Capítulo 2: ¿Llegamos o no llegamos?

20 0 0
                                    

La espera para abordar se hizo increíblemente corta entre las risas y los chistes. Vieron a lo lejos como el avión blanco y naranja se acercaba. Se formaron, entregaron sus pases y salieron a la pista. El viento y el pavimento calientes les pegó como una cacheta en la cara. Agustín los paso corriendo por un costado, saco su teléfono y, sosteniéndolo en alto, comenzó a sacar selfies. Posaron y rieron incluso mientras subían la escalera. Una vez sentados y acomodados se relajaron.

A las 3 horas de vuelo llegaron a Rio de Janeiro. Corrieron por los pasillos interminables del aeropuerto, descargando su intensidad y riendo a carcajadas. La gente los observaba de forma extraña, como reprochándolos. Pero en ese momento nada les importaba. Estaban felices.

El camino al siguiente embarque los hizo pasar por el freeshop. Y ahí perdieron la cabeza. Y el tiempo. Comenzaron a pasear entre las góndolas de perfumes, tecnología, bebidas, tabacos y demás. La voz apurada de Marcos los hizo volver a la realidad. Estaban jugadísimos de tiempo. Habían pasado más de una hora mirando giladas. Corrieron a través de los pasillos repletos de gente de todas las nacionalidades.

Sin más inconvenientes subieron a un nuevo avión y en cuestión de un par de horas, el mismo tocó tierra en el aeropuerto de Natal. Era pequeño, si lo comparabas con el de Rio de Janeiro, pero eso no le quitaba lo lujoso y moderno. A esa altura ya no daban más de la manija. En total, habían pasado más de 6 horas volando y durmiendo. Ahora, con su energía recargada y su entusiasmo sólo querían llegar a Pipa y a la playa. Bajaron del avión, agarraron sus valijas de la cinta transportadora y salieron a la calle donde un par de taxis los esperaban. Las maravillas de la tecnología. Avisas un par de días de anticipación y tenes dos choferes con tu nombre en un cartel esperándote para llevarte a tu hotel. Marcos se felicitó a si mismo por haber recordado reservar sus transfers. Eran dos camionetas modernas y confortables. El viaje transcurrió en calma. Salieron velozmente de la gran urbe y se internaron por calles de tierra en estado ruinoso. A medida que se alejaban del centro, se podía notar la falta de mantenimiento y la creciente pobreza en esos lugares. La desigualdad en estado puro. Como en todos los rincones del planeta. Pero esto pasaba frente a sus ojos sin calarlos muy hondo. No porque no los afectara. Sino porque su cabeza en ese momento estaba seteada en gozar cada mínima experiencia que tuvieran. Luego de un viaje de hora y media arribaron a su destino. Y llegar al pueblo era ya de por sí mágico. Cuando entraron por la calle principal totalmente empedrada no pudieron menos que maravillarse. Rebalsaba de gente joven por todos lados. La explosión de colores los impactaba por todos lados. Bares, casas, comercios, hoteles. Todas las paredes y rincones estaban pintadas de colores vibrantes y llamativos. Antes de que pudieran terminar de maravillarse, habían llegado a la puerta de su hotel.

-Te digo que yo puedo! – dijo Marcos elevándole la voz a Valen mientras manoteaba 2 valijas y 2 mochilas al mismo tiempo. Esquivó un Jeep color mostaza lleno de calcomanías de marcas surferas e intentó entrar por el angosto pasillo del hotel. Y lo hubiese logrado. Pero por el mismo pasillo salía una chica sosteniendo una tabla de surf bajo su brazo. Y lo inevitable sucedió. Marcos y todos los bultos terminaron desparramados por el suelo cuando la muchacha lo golpeó sin querer con la tabla. En el suelo el pibe puteaba, enojado consigo mismo. Mientras se limpiaba la tierra, una mano apareció ante su mirada. La chica intentaba ayudarlo al tiempo que lo observaba conteniendo la risa. Una melena rubia llena de rulos le ocultaba en parte los ojos, que también reían divertidos.

- ¿Te parece divertido? – le espetó Marcos caliente.

La piba largó la carcajada que tanto estaba conteniendo. Tan fuerte fue que tuvo que agarrarse la panza, dejando al muchacho sin apoyo para levantarse. Eso lo hizo enojar aún más. Se levantó solo y, recuperando todos los bolsos, encaró hacia el interior del hotel refunfuñando.

Es Verano En AbrilWhere stories live. Discover now