Quinto deseo

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—¡Nana! ¡he sacado un sobresaliente en todos los trabajos de hoy! ¡mira, mira! —Mi hermana, la cual había entrado en la habitación, interrumpiendo el momento con Seven, estaba presumiendo de sus recientes notas.

—Qué bien, cuánto me alegro, enana, por cierto, ¿no te he enseñado a llamar a la puerta? Es muy útil.

—¿Llamar a la puerta? ¿por qué iba a llamar? Solo estás tú, ni que tuvieras un novio, jaja.

—¡N-no es por eso! —titubeé—. Es solo que... podría estar haciendo cosas, c-cosas que no tienes porqué saber.

—Wow, estás muy rara, hermanita. ¿Por qué iba a ser, si no? Además, es más probable que encuentre yo antes que tú. Ahora estoy aprendiendo a ligar con el juego que te dije.

—Cállate, enana, y vete a jugar con las muñecas.

—Las chicas de mi edad ya no juegan con esas cosas, a ver cuando te enteras, Liv.

—Eres una niña, enana.

—Soy una mujer —replicó.

—Sí, una mujer con cuerpo de niña.

—¡No es verdad! Solo tienes envidia de mi cuerpazo. Me voy, te dejo con tu novio invisible. —Se fue, dando un portazo. Al quedarme sola, me giré a ver la lámpara. Se había metido dentro... ¿debería frotar para que saliera? no... él mismo había querido meterse, sería incómodo si... olvídalo, Liv.

Me puse el pijama y me eché a dormir.

Al día siguiente, tenía que ir a la floristería, por lo que me puse un vestido en tono azul y me hice un semirecogido en el pelo. Volví a mirar a la lámpara, no estaba segura de si quería que Seven saliera de ahí. Al fin y al cabo, iba a ser embarazoso. Claro que tampoco podíamos evitarnos todo el tiempo... así que fui y la froté.

—¡Hey hey hey! ¡hola holi! ¿pasaste una buena noche? —Seven estaba bastante energético y no parecía siquiera acordarse de lo de anoche, o tal vez solo disimulaba, por lo que le seguí la corriente para no violentar la situación.

—¡Dios Seven! ¡buenos días! Pasé una noche magnífica. —Era mentira, apenas pegué ojo—. ¿Y tú?

—¡Mejor que buena! ¿nos vamos a la floristería?

—Sí, vámonos. —Nos dirigimos hacia allí, y este pasó un brazo sobre mi hombro de forma casual, mientras caminábamos. Cuando fui a verlo, lo pillé mirándome de forma descarada, pero no trató de disimular o mirar hacia otro lado, solo me sonrió.

Al llegar allí, había una caja de cartón gigante que no estaba antes.

—Qué raro, ¿habrán sido los de correos? —supuse.

—No lo sé, ¡oh! ¿y si es una bomba? Mejor no la abras, Liv.

—¡¿U-una bomba?! Oh dios mío.

—¡Deberíamos llamar a la policía, y que se la lleven! —exclamó—, ¡me da miedo! ¡agh! 

—Tal vez somos unos exagerados, ¿y si no es una bomba?

—¿Qué iba a ser, si no? ¡yo de ti, no me arriesgaría!

—Es verdad... —En ese momento sonó mi móvil, era un mensaje de Chris: "¿Ya abriste la caja?"—. Es de Chris.

—¿Qué?

—La caja —reiteré—, es de Chris.

—Woah, ¿vas a abrirla? Aún podría ser una bomba.

Siete deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora