En las noches de lluvia las ventanas quedaban totalmente empapadas por pequeñas gotas que caían haciendo estruendo, ellas se deslizaban con una singular sutileza hasta el final del vidrio, de ahí caían al suelo culminando con su desaparición, o en su defecto, terminaban dividiéndose en gotas más pequeñas. Algunas bajaban rápido, otras más lento y las demás simplemente se quedaban estáticas tal cual cayeron dando la sensación de estar aferradas al vidrio, como si se negaran a caer al vacío junto con las otras gotas, siendo por un lado unas egoístas por no salvar a las otras y por el otro negadas al no querer aceptar su inevitable destino, total de igual manera, a la mañana siguiente también desaparecerían ya que se esfumarían a causa del sol, quedando atrás solamente la silueta que luego sería limpiada con un trapo cualquiera culminando por ser olvidada.
A Sehun le gustaba esa clase de noches, él se mantenía sentado en el sillón viendo a las gotas caer o quedarse quietas, alguna que otra vez se preguntó si esas gotas estáticas no sentían lástima por las que caían al suelo desde el segundo piso de una casa promedio, pero esa pregunta se borraba automáticamente de su cabeza antes de que pudiera formular alguna clase de respuesta sea incorrecta, tonta o inservible, todo por la idea que tenía el pequeño de 10 años sobre esa pregunta calificándola como "carente de sentido".
Cuando el reloj marcó las 8 de la noche Sehun olvidó su pasatiempos en el clima lluvioso y bajó con rapidez las escaleras, provocando un ruido que rozaba lo estruendoso. Su madre, su querida e inocente madre, estaba sentada cerca de la estufa leyendo de forma tranquila. El pequeño la admiró unos segundos cuestionándose cómo puede estar esa mujer tan tranquila ¿Acaso no vio qué hora es? ¿O simplemente le restó importancia? La mujer cerró el libro para clavar la mirada en la puerta, ahí estaba la respuesta, ella estaba nerviosa, desesperada, calculando cuánto tiempo podría tardar en salir y huir de ese lugar antes de que la pesadilla comenzara, empezó a jugar con sus dedos, movía de forma impaciente su pie provocando que el ruido fuese el único del interior de la casa en ese momento.
El pequeño tuvo una mínima intención de acercarse a su progenitora pero ¿Para qué? Si lo hacía no era porque quería era porque le molestaba el ruido del pie golpeando constantemente contra el suelo, el mismo que no lo dejaba oír claramente el ruido de la lluvia, era porque le molestaba que simplemente esperara sin reaccionar, como si realmente estuviera de acuerdo con lo que venía, pero Sehun no podía odiarla después de todo era su madre y no se debe de odiar a los padres ¿No?
Se escuchó muy tenue el ruido de la llave entrando en la cerradura del lado de la calle a esa hora solitaria, oscura, mojada. Más imperceptible pasó el ruido de ese elemento girando, desactivando el cerrojo.
Pero Sehun lo oyó fuerte y claro, al igual que su madre.
Una silueta de un hombre alto y robusto hizo acto de presencia en la sala donde ya había dos personas. El señor pasó en silencio, colgando su abrigo en el viejo perchero de madera que estaba al lado de la puerta, su andar era un poco torcido pero aún así era decente. Tomó su asiento en la mesa, el de la punta, Sehun había escuchado que, si eres alguien importante, en una mesa siempre te tienes que sentar en la punta con eso se obtiene una visión privilegiada sobre cada rincón de la mesa, se ve cada cosa que haya en ella aparte de a las otras personas que estén presente. Pero ahora no había invitados a cenar, solamente Sehun, su madre y el hombre.
El hombre golpeó a mano cerrada la mesa provocando que al niño lo recorrida un escalofrío ordinario y que la mujer se levantara de golpe, haciendo que el libro cayera al suelo. Logró la atención del señor. Él miró el objeto, luego la miró a ella, no hacía falta que usara tantas palabras para expresar lo que sentía, los ojos se le volvieron negros, un vacío, sin nada para sostenerse, uno como al que se enfrentan las gotas de lluvia que estampan contra la ventana y caen, en esa ocasión Sehun entendió que su madre era la gota que debía caer, su destino.
– ¿Leyendo? No me digas que piensas –él avanzó con vehemencia hacia la gota, pero se detuvo para ver el libro. La gota empezó a temblar y miró a la otra en busca de ayuda– Pero si este libro es mío ¿Ahora tomas cosas ajenas sin permiso? ¿Quién te lo permitió? Porque creí dejarte claro que no toques mis cosas.
El hombre agarró el libro para así, sin mayor vacilación, estampar la tapa dura del mismo en la cara de la mujer, seguramente a ella le estaría sangrando la nariz y el golpe dejaría marca “Una lástima que la belleza sea tan fácil de quebrar” pensó Sehun mientras veía la escena con indiferencia, él no sentía pena, tampoco remordimiento por no sentir pena, simplemente si no la sentía lo tenía que aceptar, no iba a fingir semenjante cosa desdeñable. La mujer se cubrió la nariz y él, con furia, le pegó una vez más con el libro, los pensamientos del pequeño se mantuvieron en “Ese tonto, va a estropear el libro”.
– ¡Yo no fui quién lo tomó!–dijo la mujer en un intento desesperado de evitar otro golpe, ahora permanecía con una mano en la nariz y la otra en la cabeza, las dos zonas impactadas– ¡S-sehun lo agarró! Vino a mostrármelo para que lo leyera... Pero yo decliné y justo estaba por ir a ponerlo en su lugar cuando viniste...
“Maldita y estúpida gota egoísta ¡Di la verdad!" A Sehun le hubiera gustado decir eso, le hubiera gustado muchísimo más que el recibir un golpe con la mano abierta en su mejilla por parte de ese hombre, el odio que le tenía a su progenitora era descomunal y se lo expresó con una mirada, la existencia de ese ser era un estorbo y cada palabra que pronunciaba era semejante a un chirrido agudo, viejo, oxidado.
–Ya que tanto te gusta tocar lo que no es tuyo te tendré que enseñar respeto hacia lo personal–él tomó a Sehun por el cuello de la camiseta y subió las escaleras.
Sehun chocaba los pies con cada escalón y si forcejeaba esa bestia le iba a pegar sin asco, más de lo que ya tenía planeado. Todo era culpa de su madre, ella había traído a ese tipo a la casa, presentándolo como su padrastro, ella hacía que ese hombre le pegara al inculparlo, todo para quedar ilesa, ella era una imbécil, una hipócrita, un ser humano repugnante por lo que Sehun se iba a dar el lujo de odiarla libremente, con toda su alma, como era justo y como lo merecía. Mientras más golpes recibía por parte de su padrastro, mientras más gritos reprimía para que el castigo no sea peor, se juraba que en algún momento él ya no iba a ser la gota que caía al vacío, él sería el sol de la mañana que hiciese desaparecer a esa maldita gota egoísta.
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𝐈𝐧𝐬𝐚𝐧𝐢𝐫𝐞 ;; Chanhun
FanfictionUn joven Sehun decide comenzar su viaje en busca de su padre biológico para vivir con él y dejar a su madre abusiva, pero cuando llega al paradero de su progenitor, todo cambia al estar en un Psiquiátrico. Chanyeol decide formar parte de un caso re...