Segundo deseo

2.5K 315 362
                                    


Cuando desperté a la mañana siguiente, la lámpara seguía ahí, en el mismo sitio, sin alteraciones. Sentía como si aquel objeto me estuviera vigilando, como si no me quitara los ojos de encima. Me daba un mal rollo que te cagas.

Decidí cambiarme para ir a la universidad. No me agradaba arreglarme demasiado, por lo que me puse unos vaqueros azules rotos y una camiseta negra ancha, con los hombros caídos. En los pies, unas Converse blancas desgastadas.

Justo en el momento en el que iba a salir por la puerta, la lámpara comenzó a moverse sobre la mesa, de lado a lado, como si me estuviera reclamando que lo sacara de ahí. Todo era surrealista.

Fui hacia allá y la froté. El humo cegó mis ojos por unos segundos y apareció frente a mí.

—¡Hey, hey hey! ¡Hagan paso al increíble, fabuloso, dios de los dioses, el Dios Seven!

—¿Dios Seven? Eres muy raro, obviando que eres un genio de la lámpara, claro.

—Jaja, ¡vamos! ¿no te alegras de ver al Dios Seven? El Dios Seven estará triste si no ve una sonrisita en tu cara, ¿um? —Se quedó mirándome, haciendo pucheros para tratar de darme lástima. Me resistí a reírme, aunque a decir verdad me hacia gracia, y era bastante mono, quiero decir, para ser un genio.

Me crucé de brazos y le desafié, echándole una mirada seria, a lo que respondió con una media sonrisa.

—¡Uh! ¡guerra de miradas! ¿es un reto? ¡me gustan los retos! —Se acercó más a mí, cambiando su expresión a una mucho más formal, y clavando sus ojos en los míos.

Estando a tan pocos metros de distancia, no pude evitar fijarme en los ojos dorados y brillantes tan bonitos que tenía. No parecían de este mundo.

A pesar de su dura expresión, me resultaba gracioso de alguna manera, por lo que terminé soltando una carcajada.

—¡Gané! —exclamó—, ¡te vencí en la competición! ¡te reíste!

—¿Yo? ¡no es cierto! ¡te lo habrás imaginado!

—¡Claro que no! ¡aww! ¡eres tan linda! tienes una sonrisa muy linda.

¿Me dijo linda? Dios... creo que enrojecí demasiado. Trata de disimular, Liv.

—Ehh... me voy a clase. —Me giré para salir por la puerta y antes de hacerlo noté su mano en mi hombro.

—¡Voy contigo! —El tipo me siguió.

—¿Qué? ¡no! ¡tú quédate aquí y no molestes!

—¡No molestaré! ¡te lo prometo! —rogó—, ¡ni siquiera me pueden ver!

—¡Pero yo sí!

—¡Exacto! ¡eso es lo mejor!

—Pf, está bien —accedí—, pero pórtate bien.

—¡Yo siempre me porto bien! —Lo miré con cara de escepticismo mientras bajaba las escaleras. Cogí una tostada y Seven me imitó. Al parecer, los genios también comían.

Fuimos caminando hacia allá, y me dio conversación. Más bien, no se calló en todo el camino.

—Oye, Liv.

—¿Qué?

—¿Ya pensaste en el siguiente deseo? ¡puedo concederte lo que sea! ¡soy una joven máquina de deseos! ¡vivo explotado por y para la felicidad de los demás! Jaja.

—¿Eso no es algo cansado? Quiero decir, existir solo para los demás, y no vivir tu vida, ni pensar en ti mismo.

—Lo es. —Su tono de voz desprendía un halo de tristeza—. Pero por otro lado, hago feliz a la gente, tiene sus cosas buenas.

Siete deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora