Capítulo 1: Maldición del pasado

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Había dicho que colocaría nota de recetario

Dominique como siempre se luce con la cocina. Nunca entendí por qué se quedó conmigo y no fue chef de la corte. El caldillo estaba compuesto de mariscos recolectados en el viaje hacia la isla, dentro de ellos logramos recolectar arañas de mar, almejas de fuego, algunos erizos, una ostra de la corriente y un pez de rayas doradas. En un caldero de hierro se coloca el agua, luego se realizar el ritual de permiso, coloca cada animal muerto dentro de la olla, intercalándola con las verduras y sal en cada paso, luego se le insertan unos tubérculos de tierra roja y se deja hervir hasta que el agua se pone rojiza, eso quiere decir que la almeja fuego se abrió y soltó el picante. Luego se deja reposar unos minutos y comer.

Cierre de bitácora. Capitán de mar y mercader Baruj Stormbreaker

El día era maravilloso. Lo suficiente como para poder caminar y vender algunos productos, también era necesario adquirir otros, como objetos mágicos que solo se encontraban acá. Estos productos eran importantes, pero además resultaban ser baratijas para sus habitantes, ellos las creaban como si uno hiciera la comida, lo que generaba abaratar costos.

Mi esposa decidió acompañarme, quería conocer el lugar. Le sorprendía que las mujeres tuvieran tanta autonomía. Las mujeres de la isla que vieron a una mujer salir del barco se sintieron empoderadas y con el derecho de hablar con ella, saludaron a Adalia, la marcaron de dos formas y luego la llevaron a la herradura. Al ver que había perdido a mi esposa y que yo no había sido invitado, volví a contemplar las particularidades de la tribu.

Este lugar era bastante singular, primero porque nadie puede entrar a la cerradura sin consentimiento de alguna mujer que la conformara, ni siquiera un alto rango ni la jefa suprema, por otra parte, estas herraduras se denominan de esta forma por que las casas de dichas aldeanas se encuentran en forma de herradura, dejan el centro vació para poder unirse, conversar, alimentarse de forma comunitaria. El centro de dicho espacio tiene una fogata, objetos para la cocina y tejados mágicos que las protegen del sol, el frío y las lluvias.

Este centro además cumple con objetivos estratégicos, la única forma de entrar y salir es por la parte abierta en cuello de botella, por lo que nadie puede arrancar, robar, asesinar sin ser vista, tiene vigilantes día y noche, además cada ser invitado es marcado con una joya que posee cada propietaria de hogar, cada herradura tiene marcas particulares con colores particulares, además el centro también tiene una marca que aprueba a quién entra, esto permite saber que casa le dio el permiso de entrada. Cada herradura se conecta con otra haciendo de esta una herradura aún más grande, quizás más parecida a una flor. Al centro de este se ve el mercado de abastecimientos, juegos, seis torres de vigía, todo desarmable con el fin de dejar el centro para épocas festivas o reuniones con las otras tres tribus Anak, Tupaj, Jodak que se encuentran en otros sectores de la isla.

Seguí caminando por los lugares de la isla, saludando a viejas amigas, una de ellas llamada Iris "la gran boca", me explicaba que las cosas no estaban tan fáciles. Las tribus vecinas habían tenido grandes negativas sobre la atraída de extranjeros por hechicería, había rumores que las jefas supremas querían abrirse al mundo, querían intentar cerrar los remolinos, sino irse de la isla a un nuevo espacio. Hubo algunas guerras cortas, molestias por el tratado preferencial de la tribu Jarush ante las otras tribus, debido al tratado directo de mercaderes, por lo que esperan la llegada de un stormbreaker para poder firmar nuevos convenios. Luego me di cuenta de que era yo un stormbreaker, lamentablemente, me veré en situaciones diplomáticas no muy relajantes.

Aunque el mundo de ellas es bastante civilizado a niveles de equidad, magia, organización, la guerra es casi un fetiche. Cada vez que se organizaban elegían a una nueva líder, esa líder de guerra peleaba, llegaba a trato con la otra tribu. Luego pasaban días, meses años, mataban a ese líder, lo que generaba como consecuencia que las tribus desintegraban el tratado, ya que se renovaba por vida de los líderes. Comenzaban guerras nuevamente, y así, el bucle eterno de la guerra. Como decía el rey de la paz "La guerra muestra la realidad del ser, sino lo hacemos matándonos, lo hacemos de forma mental, que quizás no daña el cuerpo, pero si el ser mismo".

El Mercader y la maldición del amor(en Hiatus) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora