Jihan Stories.

San Valentín.

Extensión; 1487 palabras.

La pequeña HaYi de doce años observó la hermosa caja dorada y roja en forma de pirámide reposando en lo alto del estante de libros de su papá Shua, y la tentación que siempre le atacaba llegó de nuevo, aquella vez, con mucha más determinación que nunca.
Tomó uno de los bancos de la barra de la cocina y, sin que appa Han fuese testigo, volvió a encerrarse en el estudio de su progenitor, ubicando bien aquella herramienta que usaría para alcanzar su objetivo.

Con nerviosismo y miedo, se puso de pie sobre el asiento con la ayuda de los demás estantes de aquel enorme librero, sonriendo victoriosa al poder apenas alcanzar aquella caja reluciente. Cuando al fin la tuvo en sus manos, no reparó en la voz de su appa ángel llamándola, por lo que, cuando la puerta fue abierta de par en par, saltó asustada en su lugar, aferrándose a la hermosa y bien decorada cajita entre sus manos.

- ¿Qué estás haciendo?

El hermoso hombre ladeó la cabeza en dirección a su hija, enarcando una ceja con la autoridad que le caracterizaba, escondiendo muy bien aquella sonrisa que tanto su retoño como su marido amaban tanto.

- Appa Hannie, es que yo... Siempre veo esta caja cuando estoy aquí con papá, y él siempre la limpia con sus deditos con una sonrisa, quería saber por qué es tan especial para él.

Bajando la cabeza apenada al ser descubierta, bajó con cuidado de aquel banco, caminando hacia su otro progenitor mientras le tendía el recipiente, siendo tomado por el mayor mientras acariciaba el sedoso cabello corto de la niña. Finalmente, una sonrisa se dibujó en sus labios y la hizo sentarse en el suelo de la enorme habitación, justo en el medio donde podían sentirse más cómodos ante el silencio pacífico que inundaba la estancia.

- Bueno, puedes abrirla y echar un vistazo, te contaré una historia muy hermosa.

Contenta por no ser reprendida, la infanta se apuró a tomar aquel recipiente de lo que alguna vez fue un regalo y lo abrió con cuidado, revelando nada más y nada menos que los chocolates más bonitos y finos que había visto alguna vez, y si bien lucían dignos de una revista, sabía que no podría comerlos porque parecían tener muuuuchos años ahí dentro.
Confundida, alzó la mirada hacia su appa, quién rió dulcemente ante su mueca.

- Esos chocolates son los que nos unieron a tu padre y a mí, gracias a estos dulces comienza nuestra historia.

Acomodándose sobre el regazo del más grande, HaYi sonrió emocionada, abrazando aquella cajita abierta y reluciente de dulces, preparada para la mejor historia que ya era tiempo que conociera.

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El chico de nacionalidad americana mordió su labio mientras observaba al pelilargo Jeonghan sonriendo hacia su mejor amigo, Boo Seungkwan, el día de San Valentín se acercaba y él recordaba muy bien la tradición de aquel día; regala chocolates a la persona que te gusta, si eres correspondido, el día blanco - que ocurría justo un mes después - llegaría la tan ansiada respuesta a esa declaración.

El chico de ojos bonitos no podía esperar para cortejar a su crush, es que le gustaba tanto que el simple hecho de cruzárselo en los pasillos le ponía feliz. Había convencido a su madre de traerle los chocolates más caros y deliciosos directos desde L.A, su lugar natal. Lo tenía todo preparado; sería algo sutil y nada ostentoso que no hiciera al hermoso chico huir de él.

Al fin, en el día esperado, tomó la hermosa caja con detalles en dorado y rojo que habían sido escogidas únicamente para el hombre que le tenía la cabeza en las nubes, siendo apoyado por su madre a la cuál agradeció tanto por ayudarlo.
Cuando llegó a la preparatoria, no pudo evitar pensar que estaba siendo un poco soso, es decir, ¿Esperar el día más cursi y materialista del año para hacerse notar ante el chico que le gustaba? Era muy poco original, sin embargo por más vueltas que le diese al tema seguía siendo su mejor opción, el mejor plan.