra, ¿a que viene esa pre...?

No me dio tiempo a decir nada más, el director debía ser Doraemon para guardar una piedra gigantesca en su bolsillo, además que seguro tenía un papel y unas tijeras en él también. Fue una forma patética de perder mucha sangre y finalmente morir, ahora diréis, "no es posible morir por una piedrecita", pero yo tengo mal el cráneo y hasta la más pequeña de las piedras podría acabar conmigo. Solo escuché una última voz antes de morir, era la suya, diciendo que me iba a meter en el horno.

Hasta que la muerte me reinicie... (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora