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-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Sabía que tarde o temprano pasaría, y cuando llegase el momento, lo iba a pasar cómo en el infierno.

Sí, ya me empezaban a salir mis raices castañas. El tinte estaba empezando a desaparecer léntamente. Y duele. Duele mucho.

-¿POR QUÉ? ¿¡SATÁN, DIME POR QUÉ!?

La puerta de mi habitación se abre brúscamente, dándome un susto de muerte.

-¿QUÉ MIERDAS TE PASA?

-¿CÓMO QUE QUÉ MIERDAS ME PASA? ¿QUÉ COÑO HACES TÚ EN MI CASA UN DOMINGO?

Una muy extrañada Kotone está enfrente de mí.

-Acabo de venir con tu hermano y con los chicos. Quería preguntarte si querías venir a recoger a Sam conmigo, ya que me llevas a acosando 2 semanas para que os conozcais. -dice ella, bajando el tono y poniendo sus brazos en jarras.

-Ah. Pués mira, sí. Me voy a vestir y nos vamos. -digo yo, yendo a abrir el armario y sacando una camiseta blanca de tirantes con el logo de los Arctic Monkeys y unos vaqueros negros rotos. -Estaba gritando porque ya me están empezando a salir raices. Y no me gusta. Pero nada de nada.

-Joder, eres una exagerada. Sólo son raíces, no una enfermedad terminal. APRENDE DE HAZEL GRACE, ME CAGO EN SAN PITO PATO.

Me río mientras me cambio de ropa. Kotone, mientras tanto, observa mi habitación.

-Me molan los posters. Sobretodo los de One Ok Rock y 2PM. Son demasiado sexys.

-Y que lo digas, K.

Mi habitación está prácticamente empepelada por pósters de todo tipo. Bandas, películas, series, animes, fotografías de cuando era pequeña (es bastante denigrante porque en una salgo embadurnada de barro y sin camiseta. Tenía 5 años, no penséis mal. O sí. Pensad lo que queráis.) La cosa es que, a lo sumo puedo tener 100 pósters. Y de esos 100, la mitad de ellos son de boybands japoneses y cantantes de K-POP. Es cómo si tuviera un fetiche con asiáticos. Tienen algo que me dice: "Sé que quieres violarme en el callejón de tu vecina La Paqui, pero no puedes porque soy intocable y perfecto. Alábame, plebeya caucásica."

-Me casaré con un koreano sino me caso con Sam. -afirma Kotone mientras bajamos las escaleras.

-¿Le quieres? -pregunto yo, y al segundo siguiente me dan ganas de no haber dicho nada. No está bien entrometerse dónde no te llaman.

Ella contesta después de pensárselo unos segundos.

-Yo creo que sí. Llevamos 4 años siendo pareja, y casi nunca discutimos.

Nada más llegar a la cocina para tomar algo antes de salir, miro por la puerta que da al jardín.

Dave, Aaron y Carter están jugando al fútbol con un balón medio desinflado. Me hace gracia porque casi no pueden patear el balón y parecen niños pequeños.

Observo a Aaron. Lleva puesta una camiseta de ACDC sin mangas, unos vaqueros negros y unas deportivas.

Me quedo embobada con él.

Le conozco de hace poco, cómo a los demás, pero sé que hay algo. No es lo mismo con Carter, por ejemplo. Para mí Carter es ese amigo atractivo, simpático, gracioso y idiota. Aquel al que no puedes ver con otros ojos que no sean los de amigos. No le puedo ver cómo a alguien que me puede llegar a gustar. Y en cambio, Aaron hace que sienta eso.

No estoy declarando que me guste. Sólo estoy diciendo que puede que me llegue a gustar.

-¡Ingrid! Que se te cae la baba, mujer. -dice Kotone, devolviéndome a la realidad. -¿A quién mirabas?

Mr. Robinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora