Rosas

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Día 3.
Hanahaki.

Supo que se había enamorado estúpidamente de él cuando tosió margaritas la primera vez. No dolió, se sintió extrañamente bien, se sintió reconfortado pero la sensación no duro mucho cuando calló en cuenta de que tenía la llamada enfermedad de las flores, se aterrorizó, se dio cuenta de que si no hacía algo, pronto se encontraría expulsando pétalos de rosas y no quería ni imaginar lo que le sucedería después de eso, le aterraba pensarlo. Trato de ocultar la enfermedad de todos pero Christine lo descubrió un par de días después cuando habían arreglado que se verían para almorzar y vio pequeñas margaritas ser expulsadas de los labios del hombre.

No iba a dejarlo así, simplemente no podía y no quería perderlo. Insistió mucho hasta que Stephen por fin aceptó que estaba enamorado de Tony. Había intentado decírselo el dia anterior pero el genio estaba demasiado ocupado con asuntos de la empresa que ni siquiera captó las miradas que el otro le daba.

  -No puedes solo ignorar esto-. La chica protestó.

Stephen negó. -No te confundas, no trato de ignorarlo pero él no tiene tiempo para esto y sabes que si no siente lo mismo, voy a desaparecer de este mundo aún más rápido-.

  -Sí no lo haces igual y vas a morir, ¿qué tienes que perder?-. Al parecer con aquello Christine había logrado su cometido y lo había convencido de mostrar sus sentimientos al hombre, aunque ella misma estaba asustada porque sabía que podría acelerar el proceso. -... Y si no funciona siempre puedes considerar...-.

Él la detuvo ahí. -Ni de lejos la cirugía es una opción, prefiero morir que volver a ser un maldito egoísta sin sentimientos, sabes que eso solo lastimó a las personas que yo quería-.

Claro que lo sabía, ella misma había salido en ese momento.

  -Bien, tú ganas. Sin cirugía-.

(...)

Las puestas automáticas del taller se abrieron a su pasó. Sabía que Tony había tenido que dar la orden a su IA para dejarle entrar.

  -¿Sucedio algo?-. Preguntó distraído, con sus manos ocupadas en algo que Stephen no lograba comprender aún.

  -No... es decir sí, esta sucediendo algo-. Aceptó la invitación de Tony de sentarse. -Escucha, estoy enfermo y...-.

  -Lo sé-. Lo miró unos segundos. -Lo siento-.

Había olvidado que Viernes hacía un análisis completo de cualquier persona que atravesara el vestíbulo. Aún recordaba cuando advirtió a Peter de que estaba a punto de tener un resfriado y al día siguiente el chico apareció con la nariz levemente roja, sus poderes no habían podido mantenerlo a salvo de la enfermedad aquel día, aunque tardo apenas un día en recuperarse y volvió a tener la misma energía de siempre. 

  -Podría intentar algo con Bruce para detener la enfermedad, ya sabes, sin daños colaterales y esas cosas, sólo lo haré si lo apruebas y totalmente dispuesto, no tienes que aceptar si no quieres o también podrías someterte a la cirugía. Lo que decidas estaré encantado de ayudarte-. Estaba decepcionado hasta cierto punto.

La enfermedad significaba un enamoramiento demasiado profundo. El castaño había enfermado hacía poco también y según Viernes pronto crecerían las espinas que lo matarían desde adentro.

  -Es amable lo que ofreces Tony, pero no es lo que quería decirte-.

El genio apartó las manos de su trabajo y lo observó curioso, ¿qué más podría querer de él? Era mejor no hacerse ilusiones, no quería sufrir durante sus últimos días.

  -Yo... yo quiero que sepas que esta enfermedad no es culpa de nadie más que mía, es mí culpa amarte, quererte tanto como para enfermar así. Y estoy asustado de lo que vayas a decir porque...-.

Posó sus labios sobre los del más alto de manera suave, ahogando su parloteo hasta hacerlo callar, robándole el aliento de manera amable. Lo rodeó del cuello sin intención alguna de apartarse aún. Stephen olvidó todo a su alrededor y se concentró solo en los labios que se movían con tanta calma sobre los propios. Se apartaron después de un par de segundos más tarde.

Tony le dio la sonrisa más hermosa que Stephen nunca había recibido. -Deja de preocuparte Stephen, vas a estar bien, vamos a estar bien-.

Entonces Tony le contó que estaba enfermo también.

Pero pronto comenzaron a mejor y la enfermedad dejó de desarrollarse, habían corrido con suerte.

Desde que su relación empezó, Stephen comenzó a obsequiarle ramos de rosas rojas acompañadas de margaritas, creando una combinación demasiado agradable a la vista. No era sólo un regalo, representaba su relación, la salvación que habían tenido y una promesa, la mejor promesa que prevaleció durante el resto de sus vidas.

A Strange Love for the Iron Heart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora