Prólogo

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Era el tan esperado día. Llevaba muchísimo tiempo esperando por su mudanza. Alice Weston y su madre, Diana, habían decidido hacía tres meses marcharse de Inglaterra a Virginia, uno de los estados al sur de los Estados Unidos de América. Y no es que Alice odiara el lugar donde vivía, pero recordaba a su padre constantemente y eso le hacía daño. Era un tema que quería olvidar, al menos por el momento. Así que en este nuevo lugar pretendía hacer de su vida algo nuevo. Pretendía conocer a nuevos amigos sin olvidar a los viejos, y descubrirse más. La quinceañera no había tenido que ir a un sitio nuevo nunca así que iba a ser complicado pero haría lo que fuera necesario por ubicarse en el instituto nuevo. Por otro lado, su madre se excusaba en que quería seguir trabajando de psicología en otro lugar del mundo con pacientes nuevos aunque era claro que no superaba a su difunto esposo.
Alice había salido a las 6 y 10 de la mañana en aquel vuelo camino a su nuevo lugar de residencia, observando lo único que de verdad quería mantener, el origen de su familia paterna. Una tarjeta verde que indicaba que era residente del país ya que su madre era viuda de un estadounidense. Se había pasado horas pensativa, viendo alguna que otra película e incluso tomó una siesta larga de dos horas instada por su madre y por lo poco que había dormido en su casa. Eso sería lo que la ayudara con el trastorno de desfase horario, el mítico "jet lag".
Llegarían casi a las nueve de la mañana, pero entre unas cosas y otras no saldrían del aeropuerto hasta las diez de la mañana. Siendo así, solo tendrían que coger un taxi hacia la casa que iban a habitar.
El silencio reinaba entre Alice y Diana, ya que seguían enfadadas. El día anterior, Diana insistió en llevarse recuerdos a Estados Unidos que Alice no quería tener. Si seguían recordando a su padre cada día de su vida con muchísimas fotos, decía Alice, solo estarían sufriendo constantemente por la pérdida. Al final, Diana accedería a lo que su hija le decía. Pero seguían algo enfadadas mutuamente, por lo que no sería hasta llegar a su hogar que Diana hablaría por primera vez.


—... Al, ¿puedes ayudarme? Tengo que subir las maletas a mi cuarto...
—... Sí.


La vaga respuesta de Alice no reflejaría sus actos, puesto que pronto estaría ayudando a su madre a llevar lo poco que tenían y se habían llevado al nuevo país. Habían tomado la decisión de vivir en la casa anteriormente alquilada por el difunto. Ahora sería suya, y esperaban que todo estuviera en condiciones. Así al menos era cómo había indicado que estaba la casa la cuñada de Diana.


—¡Al!... Tengo una cosa que decirte.
—¿Mhm?... Dime. Estaba ordenando mi cuarto, así que si puede ser rápido...
—... No es mucho, no te preocupes. Solo... Mañana empiezas las clases, así que... Acuéstate pronto.
—¿Mañana? Creí que empezábamos el uno de septiembre y que me saltaba el día de presentaciones.
—Por lo que se ve, en tu instituto empiezan el primer miércoles de septiembre así que... No. No te lo saltas. Así que dúchate ahora, o mañana por la mañana, y prepara todo que mañana te llevo yo.
—... Pffft... No te voy a mentir, no tengo ganas de ir mañana. Es demasiado pronto. ¡Acabamos de llegar, tengo que ayudarte!
—Gracias por el ofrecimientro, encanto, pero te conozco y ya he llamado a tu tía. Ella me ayudará, ¿vale? No te preocupes que excusas no hay, vas y punto. Además, es el mejor día para darte a conocer. Parecías más emocionada antes del viaje en avión.
—... Se van a burlar de mi acento inglés. Lo sé. Todos los estadounidenses lo hacen, lo he visto en Reddit y en muchos sitios. ¡A Tom Holland le pasó!...


La pausa de su madre indicó su disconformidad con aquello, pero luego tras un breve suspiro dijo.


—Entiendo tu queja pero es mejor que dejes pasar todo y te hagas amiga de las personas que no se burlen de ti. Y si todos se burlan de ti, cosa que estoy segura que no pasará, puedes pasar de ellos y vivir sola. Sabes que has estado sola mucho tiempo y eres fuerte. Puedes confiar en mí, todo irá bien...


No convencida, Alice miraría de reojo a su madre y simplemente se limitó a marcharse, empezando a recoger cosas antes del día siguiente que sería el principio del fin para la adolescente.

Eran las siete de la mañana. Peinados los rubios cabellos de la joven de ojos verdes, se había puesto unas zapatillas de lona con una plataforma de unos diez centímetros, unos pantalones pitillo, una camiseta blanca con un dibujo de un gatito y, por encima, una sudadera enorme (casi parecía un vestido encima suyo) de color blanco. Era de su padre... Vale, tal vez era un poco hipócrita por criticar a su madre.


—... Mamá. Necesito pedirte perdón. Tienes razón, es normal querer mantener cosas y...
—Calla. Tienes tu primer día de clase, lo entiendo. Es normal que tengas eso. Anda, vete y pásalo bien, ¿vale?... Ya luego hablamos.


Un breve abrazo después, la adolescente saldría con su maleta hacia su nuevo instituto. Alice estaba nerviosa, y veía a mucha gente a su alrededor entrando al edificio o hablando fuera. Mayores que ella en apariencia, o menores... Pero desde luego, lo que ahora le acomplejaba era que algunos parecían más niños que ella y eran más altos. Claro, midiendo 1'49 cómo no iba a ser todo el mundo más alto que ella. Era bajita incluso para las chicas y eso, aunque no le resultara algo traumatizante, sí que era un complejo para una chica como ella. Por guapa que pudiera resultar, su altura y sus pecas, si bien a otras personas le parecían encantadoras, a ella le hacían sentir inferior en términos de belleza.


Buscó el salón de actos y, una vez allí dentro, buscó un asiento libre lo suficientemente cerca como para poder ver pero... Buscando destacar poco, a un lado de la sala. Pero no tendría mucho éxito, puesto que pronto una chica pelirroja, con el pelo como una melena de león, se sentaría cerca mirándola de reojo curiosa, con la ceja enarcada. Iba vestida con unos vaqueros, una chaqueta de cuero negro y una camisa de cuadros debajo de esta. Sus botas negras no tenían una gran plataforma, pero ya Alice podía deducir que era más alta qué ella. Genial. Había captado la atención de una chica más alta, con un pelo más llamativo que ella, y todo más que ella. Y lo peor era que...


—Tú también tienes pecas, ¿hm?... Curioso. Es la primera vez que te veo por aquí y estamos en décimo. Así que tienes que ser una nueva... ¿Te has mudado aquí ahora o?...
—... Ajá.
—... No te voy a morder, nueva.
—¿Podrías no llamarme nueva?
—... Ah, la que me va a morder eres tú. Ese acento... No eres de aquí, ¿eh? ¿Y cómo te llamo, chica inglesa? Espero que no te importe que te llame así hasta saber tu nombre. Pero es que como comprenderás, era o "nueva" o "pecas", y lo otro vale para las...
—Alice. No... No me apetece hablar demasiado... ¿Te importa?...
—Wow. No has pasado todavía esa etapa. Vale.


Alice se quedó en silencio, y la otra también, mirando al frente. La directora y los profesores todavía no habían entrado, pero ahora Alice se sentía curiosa. ¿Qué etapa? ¿De qué hablaba?

—Eh... ¿Qué etapa?...
—... La de pensar que ser borde es guay. Que seamos jóvenes no te tiene por qué convertir en una capulla, eh. Aunque parezca que todo el mundo lo es, no tienes por qué ser igual.
—... No quiero ser borde, pero me parece que estás hablando como si no tuvieras mi edad y al final, tienes que tener una edad similar...
—Quince. ¿No me has oído antes? Estamos en décimo. Sabía que eras nueva y cómo te llamabas porque eres la única nueva este año en este curso y hay un nombre que desconocía en las listas. O eras tú o era la chica de la última fila con la mochila de Pokémon. Y llámame loca, pero creo que en décimo...
—¿Otra vez vas a decir que en décimo bla bla bla, soy madura?


Alice no podría evitar saltar. Le caía mal aquella chica, haciéndose pasar por madura cuando la madurez no tenía nada que ver con criticar las cosas más "infantiles".


—Mira, no sé cómo te llamas pero... No está mal que le guste Pokémon a nadie, sea la edad que sea que tenga... Así que ya está bien.
—... Selena. Tienes razón, me he pasado. Vale, vale. A veces me paso de "madura" y tal. Soy un poco bestia con esto. ¿Me perdonas y empezamos de cero?
—... Vale. Pero solo porque me lo has pedido.

Alice suspiró, sonriendo levemente mientras la otra le ofrecía su mano, y le daría un agarrón suave en esta, apretándosela y agitándola suavemente. ¿Era ella su primera amiga? Tal vez.

Malditas pecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora