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Exijo saber el nombre de aquél ser humano que inventó el despertador. Le quiero decir unas cuántas cositas. Y darle un par de hostias bien dadas.

Me esforcé para salir de mi cama y fui directa al baño. Tenía cara de perro muerto y mi morada cabellera estaba demasiado enredada, además de tener unas ojeras de vértigo.

Sé lo que estais pensando: "La mismísima Emma Watson"

Pero tengo mis razones para encontrarme en tal estado. No todos los días te mudas a la mitad de ningún sitio y pierdes a tu novio y amigos.

No era bueno pensar en todo eso, por lo que me concentré en lavarme la cara, maquillarme y peinarme. Intentar parecer presentable para el primer día de instituto.

Sólo nos habían dicho que se llamaba Saint Florence High School y que era un instituto concertado. Tampoco nos habían dicho mucho de Fall Creek Place. Era como si, ya sólo por tener 17 años, nos las podemos apañar en cualquier sitio.

¿HOLA? ¡NO SOY EL PUTO GOOGLE MAPS, DAME DIRECCIONES O ALGO, JODER!

Necesitaba urgéntemente volver a una estación de radio para poner mis mezclas, o algo parecido. Me ayudaba a bajar el estrés.

Una vez me vi presentable ante el espejo, fui a mi armario y cogí una camiseta de manga corta blanca, una camisa de cuadros roja y negra, unos pitillos negros y mis converse negras desgatadas.

Metí mi portatil, mi móvil y mis cascos en mi mochila, poniéndomela al hombro y bajé las escaleras hacia el salón.

-¡Buenos días, Ingrid! -exclamó mi madre entusiasmada mientras prepraba lo que parecía unas tostadas de paté y mermelada de arándanos. Sabía bien como sobornarnos por las mañanas la muy maldita.

-Buenos días. -respondí sin ganas. -Capullo.

-Punk-rockera fallida. -me devolvió mi hermano el saludo con las mismas ganas que yo.

Él también estaba deplorable, y le comprendía perfectamente.

Miré a mi alrededor. Faltaba él.

-¿Y papá? - pregunté curiosa.

-Se ha ido hace 20 minutos. - respondió mi madre.

Dejé la mochila en el suelo y me senté en la silla que había al lado de mi hermano.

-¿Qué tal has dormido, cariño? -preguntó mi madre mientras nos servía las tostadas.

-Oh, genial. Estoy de puta madre, mamá. -la contesté sarcástica.

Ella me dio una mirada de pena y se sentó en la silla de en frente.

-Sé que es duro, chicos. Pero debemos aceptar que vuestro padre trabaja duro para sacarnos adelante. No puede hacer nada contra las mudanzas y lo sabéis. -dijo mi madre. -Además, no sois los únicos afectados, ¿sabéis? Yo también tenía una vida en Nueva York.

Observé a mi madre. Se encontraba en un estado peor que el nuestro. También estaba afectada y yo estaba siendo una niñata mimada.

-Lo sabemos, mamá... Pero no nos podemos acostumbrar a estar en un sitio y volvernos a irnos. Nos supera tanto cambio. -intervino Dave, mi hermano.

Miró la taza de café medio vacía y asintió.

-Sé que es duro pero, intentarlo. Hacedlo por mí, ¿vale?

Dave y yo asentimos, entiendo la situación de nuestra madre.

-Ahora terminaros el desayuno y espabilad, que si no vais a llegar tarde. -dijo mi madre, ya de mejor humor.

Mr. Robinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora